"La vida en la Tierra puede recuperarse de un cambio climático importante evolucionando hacia nuevas especies y creando nuevos ecosistemas. La humanidad no”. Eso es lo que dice el borrador del informe del IPCC (6º informe de evaluación, que normalmente se espera para febrero de 2022).
El texto es inequívoco en cuanto al umbral de peligro que no se debe cruzar: ir más allá de 1,5°C conllevará "consecuencias progresivamente graves, durante siglos, y a veces irreversibles". Entre otros fenómenos, la dislocación de las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida sería irreversible a escala histórica. Sin embargo, la desaparición de los glaciares amenazados en estas regiones (para algunos glaciólogos, el proceso ya ha comenzado y no se detendrá) provocaría un aumento del nivel de los océanos en unos 13 metros en los próximos siglos.
"Lo peor está por llegar"
El acuerdo de París fijó el objetivo de "mantener el calentamiento muy por debajo de los 2 ºC y continuar los esfuerzos para no superar los 1,5 ºC". Los expertos del IPCC no están satisfechos con esta fórmula ambigua. Según el texto, deberíamos quedarnos muy por debajo de 1,5°C; de hecho, "incluso a 1,5°C, las condiciones de vida cambiarán más allá de la capacidad de adaptación de algunos organismos", se lee en el informe. A modo de recordatorio, el aumento medio de la temperatura con respecto a la era preindustrial es ya de 1,1°C y la Organización Meteorológica Mundial advierte que, al ritmo actual de emisiones, existe un riesgo del 40% de que la superación del umbral de 1,5°C en un año se de en 2025.
“Lo peor está por llegar", escribe el IPCC, "con implicaciones para la vida de nuestros hijos y nietos mucho más que para la nuestra". Si no se adoptan medidas antiliberales radicales, en diez años 130 millones de personas más caerán en la pobreza extrema. Con 2°C de calentamiento, el número de personas hambrientas aumentará en 80 millones para 2050, y cientos de millones de personas en las ciudades costeras sufrirán inundaciones más frecuentes, lo que provocará una mayor migración. Incluso con 1,5°C, el número de habitantes urbanos expuestos a la escasez de agua aumentará en 350 millones para 2050.
Hay que repetirlo una y otra vez: los pobres y los países pobres serán los más afectados por la intensificación del desastre. El proyecto de informe señala que "se espera que por encima de los 2°C los costes de adaptación para África aumenten en decenas de miles de millones de dólares al año". ¿Quién pagará? A modo de recordatorio, más de diez años después de la COP de Cancún (2010), los países ricos todavía no han cumplido su promesa de pagar 100.000 millones de dólares anuales al fondo climático destinado a ayudar a los países del Sur global. Este es uno de los puntos conflictivos de las negociaciones de cara a la COP 26, prevista para finales de año en Glasgow. Así, lentamente, con la discreción cuidadosamente mantenida por el personal financiero y político, se está preparando un crimen contra la humanidad sin precedentes. Un crimen contra los pobres, que no tienen casi ninguna responsabilidad en el cambio climático.
¡Es hora de luchar!
El texto filtrado a la prensa no es el borrador del informe propiamente dicho, sino el borrador del Resumen para Responsables Políticos. La práctica habitual del IPCC -un organismo intergubernamental, no lo olvidemos- es que este resumen sea objeto de negociaciones -a menudo feroces- entre los científicos que redactaron el informe completo y los representantes de los Estados. Parece probable que quienes filtraron el documento lo hicieron para que el texto original circule antes de que los representantes de los Estados impongan la suavización o eliminación de las formulaciones más alarmantes. Esta hipótesis es muy probable, porque el lobby capitalista de los combustibles fósiles lleva décadas esforzándose por negar o minimizar el peligro y dispone de poderosos resortes políticos (por ejemplo, China y Arabia Saudí han conseguido que la prensa y las ONG no asistan a los debates preparatorios de la COP 26). La filtración es, por tanto, una doble señal de alarma: por un lado, sobre la extrema gravedad de la situación objetiva; por otro, sobre el peligro de que la versión final oculte en parte esta extrema gravedad a la opinión mundial.
Sea como fuere, no hay que escurrir el bulto: más que nunca, los movimientos sociales deben hacer sonar la alarma con toda su fuerza y movilizarse lo más ampliamente posible para obligar a los Estados a adoptar inmediatamente las medidas radicales indispensables para estabilizar el calentamiento muy por debajo de 1,5°C, basadas en la justicia social y la justicia Norte-Sur (respeto estricto del principio de "responsabilidad común pero diferenciada"). Sin juego de manos, sin rebasamiento temporal, sin recurrir a tecnologías de aprendiz de brujo y desplegando únicamente medidas compatibles con la protección imperativa de la biodiversidad.
