El Buró Ejecutivo de la IV Internacional adoptó esta resolución durante la sesión del 25 al 27 de octubre.
La firma del plan Trump y el inicio de su implementación plantean una serie de nuevas cuestiones. Este plan es la continuación, bajo formas muy distintas, de las políticas coloniales y de limpieza étnica, lo que exige continuar el movimiento mundial por la liberación de Palestina.
En cuanto al análisis del plan, es necesario evitar dos errores caricaturescos. El primero consiste en hacer una crítica extremista de la situación: los firmantes palestinos serían traidores, mientras que este plan representaría la continuidad total del genocidio. El segundo es el error inverso: considerar que el alto el fuego sería la victoria de una resistencia imparable y que abriría una nueva etapa de contraofensiva.
La realidad está en un punto intermedio, al menos por ahora. El plan de Trump responde a una visión colonial, consagra una relación de fuerzas desfavorable para el pueblo palestino y busca desmantelar sus capacidades de resistencia. Pero el alto el fuego, aunque continúe la colonización y la política de limpieza étnica, permite reorientar la lucha, una lucha que solo podrá obtener victorias si rechaza toda complicidad con la entidad sionista genocida y vuelve a apoyarse en movilizaciones de masas.
El plan Trump
Los 20 puntos esenciales de Trump son los siguientes: 1) una desmilitarización (una zona “desradicalizada y libre de terrorismo”), 2) una reconstrucción bajo dominación imperialista (Gaza será “reacondicionada”), 3) el fin de los combates y la instauración de una línea de alto el fuego, 4 y 5) el intercambio de prisioneros (los 48 “rehenes”, vivos o muertos, por 250 prisioneros palestinos condenados a cadena perpetua y 1.700 detenidos desde el 7 de octubre de 2023), 6) amnistía para los miembros de Hamas que abandonen la lucha armada, 7 y 8) la llegada de ayuda humanitaria, la rehabilitación de las estructuras de emergencia, la apertura del paso de Rafah en ambos sentidos y 12) la libertad para los palestinos de quedarse, partir o regresar. 9) la creación de una autoridad transitoria temporal, un “comité palestino tecnocrático y apolítico” dirigido por un consejo extranjero, al frente del cual estaba previsto colocar a Tony Blair. Este consejo se encargaría del financiamiento y la reconstrucción. 10 y 11) una zona económica especial con derechos aduaneros “preferenciales”. 12) Hamas y “las demás facciones se comprometen a no desempeñar ningún papel en el gobierno de Gaza”; las infraestructuras militares (en particular los túneles) deben ser destruidas, y 15) una “fuerza internacional de estabilización temporal, compuesta por EE. UU. y países árabes” debe ser desplegada.
El objetivo de Trump es establecer una relación de fuerzas militares favorable, con el propósito de reforzar aún más el control político y económico sobre Gaza. Todo esto se da en el contexto del fortalecimiento de la colonización en Cisjordania, los proyectos infames de Trump para transformar Gaza en una Riviera, y los ataques de Israel contra los países vecinos (Irán, Qatar, expansión de la ocupación en Líbano y Siria, Yemen…).
El plan se inscribe plenamente en la ofensiva de Estados Unidos para consolidar su dominación sobre Medio Oriente. Se trata, en particular, de reforzar el proceso de “normalización”, es decir, el alineamiento de los países árabes con Estados Unidos, especialmente las monarquías del Golfo, Egipto, Jordania y el nuevo poder en Siria.
El plan prevé continuar con la limpieza étnica, esperando que las condiciones de vida miserables, resultado de la destrucción y el bloqueo, empujen a cientos de miles de gazatíes a abandonar Palestina, mientras que quienes permanezcan sean reducidos a una situación de semiesclavitud por las necesidades de la reconstrucción de Gaza.
Estados Unidos e Israel esperan acabar con sus oposiciones destruyendo las capacidades militares de la resistencia y mediante el llamado de Trump a otorgar amnistía a Netanyahu en el marco de las causas de corrupción por las que está acusado.
La implementación del alto el fuego
Está lejos de ser evidente: se liberaron 2.000 prisioneros, entre ellos 250 detenidos de larga duración (157 de Fatah, 65 de Hamas, 16 de la Yihad Islámica, 11 del FPLP y 1 del FDLP). Aún quedan 9.000 prisioneros, es decir, el doble que al comienzo de la guerra. Cientos de miles de gazatíes regresaron a sus lugares de residencia (la mayoría totalmente destruidos).
