Ucrania: Por la paz y la desescalada

La escalada actual sin precedentes en torno a Ucrania es el punto culminante de una “nueva guerra fría” que se desarrolla entre Rusia y el “Occidente colectivo” (representado por los Estados Unidos, la OTAN y los y las dirigentes de la UE) desde 2014. El objetivo, que la Rusia de Putin ha declarado invariablemente en esta confrontación, es crear una nueva arquitectura mundial en la que no habrá un solo soberano (los Estados Unidos), sino numerosos soberanos, atribuyéndosele a cada uno de ellos ciertas “esferas de intereses”.

Esta lógica, que no reconocía la calidad de “soberanos” más que a los actores mundiales, se basaba en la negación de toda autonomía para los países pequeños, como las repúblicas del espacio postsoviético o de Europa del Este, incluyendo Ucrania. El método utilizado  por Rusia como parte débil (en relación a la OTAN) en esta lucha ha consistido en una escalada constante de los riesgos: se suponía que Occidente estaba dividido en su interior y que la OTAN, a pesar de su poderío militar combinado, no estaba dispuesta a tomar medidas decisivas.

Pero la principal víctima de las acciones de Rusia no han sido los países de la OTAN, sino una Ucrania aún más débil. El resultado de la política agresiva de Rusia ha sido más de un millón de personas refugiadas ucranianas, miles de muertes y la violación de la integridad y de la seguridad del Estado ucraniano. La anexión de Crimea y el control ruso informal de una parte del Donbass que han permitido la adopción de los acuerdos de Minsk, así como la ausencia de sanciones serias contra las élites rusas, han demostrado el éxito relativo de esta línea de la política exterior rusa.

Sin embargo, la presión expresada por una creciente presencia militar rusa en la frontera ucraniana se ha enfrentado con la previsible posición de la OTAN y de los EEUU. Rusia, o bien ha sobreestimado las divisiones en el seno de la OTAN, en particular entre Alemania y los Estados Unidos, o bien han formulado exigencias radicales sin esperanza de hacerlas cumplir a fin de forzar a la OTAN a hacer compromisos sobre cuestiones “menores”. Todo esto ha provocado una serie de negociaciones tensas con mutuos cambios de postura. La Rusia de Putin ha descubierto que los EEUU son capaces de utilizar sus propias armas sin temor, haciendo subir la temperatura de la histeria militar utilizando activamente las fakes, la desinformación y un estilo agresivo de diplomacia. Tras la espesa nube de mentiras y de propaganda difundida por las dos partes, lo que más importa, es que la irresponsabilidad y las pretensiones imperiales de las élites de países que disponen de un enorme potencial de armas de destrucción masiva ponen en peligro a millones de vidas de sus propios ciudadanos y de ciudadanos de otros países, el derecho del pueblo ucraniano a la autodeterminación, así como la existencia futura de Ucrania y de otros países de la región susceptibles de estar implicados en el conflicto.

En estas condiciones, se vuelve necesaria una posición antiguerra a escala internacional para todas las fuerzas de la izquierda y progresistas. Las izquierdas rusa, ucraniana, americana y oesteeuropeas deben exigir a sus gobiernos una desescalada inmediata, incluyendo la retirada de las tropas rusas, el apoyo a un alto el fuego en el Donbass y el comienzo de negociaciones serias que excluirían la posibilidad misma de un enfrentamiento militar y que se concentrarían en una reducción simétrica de los armamentos. Esto no puede ser realizado más que por la solidaridad entre la izqueirda y las fuerzas progresistas y, sobre todo, emplicando a los millones de personas que son víctimas potenciales de los conflictos imperialistas en la lucha por la paz, la democracia y la justicia.

30 de enero de 2022

*El Movimiento Socialista Ruso (RSD) es una organización de la izquierda radical en cuyo seno militan las y los miembros de la Cuarta Internacional en Rusia.

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