"Cero emisiones netas", una política criminal
Pero seamos claros: este no es en absoluto el escenario que traman los gobiernos cuando nos prometen la "neutralidad del carbono" (o "cero emisiones netas")[1] para 2050. En el mejor de los casos, estos gobiernos preparan un escenario de "rebasamiento temporal" de 1,5°C con el incremento de las "tecnologías bajas en carbono" (nombre en clave de la energía nuclear) y el despliegue de las llamadas "tecnologías de emisiones negativas". Aunque la mayoría de estas tecnologías sólo están en fase de prototipo o de prueba, se nos hace creer que enfriarán el planeta eliminando enormes cantidades de CO2 de la atmósfera en la segunda mitad del siglo y almacenándolo bajo tierra. En realidad, estos escenarios de ciencia-ficción sólo pretenden mantener intacta la vaca sagrada del crecimiento capitalista y proteger los beneficios de los principales responsables del desaguisado: las multinacionales del petróleo, del carbón, del gas y de la agroindustria.
El reciente informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) sobre "emisiones netas cero" señala el camino de esta política criminal. De hecho, según la AIE, para esperar alcanzar las "emisiones netas cero" en 2050 sin tocar el crecimiento, necesitaríamos: duplicar el número de centrales nucleares; aceptar que una quinta parte de la energía mundial siga procediendo de la quema de combustibles fósiles, que emiten 7,6Gt de CO2/año; capturar y almacenar esas 7,6Gt de CO2 bajo tierra cada año en depósitos geológicos (cuya estanqueidad no puede garantizarse); dedicar 410 millones de hectáreas al monocultivo de biomasa energética (¡lo que equivale a un tercio de la superficie agrícola en cultivo permanente!); duplicar el número de grandes presas; destruir todo -incluso la Luna- para monopolizar las "tierras raras" indispensables para las "tecnologías verdes", etc.
Con variantes, es esta insana política productivista la que aplican los países y grupos de países que ahora se precipitan hacia el capitalismo verde... Su objetivo no es salvar el planeta, sino ofrecer a los capitalistas la mayor cuota posible de mercado de las nuevas tecnologías, la mayor cuota posible de beneficios... ¿Es necesario señalar que esto implica también, para atraer a los inversores, continuar con las políticas neoliberales de destrucción de los derechos sociales y democráticos?
Ecolo-groen, portadores de agua del capitalismo verde
La voluntad declarada del gobierno belga de salir de la energía nuclear no debe inducir a error: efectivamente, actúa en este marco neoliberal del capitalismo verde. Utilizar las centrales de gas para compensar las centrales nucleares es un crimen contra el clima y un insulto a las decenas de miles de jóvenes que se manifestaron en nuestro país en respuesta al llamamiento de Greta Thunberg. Ofrecer millones de euros a las multinacionales de la energía que construirán estas centrales inútiles y dañinas es un insulto a los cientos de miles de trabajadores sometidos a una asfixiante austeridad salarial. Capturar el CO2 producido por estas centrales y enterrarlo en los acuíferos del Mar del Norte (¿a costa de quién?) es tan irresponsable con las generaciones futuras como enterrar los residuos nucleares en capas geológicas profundas, como en Bure (en Francia) o en otros lugares. Y la compra de derechos de emisión, de la "compensación de carbono en el Sur global es tan colonialista como el saqueo directo de los recursos de estos países en la época de Leopoldo II y sus sucesores.
Lo que necesitamos es otra política. Una política social y ecológica que rompa con este crecimiento capitalista que genera tanta desigualdad y destrucción... que genera y generará aún más desigualdad y destrucción. El productivismo es un callejón sin salida. Ya es hora, para nosotros y sobre todo para nuestros hijos, de derribar los muros que nos impiden inventar otro futuro, uno que valga la pena vivir. La manera de vivir mejor, de vivir bien-Buen vivir, el camino hacia un futuro posible y deseable es producir menos, consumir menos, transportar menos, compartir más y cuidar. Compartir la riqueza, el trabajo necesario, el tiempo y el espacio, a escala planetaria; cuidar a los humanos, a los no humanos y a los ecosistemas, a escala planetaria. O abrimos este camino anticapitalista a través de nuestras luchas, de la articulación de nuestras luchas, o seguiremos hundiéndonos en la oscuridad de una terrible catástrofe.
El 10 de octubre tendrá lugar en Bruselas una gran manifestación por el clima. Reunamos todas las fuerzas, todos los colectivos, todos los individuos -feministas, sindicalistas, antirracistas, ecologistas- que estén dispuestos a dirigirla en esta dirección.