“No vamos a resolver el problema de las violencias solo cambiando las leyes”

España es a menudo citada como ejemplo en su lucha contra la violencia de género y sexual. Y es un hecho que los recursos dedicados a combatir la violencia de género son muy superiores a los de Francia (5 euros por habitante, frente a 16 euros por habitante en España). Entrevista a Maria, de Anticapitalistas.

¿Cuál ha sido el impacto de la ley de «medidas de protección integral contra la violencia doméstica» aprobada en 2004?

La ley supuso algo fundamental, el reconocimiento de la existencia de la violencia estructural que sufrimos las mujeres por el hecho de serlo, como manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre mujeres y hombres. La violencia machista se expresa en numerosos ámbitos, aunque su aplicación se redujo a cuando la violencia la ejerce la pareja o ex pareja. Esta limitación fue criticada desde el movimiento feminista, y casi 20 años después, se ha puesto de manifiesto la necesidad de una ley que aborde las violencias sexuales, dando la razón a esta crítica. Tal vez, el impacto podria haber sido mayor, si desde el inicio se hubiera abordado una respuesta integral a las violencias que sufrimos las mujeres en todos los ámbitos, y no solo enfocada al ámbito privado de las relaciones de pareja. 

Como ley integral reconoció que el abordaje y las respuestas a estas violencias debe ser multidisciplinar, e incluyó medidas en numerosos ámbitos, de prevención, educativos, en los medios de comunicación y la publicidad, de atención de las víctimas… pero donde hizo mayor hincapié, como reza en la propia ley, fue la respuesta penal : “se abordara con decisión la respuesta punitiva que deben recibir todas las manifestaciones violencia que la ley regula”.

Si cogemos el ámbito por ejemplo de la publicidad, cabe señalar que su aplicación aquí no se ha hecho “con decisión”. En estos casi 20 años, hemos visto muchas campañas del movimiento feminista denunciando, por ejemplo, los catálogos de juguetes en rosa y azul cada navidad, y pocas, o ninguna, medidas, ¿multas al menos?, dirigidas a las empresas responsables para que esto no se produzca. Respecto al ámbito educativo, se podría haber avanzado mucho más y con contundencia, y no se ha hecho. Con el avance además de la extrema derecha y su presencia en las instituciones, los pocos avances conseguidos en el ámbito educativo se han visto cuestionados, con iniciativas como la del « pin parental » que propuso hace unos años VOX (que los padres tuvieran que autorizar si daban permiso para que sus hijos reciban y participen en actividades relacionadas con las cuestiones de violencia de género, emtre otras).

La aplicación del código penal como principal medida es el fracaso de la prevención de las violencias, es la última respuesta que tiene el estado, no debería ser la primera ni la principal. La idea sería, que si seguimos generando « hijos sanos del patriarcado », no podemos pensar que con aplicar después con dureza el castigo que merecen por las violencias que ejercen, el problema se va a resolver. Porque aumentemos las penas, las violencias no se reducen, hay suficiente evidencia para poder hacer esta afirmación. Poner el foco en las violencias estructurales y simbólicas, más que invertir esfuerzos en ver que penas aplicar cuando la violencia directa acontece, es el camino, para reducir crear sociedades libres de violencias.

Las medidas punitivas han conseguido modificar el sentido comun respecto a reconocer violencias que antes estaban legimitadas, como castigar a tu mujer con un tortazo si no hacia la cena, o pegarla porque te pone los cuernos, porque estas acciones ahora llevan aparejadas un castigo penal, « ya no se puede actuar como antes » ; ha conseguido también que no reduzcamos las violencias a su modalidad física, y ahora es dificil encontrar a alguien que no sepa que la violencia también puede ser y es verbal, psicologica, y que ésta genera daños al igual que la física.

Pero, la aplicación de una maquinaria punitiva bien engrasada, sin acompañarla de las otras respuestas ha tenido también efectos indeseados, como el clima de victimización en el que los hombres se están moviendo actualmente.  En el imaginario actual perisiste la idea de una mujer tiene el poder de arruinarte la vida con solo poner una denuncia, cuando su proteccion en los juzgados y ese poder no es tal, la insistencia en las denuncias falsas (todo el mundo dice conocer casos donde mujeres usaron la ley para vengarse de los hombres), los hombres se sienten criminalizados y el continuo « not all man » da cuenta como no hemos conseguido revertir el relato de que las violencias son un problema individual, y no social. Para muchos este cambio de sentido común ha sido vivido como algo impuesto, más que como un avance lógico dentro del marco de los derechos y la justicia social.  

¿Ha reducido significativamente el número de feminicidios?

Consultando los datos (Instituto Nacional de Estadística, www.ine.es) del número de mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas entre 1999 y 2023 se puede afirmar que no ha habido una reducción significativa de estos feminicidios. 

En 1999 hubo 54 feminicidios y el año pasado 58, los años con menor número de víctimas, 49, fueron 2016, 2017, 2021 y 2022, y el año con en número más elevado, 76 en 2008.

Si bien es cierto que en la última década, los feminicidios se han reducido respecto a la anterior, no llegando a alcanzar las 60 víctimas, mientras que en la década anterior fue más frecuente superarla, considero que estamos todavía lejos de poder afirmar esa reducción significativa. No obstante, la tendencia es a su reducción.

En Francia, estamos debatiendo la introducción de la noción de consentimiento en la definición legal de violación. ¿Un poco como hace la ley «Sólo sí est sí» del 25 de agosto de 2022? ¿Qué ha permitido?

