El "Estado de Palestina", entre liquidar la causa y continuar la lucha

La condición de Palestina se ha deteriorado a un nivel peor que cualquier cosa que haya conocido en más de 75 años de sufrimiento y opresión, desde que el movimiento sionista se apoderó de la mayor parte de la tierra de Palestina entre el río y el mar y completó su ocupación de lo que quedaba menos de veinte años después. Ante la catástrofe actual, que supera a la Nakba de 1948 en horror, atrocidad, letalidad, destrucción y desplazamiento, la "Autoridad Palestina" (AP) ha surgido de Ramala con una iniciativa que se considera compensatoria del sufrimiento que viene soportando el pueblo de Palestina, a saber, una nueva solicitud al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para que reconozca a la AP de Ramala como Estado miembro de la organización internacional en pie de igualdad con los demás Estados miembros.

Ánimo, pueblo de Palestina. Vuestras enormes penurias no han sido en vano. Al contrario, está a punto de producir un gran paso en el camino hacia la "solución" de vuestra causa, esa misma "solución" (aquí en el sentido de liquidación) sobre la que Joe Biden— el socio del gobierno sionista en la guerra genocida que se libra actualmente en la tierra de Palestina— afirmó, desde los primeros días de la frenética campaña lanzada hace más de seis meses, que se ha convertido en urgente para apagar el volcán palestino que no ha dejado de entrar en erupción inevitable e intermitentemente, pero a un ritmo acelerado en los últimos años. Lo cierto es que Biden, a su regreso a la Casa Blanca como presidente, buscó ante todo un "logro" fácil en la política de Oriente Próximo al pretender que el reino saudí se subiera al tren de la "normalización con Israel", que su predecesor, Donald Trump, había puesto en una nueva vía con los Acuerdos de Abraham logrados con la complicidad de Emiratos Árabes Unidos.

Biden se dio cuenta de que intentar avanzar en la llamada "solución de los dos Estados" le llevaría a un enfrentamiento con su "querido amigo" Benjamin Netanyahu. Decidió evitarlo por razones oportunistas y por su pasión por el sionismo, al que una vez declaró abiertamente su dedicación personal. Así pues, los esfuerzos de su administración se centraron en la vía de la "normalización", descuidando la vía de la "solución" hasta que el volcán estalló de nuevo con la operación lanzada por Hamás y la consiguiente guerra de aniquilación de Israel, sin comparación en cuanto a locura e intensidad de la destrucción durante al menos medio siglo, no sólo en Oriente Próximo sino en todo el mundo. La "solución" (liquidación) volvió así a la mesa, y el presidente estadounidense pidió la "revitalización" de la AP de Ramala. Ésta no tardó en acceder, interpretando la petición como le convenía, no como una sustitución mediante elecciones democráticas de su envejecido jefe, que carece de toda legitimidad, sino más bien como una sustitución de su primer ministro por otro con menos ambición política, de forma que no engañó a nadie.

La AP se envalentonó así para exigir oficialmente que se le concediera un puesto de miembro ordinario en la ONU, en lugar de tomar la única decisión que podría haberla redimido ante la historia, que era declarar la desobediencia civil a Israel de su "autoridad", que carece de autoridad salvo para servir a los objetivos de la ocupación y que asiste impotente no sólo a la aniquilación de Gaza, sino también a un genocidio progresivo en la propia Cisjordania. Si no hubieran podido poner fin a sus relaciones con el Estado sionista, habría sido mejor que anunciaran la disolución de su "autoridad" en lugar de seguir participando en la liquidación de la causa de su pueblo. Porque, si ahora están más cerca que nunca de obtener el ansiado escaño, no es por sus proezas diplomáticas, sino sólo porque conceder al "Estado de Palestina" la condición de miembro de pleno derecho de la ONU se ha convertido en la forma más barata que tienen los gobiernos occidentales de fingir que compensan en algo su apoyo incondicional a la guerra genocida en curso, que ha durado demasiado y se ha agravado en fealdad, hasta la actual guerra de hambre.

La propia Gran Bretaña, a través de su Ministro de Asuntos Exteriores y ex Primer Ministro, anunció su disposición a considerar el reconocimiento del "Estado" de la AP, mientras que otros países europeos, entre ellos España, seguido de Francia, han comenzado a prepararse para un reconocimiento similar. Cabe señalar que el mismo gobierno británico que expresa su apertura a este reconocimiento, rechaza el llamamiento realizado por expertos jurídicos británicos oficiales y extraoficiales para que deje de suministrar armas al Estado de Israel, ya que ello constituye una violación del derecho internacional al compartir la responsabilidad de una guerra violando las normas más básicas de dicho derecho en lo que se refiere a la conducción de las guerras. Por lo tanto, es ya seguro que el intento de conceder a la AP un asiento regular en la ONU no se verá bloqueado por un veto francés o británico, de modo que la única cuestión pendiente que queda es qué hará la administración estadounidense. Fue la primera en pedir la creación de un "Estado palestino", pero no quiere romper del todo su relación con Netanyahu, ni tampoco con la mayor parte del establishment sionista, que se opone a tal medida. También teme que su postura pueda mejorar la posición de Netanyahu al presentarse como un obstinado defensor de los intereses sionistas frente a todas las presiones, incluida la del hermano mayor y socio en el crimen. De ahí que la administración Biden pueda recurrir con total cobardía una vez más a la abstención, bajo algún pretexto.

En cuanto al resultado, será como la montaña que parió un ratón, porque conceder a "Palestina" (es decir, aproximadamente el diez por ciento de su territorio histórico) un escaño ordinario en la ONU no es en realidad más que un ratón, comparado con la enorme montaña de calvario que el pueblo de Palestina ha soportado y sigue soportando. ¿Qué valor tiene, en efecto, un "statelet" basado en territorios fragmentados bajo el control total del Estado sionista, de tal manera que su pretendida soberanía sería de un tipo que le haría envidiar a los bantustanes creados en el pasado por el régimen del apartheid en Sudáfrica?

El único progreso que podría lograrse con un reconocimiento internacional del Estado de Palestina es que la primera declaración de este Estado tras su reconocimiento incluyera una insistencia en el cese inmediato de la agresión en curso, un llamamiento a imponer reparaciones al Estado sionista por los crímenes que ha cometido, una exigencia de que todos los detenidos palestinos sean liberados y de que todas las fuerzas armadas y colonos sionistas se retiren de todos los territorios ocupados en 1967, incluida la Jerusalén árabe. Esto debería combinarse con un llamamiento a la comunidad internacional para que permita el regreso de todos los refugiados palestinos que lo deseen y su alojamiento en los asentamientos tras la evacuación de los colonos sionistas, del mismo modo que los pioneros sionistas se asentaron en las ciudades y pueblos palestinos de los que se apoderaron tras la Nakba de 1948 después de vaciarlos de sus residentes originales. Sólo una posición así podría hacer del reconocimiento internacional del Estado de Palestina un hito en la lucha a largo plazo contra el sionismo, en lugar de ser un paso hacia la liquidación de la causa palestina.

9/4/2024

Al-Quds al-Arabi

Traducción: César Ayala de la versión inglesa: https://gilbert-achcar.net/the-state-of-palestine

Gilbert Achcar