El miércoles 15 de octubre, solo 173 camiones habían sido autorizados por Israel a entrar en Gaza, de los 1.800 previstos, pese a las reiteradas solicitudes de la ONU de acelerar esta ayuda vital para la población. El FPLP también registró 36 violaciones del alto el fuego por parte de Israel, que causaron varias decenas de víctimas. Sin mencionar las violencias y torturas cometidas contra los prisioneros. El 24 de octubre, 41 ONG denunciaron las restricciones a la ayuda humanitaria, en particular el bloqueo de camiones. Según ellas, el equivalente a 50 millones de dólares en bienes esenciales está siendo bloqueado por Israel.
Hamas lleva adelante una ofensiva armada, apoyada por el FPLP y la Yihad Islámica, contra las milicias implicadas en el saqueo de la ayuda humanitaria, que son organizaciones mafiosas o grupos organizados o apoyados por Israel. Parte de esas milicias se replegó junto con el ejército de ocupación israelí detrás de la “línea amarilla”, la mitad de Gaza ocupada por Israel. Es posible, sin embargo, que estas operaciones de Hamas le sirvan también para ajustar cuentas políticas internas, aunque la información confiable al respecto es limitada.
Israel mantiene su control sobre lo que denomina una “zona tapón” en el este.
Estados Unidos e Israel exigen el desarme total de Hamas y de las demás fuerzas palestinas, algo que parece completamente imposible por dos razones fundamentales:
primero, ese desarme es políticamente inaceptable porque los palestinos no tienen ninguna garantía de que Israel respete el alto el fuego, siendo conocido por torcer los acuerdos firmados —sin hablar de la necesidad, tarde o temprano, de reanudar la lucha por la liberación de Palestina, en la que una dimensión armada es inevitable—;
segundo, es imposible garantizar la seguridad de los gazatíes en una región devastada sin disponer de armas para proteger la distribución de ayuda humanitaria y alimentaria, especialmente frente a las milicias mafiosas y/o proisraelíes.
¿Por qué Trump propuso un alto el fuego?
A veces resulta difícil comprender qué determina la política de Trump. Esta decisión responde a una combinación de varios factores:
- Probablemente se estaba volviendo difícil afrontar el costo militar, financiero y político creciente del genocidio.
- La movilización mundial adquirió una nueva dimensión con la huelga general en Italia —que sirve de modelo para muchas reflexiones sindicales—, con las flotillas —que pusieron en aprietos a Israel en el plano político—, sin hablar de la inspiración que sigue representando para movilizaciones como la Marcha por Gaza, que constituyen un enorme peligro para los regímenes árabes cómplices.
- El movimiento de protesta en Israel, a pesar de sus ambigüedades y limitaciones, también es un factor de debilitamiento para Netanyahu.
- Además, Estados Unidos e Israel conciben su intervención dentro de un marco más amplio en Medio Oriente. Buscan actuar en varios frentes: al sur del Líbano, donde Israel sigue interviniendo militarmente y ocupando nuevos territorios; en Siria, donde ambos Estados intentan obtener nuevas concesiones políticas del nuevo poder de HTC, que busca consolidar su autoridad por todos los medios, incluida la normalización con Israel; y en Irán, donde Trump comenzó (más allá de la intervención militar de junio de 2025) a jugar su juego favorito de alternar entre amenazas y seducción con miras a un acuerdo.
La estrategia de Estados Unidos es desplazar las relaciones de fuerza globales y las esferas de influencia en la competencia con otras grandes potencias, en particular Europa y Rusia.
Lo que cambia para el movimiento de solidaridad
Lo primero es alegrarse por la población, que no sufrirá —al menos de manera tan intensa, aunque sea temporalmente— la violencia del Estado sionista. Desde ese punto de vista, hay que subrayar las capacidades de resistencia del pueblo, que fue víctima de una masacre sistemática cuya magnitud aún está subestimada, y que se movilizó de inmediato para recuperar su tierra, rechazando una nueva Nakba. Debemos expresar la máxima solidaridad con la población que sigue padeciendo los abusos del ejército sionista, su universo carcelario masivo y los colonos. Todo ello sin sobrestimar las relaciones de fuerza ni caer en la glorificación de los sacrificios sufridos.