Realmente creo que es pronto para poder saber que ha permitido la ley, además la última reforma que incorpora el PSOE, por lo que tengo entendido, da lugar a un marco legislativo muy similar al que teníamos en realidad ; todo el ruido mediático que se ha generado en torno a ella, no ha sido precisamente positivo, y que creo va a conllevar muchos efectos indeseados (ej. las noticias de las excarcelaciones de violadores por la reduccion de penas de la ley que han reforzado el populismo punitivo), y el « caso Errejon » acontecido hace apenas unas semanas podríamos decir que le ha dado la puntilla, en negativo, al asunto.

La del SíesSí responde a las críticas de un movimiento feminista que ha puesto en evidencia un sistema judicial duramente machista y patriarcal. Una de las demandas principales del movimiento era eliminar la distincion entre abuso y agresión, ampliar el concepto de agresión sexual, poniendo el acento en nuestra libertad sexual para decidir sobre qué relaciones mantenemos, qué prácticas realizamos, qué limites ponemos, para ser sujeto y no sólo objeto de deseo y placer.

Pero esta ley no viene trabajada por los colectivos feministas, y ha sido un error que su elaboracion se limitara a un diálogo entre el feminismo institucional y un poder judicial rancio y patriarcal, sin que el movimiento feminista autónomo y civil tuviera especial protagonismo. Es una ley que se hace eco de las demandas del movimiento, pero incorporando una tendencia punitivista y que al poner el foco en la judicialización da especial voz a los planteamientos más abolicionistas. Abolicionismo, penalismo y judicialización suelen ir de la mano, y en su primera formulacion incluía cuestiones como la tercera locativa, que dan cuenta del marco abolicionista y criminalizador hacia las trabajadoras sexuales que contenía. Además, la apuesta hacia una nueva formulacion de justicia feminista ha estado ausente del debate.

Es una ley pensada “contra las agresiones sexuales”, y no es una ley “por las libertades sexuales”, a pesar de su nombre, pero no osbtante supone un gran avance : pone el acento en los derechos de las víctimas, en lugar de poner el foco en los agresores, y no exige que se interponga denuncia penal para poder accéder a los recursos, algo que si sucedía en la de Violencia de Género. Poner el foco ahí y no en la violencia o no ejercida es un avance, si bien genera algunos debates en torno al consentimiento y a lo que se ha llamado el paso de la “cultura de la violencia” a la “cultura del consentimiento”. 

¿Poner en el centro la expresión clara y evidente de un consentimiento afirmativo es poner en el centro a las víctimas? El desplazamiento de una demostración de violencia a una demostración de consentimiento no es necesariamente ni más sencillo, ni más liberador para la víctima. Sigue requiriendo modificar las ideas que justifican las agresiones y exime de culpabilidad a los agresores. ¿Cómo abordar el hecho de que muchas mujeres sufren estas agresiones sexuales en entornos familiares y de amistades? Desmontar lo que venimos llamando “cultura de la violación” sigue siendo una tarea a realizar. El consentimiento como tal es un concepto problemático y ambiguo. ¿Qué comportamientos y prácticas se reconocen como demostraciones de consentimiento? ¿cuáles serían? ¿Bajo qué códigos culturales debemos entender el consentimiento no verbal? La lógica de la demostración afirmativa implica entender que toda relación sexual es potencialmente una agresión sexual de la que protegerse. Implica una mirada a la sexualidad repleta de miedos y peligros en las que las mujeres son potenciales víctimas y no sujetos con derecho a disfrutar de su cuerpo y su sexualidad. Todo ello cuando el debate gira en torno a lo punitivo e implica regular y tipificar delitos. Asumir que sin una manifestación del consentimiento, “sin un sí, hay agresión sexual” sitúa en zonas potencialmente punibles muchas relaciones sexuales regidas por otras lógicas

La apuesta por una cultura del consentimiento plantea como deseable una regulación y normativización del proceso sexual, lo que afecta frontalmente con el propio proceso de desarrollo, descubrimiento, experimentación y capacidad para fijar los propios límites. No estoy en contra del consentimiento pero si de una regulacion punitiva del mismo. El consentimiento unilateral por parte de las mujeres nos situa como sujetos no deseantes. Se da por hecho que somos nosotras las que tenemos que consentir, ¿es que a nosotras no nos atrae el sexo, no deseamos, no tocamos, no gozamos?. Es la idea del “ellos siempre tienen ganas”, o esa de que a nosotras no nos gusta. Se trata más de querer tener o no sexo, más que de consentir. Por eso creo que es preferible hablar de libertad sexual y no de consentimiento.

Más allá de los aspectos jurídicos, ¿cómo avanza la sociedad en materia de violencia de género?

Despues de unos años, al calor de las movilizaciones de las huelgas, donde parecia que el feminismo resultaba hegemónico y se habían conseguido avances, ahora asistimos con horror a la contrareaccion machista. Parece que la brecha de género es evidente y que los hombres se han quedado atras. Recojo las palabra de Bell Hooks, que plantea que “nunca hubo una demanda colectiva y decidida para que los chicos y los hombres se unieran al movimiento feminista para liberarse del patriarcado”, y creo que esta es una de las tareas pendientes.

Hemos avanzado mucho y sabemos que los cambios legislativos son importantes, aunque tienen sus limites y no vamos a resolver el problema de las violencias solo cambiando las leyes. Se necesitan cambios reales, profundos, en las estructuras sociales. Si la violencia machista como sabemos es estructural, hasta que no derribemos el patriarcado y vivíamos en sociedades no patriarcales, no cesara la violencia directa que sufrimos.

21 de noviembre 2024

Entrevista realizada por la redacción de l'Anticapitaliste.

Maria