Este año conmemoramos la muerte de tres de las principales figuras de nuestro movimiento. Daniel Bensaïd, activista marxista y filósofo, surgido del movimiento de mayo de 1968 en Francia, murió demasiado pronto en 2010 después de una vida como líder de la sección francesa y de la Cuarta Internacional. Ernest Mandel, cuya actividad política se inició en la resistencia al ascenso del nazismo, fue un destacado economista marxista y un líder central de la Cuarta Internacional desde la posguerra hasta su muerte en 1995. León Trotsky, líder de la Revolución Rusa y de la lucha contra la contrarrevolución, fundador de la Cuarta Internacional, fue asesinado por un agente estalinista y murió el 21 de agosto de 1940. En ese triste aniversario publicamos un artículo de Daniel Bensaïd sobre Trotsky escrito en 2000.
¿Por qué este asesinato ? Si dejamos de lado la personalidad perversa de Stalin, habría que volver a partir de los últimos combates de Trotsky, es decir, todo el período mexicano durante el cual llevó adelante principalmente tres grandes luchas en una fase de hundimiento de la esperanza.
Buscó, en primer lugar, evitar toda confusión posible entre revolución y contrarrevolución, entre la fase de octubre de 1917 y el Termidor estalinista. Lo hace fundamentalmente organizando desde su llegada a México, en momento del segundo proceso de Moscú, la Comisión de Investigación Internacional presidida por el filósofo norteamericano John Dewey. Quinientas páginas de documentos desarticulan el mecanismo de falsificación de las amalgamas políticas. El segundo combate es la comprensión de los encadenamientos hacia una nueva guerra, en una fase donde iban a exacerbarse los chovinismos y a oscurecerse los enfrentamientos de clase. Finalmente, el tercer combate, ligado a los precedentes, es el de la fundación de una nueva Internacional proclamada en 1938, pero proyectada al menos cinco años antes de la victoria de Hitler en Alemania, que él no concebía como la reunión de los marxistas revolucionarios únicamente, sino como una herramienta volcada para las tareas del momento. Es en este trabajo que Trotsky pudo, en ese momento, vivirse como irremplazable.
Tiempo de derrotas
Trotsky se equivoca en sus pronósticos, cuando hace un paralelo entre los hechos que siguieron a la Primera Guerra Mundial y los que podrían resultar de la Segunda. El error reside en el hecho de que los movimientos obreros se encuentran entonces en situaciones muy diferentes. En la Segunda Guerra Mundial se acumulan muchos factores ; pero el cualitativo es, sin duda, la contrarrevolución burocrática de la URSS durante los años 1930. Con un efecto de contaminación sobre el conjunto del movimiento obrero y su componente más revolucionario.
Hay allí una suerte de mal entendido, del cual la desorientación de muchos comunistas franceses delante del pacto germano-soviético es la ilustración más perfecta. Pero se agregan derrotas cualitativas, como la victoria del nazismo en Alemania y del fascismo en Italia, la derrota de la Guerra Civil Española, el aplastamiento de la segunda revolución en China. Una acumulación de derrotas sociales, morales e inclusive físicas, que nos cuesta imaginar. Pero no podemos jamás considerar que todo estaba predeterminado.
Uno de los errores importantes de Trotsky, es haber imaginado que la guerra significaría de manera ineluctable la caída del estalinismo, así como la guerra franco-alemana de 1870 había significado la estocada final del régimen bonapartista en Francia. Estamos en 1945, momentos del estalinismo triunfante, con sus aspectos contradictorios. Todo esto está muy bien ilustrado en el libro de Vassili Grossman, “Vida y Destino”, sobre la batalla de Stalingrado. A través de los combates, vemos allí despertar a la sociedad e inclusive escapar parcialmente de la empresa burocrática. Podemos encarar la hipótesis de un relanzamiento de la dinámica de Octubre. Los veinte años transcurridos desde los años 1920 son un intervalo corto. Pero lo que dice el libro de Grossman a continuación es impactante. ¡Stalin es salvado por la victoria ! No se les pide cuentas a los vencedores. Es el gran problema para la inteligencia de esa época.
Las implicaciones teóricas son importantes. En su crítica al totalitarismo burocrático, si Trotsky ve muy bien la parte de coerción policial, subestima el consenso popular ligado a la dinámica faraónica, incluso a un precio fuerte, conducida por el régimen estalinista. Hay aquí un punto oscuro que merecería ser retomado.
Dicho esto, después de la guerra, está la responsabilidad específica de los partidos comunistas. En el cuadro del reparto del mundo – el famoso encuentro Stalin-Churchill donde ellos se reparten Europa a lápiz azul – hay empujes sociales importantes o prerrevolucionarios ; en Francia, con fuerzas en parte exiguas, pero con ventajas en Italia y Grecia. Y aquí, podemos francamente hablar de traición, de subordinación de los movimientos sociales a los intereses de los aparatos. Esto no quiere decir automáticamente una revolución victoriosa, sino una dinámica de desarrollo y una cultura política del movimiento obrero seguramente diferentes. Lo que acarrea otras posibilidades. También hay que recordar el famoso “hay que saber terminar una huelga” del secretario del PCF, Maurice Thorez, o la actitud del PC italiano en el momento del atentado a Togliatti. Pero lo peor y lo más trágico han sido la derrota de la revolución española, y el desarme de la resistencia y la revolución griega. Luego, el veto estalinista al proyecto de Federación Balcánica, entonces la única solución política, y la demora, frente a la cuestión de las nacionalidades en los Balcanes.
Lo necesario y lo posible
En resumen, el destino trágico de Trotsky ilustra la tensión entre lo necesario y lo posible. Entre la transformación social que responde a los efectos de un capitalismo en descomposición y las posibilidades inmediatas. Encontramos esto ya al leer la correspondencia de Marx. En cuanto al aporte teórico y estratégico este es considerable. Especialmente en el análisis del desarrollo desigual y combinado de las sociedades, comenzando por la Rusia de 1905 o la percepción de las modalidades actuales del imperialismo. Pero allí donde es irremplazable, a pesar de las lagunas, es en el análisis del fenómeno inédito en su época, y difícilmente comprensible, de la contrarrevolución estalinista.
Desde este punto de vista, Trotsky es un timonel. Lo que no significa una referencia piadosa ni exclusiva. Tenemos, al contrario, la tarea de transmitir una memoria pluralista del movimiento obrero y de los debates estratégicos que lo han atravesado. Pero en ese paisaje y ese paisaje peligroso, Trotsky es un punto de apoyo indispensable.
Artículo publicado en Rouge, semanario de la LCR, por los 60 años de la muerte de Trotsky.