En segundo lugar, y probablemente lo más importante, hay que denunciar el plan de Trump. No se trata de una condena moral abstracta: consideramos que las organizaciones palestinas hacen lo que pueden en una situación terrible y que, claramente, no tenían otra alternativa que aceptar estas condiciones del alto el fuego. Pero hay que respaldar todas las iniciativas palestinas que cuestionen el plan de Trump, punto por punto, y denunciar el carácter colonial e imperialista de ese acuerdo erigido sobre ruinas y muerte.
Y, en lo concreto, tenemos la responsabilidad de luchar para dificultar a los imperialistas el cumplimiento de sus objetivos en las próximas semanas. Un punto clave es el rechazo total a toda injerencia extranjera en Gaza, es decir, la oposición completa a una presencia imperialista (occidental y/o árabe) tanto en lo militar como en lo económico y administrativo. El derecho a la autodeterminación no es negociable: corresponde a los palestinos y palestinas organizar su sociedad como quieran, y las tropas militares y los colonos deben irse.
El fin de la fase más aguda del genocidio provocará, al mismo tiempo que un alivio, un retroceso en la movilización mundial. Sin embargo, no debemos perder de vista la necesidad de construir un movimiento de masas que imponga el paso libre e inmediato de la ayuda humanitaria, que exija la reparación de los daños sufridos por la población, que rechace la continuación de la colonización y de la limpieza étnica, así como el intento de los imperialistas de tomar el control económico y militar de Gaza.
Por lo tanto, debemos construir nuevas movilizaciones unitarias para modificar la relación de fuerzas.
Junto con este movimiento amplio y unitario en torno a reivindicaciones inmediatas, queremos contribuir a construir un movimiento organizado más decidido, en vínculo directo con los y las palestinas, en torno a consignas más avanzadas:
- Oposición a la presencia de tropas de ocupación extranjeras (en particular de nuestros propios países) y a un protectorado impuesto por los imperialistas; apoyo total al derecho del pueblo palestino a la autodeterminación.
- Liberación de todos los prisioneros y prisioneras palestinas, apoyando especialmente la campaña por la liberación de Marwan Barghouti, que está siendo impulsada dentro del movimiento de solidaridad internacional.
Desmantelamiento de las colonias, en particular en Cisjordania, Jerusalén y el Golán ocupado. - Denuncia del bloqueo, libertad de circulación.
- Garantizar el derecho al retorno.
- Rechazo al Estado de apartheid. Desarme del régimen genocida. Lucha por la liberación de toda Palestina, por una Palestina libre, democrática, igualitaria y laica.
- Continuar las tareas del BDS contra todos los que colaboren, luchando especialmente por la ruptura total de las relaciones con Israel por parte de los Estados, las empresas —en particular aquellas que participan en el armamento de Israel—, la FIFA, las universidades, etc.
También tenemos tareas de solidaridad militante más concretas. Entre ellas, la participación en la ayuda humanitaria, que es una necesidad y al mismo tiempo una tarea relativamente sencilla para quienes, en los barrios populares, quieren expresar su solidaridad. Asimismo, el apoyo a la reconstrucción de organizaciones palestinas, orientadas especialmente a la construcción de luchas de masas, con manifestaciones y con la participación de sindicatos, organizaciones ciudadanas y los distintos partidos que integran el movimiento nacional palestino. La organización de misiones civiles en el Líbano, e incluso en Cisjordania, puede volver a ser una herramienta útil para brindar ese apoyo.
Continuar la lucha
La guerra colonizadora y la limpieza étnica no comenzaron el 7 de octubre, y tampoco comenzó nuestra resistencia internacional. Está en juego algo central: no bajar la guardia y reforzar nuestras posiciones. La fase que acabamos de vivir constituye un endurecimiento del mundo. Eso provoca reacciones, a nivel internacional, frente a la barbarie, al avance de la extrema derecha y a la colaboración de los regímenes dictatoriales en los países árabes.
Frente a esto, cientos de millones de personas se han levantado. Afirmamos nuestro apoyo incondicional a la lucha del pueblo palestino, que se articula con nuestra propia visión de la lucha. Participamos en la denuncia de los aspectos más flagrantes de la colonización —la muerte, la pobreza, el apartheid, los encarcelamientos arbitrarios…— para construir un movimiento de masas, mientras trabajamos en la coordinación de los sectores más radicales: juventudes, barrios populares, judíos antisionistas, defendiendo el horizonte estratégico de la liberación de toda Palestina, una lucha de emancipación y revolución regional que barrerá a las potencias imperialistas.
16 de octubre de 2025