La Conferencia de Glasgow (COP26) debería haber dado prioridad a: 1) Concretar la promesa de los países desarrollados de aportar al Fondo Verde para el Clima, a partir de 2020, al menos cien mil millones de dólares al año para ayudar al Sur global a hacer frente al desafío climático[1]. 2) Obligar a estos mismos países a intervenir financieramente para cubrir las enormes pérdidas y daños causados por el calentamiento, especialmente en los países menos desarrollados y los pequeños estados insulares 3) Incrementar las ambiciones climáticas de los gobiernos para alcanzar el objetivo de la COP21 (París, 2015) de "mantener el aumento de la temperatura muy por debajo de los 2°C, al tiempo que se continúa con los esfuerzos para no superar los 1,5°C en comparación con el periodo preindustrial".
El balance es inapelable: sobre el papel, Glasgow clarifica el ambiguo objetivo de París haciéndolo más radical (ahora el objetivo es 1,5°C) y menciona la responsabilidad de los combustibles fósiles; pero en la práctica, la Conferencia no ha definido ninguna medida para detener la catástrofe.
Un "paso en la dirección correcta", dijeron algunos. Nada de eso: obsesionados con la recuperación neoliberal post covid y sus rivalidades geoestratégicas, los amos del mundo decidieron:
- aplazar la promesa de cien mil millones para el Fondo Verde;
- decir niet a las compensaciones por "pérdidas y daños";
- dejar el campo casi completamente libre a los combustibles fósiles;
- considerar la estabilización climática como un mercado de "compensaciones de carbono" y tecnologías;
- dotar a este mercado de un mecanismo global de comercio de "derechos de contaminación";
- por último, confiar la gestión de este mercado a las finanzas... cuyas inversiones y estilos de vida son la causa fundamental del calentamiento global.
El informe especial sobre 1,5°C: una bomba con consecuencias para la AIE
El Informe Especial del IPCC sobre 1,5°C (2019) había demostrado la imperiosa necesidad de mantenerse por debajo de 1,5°C[2]. Se habían subestimado los peligros del calentamiento. Más allá de 1,5°C, las cascadas de retroalimentación positiva amenazan con llevar a la Tierra a un régimen de planeta invernadero[3]. Esto tendría consecuencias nefastas (entre ellas, una subida del nivel del mar de 13 metros o más). La temperatura media de la superficie ha aumentado entre 1,1 y 1,2°C en comparación con la era preindustrial. Al ritmo actual, la marca de 1,5°C se superará en 2030... Conclusión: las emisiones globales netas de CO2 deberían reducirse al menos en un 50% antes de 2030, en un 100% antes de 2050 y llegar a ser negativas en la segunda mitad del siglo.
El informe cayó como una bomba. Los dirigentes de la clase capitalista no pueden seguir escondiendo la cabeza bajo tierra. Los que tienen un mínimo de cerebro tienen que admitir que el calentamiento global puede escapar a todo control hasta el punto de poner en peligro su sistema. En este contexto, incluso cuando es impulsada por neoliberales como Boris Johnson, una política capitalista que dice estar "basada en la mejor ciencia", no podía mantener la ambigüedad [entre 1,5℃ y 2℃] del acuerdo de París. La presidencia británica de la COP26 propuso que se definiera el objetivo máximo en 1,5°C, lo que fue ratificado por la conferencia.
El IPCC es explícito: la quema de combustibles fósiles desempeña un papel fundamental en el calentamiento. Por ello, la onda de choque del informe sobre los 1,5°C se dejó sentir incluso en la Agencia Internacional de la Energía (AIE). En 2021, esta agencia publicó un informe en el que se afirma claramente que la "neutralidad en carbono" en 2050 requiere medidas drásticas a muy corto plazo: prohibir, a partir de 2021, el desarrollo de nuevos yacimientos de petróleo y gas, así como la apertura de nuevas minas de carbón o la ampliación de las existentes y la autorización de la construcción de nuevas centrales eléctricas de carbón. También plantea el abandono del carbón a partir de 2030 en las economías avanzadas y el cierre de todas las centrales eléctricas de carbón y petróleo del mundo a partir de 2040...[4]
Este informe también cayó como una bomba. La Agencia siempre había desarrollado una visión muy progresiva de la transición. De repente, ahora aboga por un cambio radical hacia un capitalismo verde organizado en torno a las energías renovables. De ese modo, al igual que no podía mantener la ambigüedad de París, la cumbre de Glasgow no podía seguir ocultando la responsabilidad de los fósiles. ¡Esta cuestión jamás se había tratado en todas las COP celebradas desde 1992 por la presión ejercida por el sector energético y de los grandes usuarios! Este silencio ya no se podía mantener. La Presidencia británica presentó a los delegados un proyecto de declaración en el que se pide a las partes que "aceleren la eliminación del carbón y el fin de las subvenciones a los combustibles fósiles". Más adelante se mostrará cómo se neutralizó esta fórmula, aunque la mención a los fósiles se mantiene en la versión final.
Reducir el desfase: un reto más difícil cada año
El acuerdo de París abrió una gran brecha entre el objetivo ("mantener el aumento de la temperatura muy por debajo del etc.") y los planes climáticos nacionales, o "Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional" (NDC). Sobre la base de estos planes nacionales, el IPCC proyectó un aumento de la temperatura de unos 3,5°C para 2100. Para reducir el desfase (o "brecha de emisiones"), la COP21 adoptó el principio de revisar los planes cada cinco años, para "incrementar la ambición".
En septiembre de 2020, la brecha, tomando en cuenta todos los gases, se estima entre 23 y 27 Gt de CO2 equivalentes[5]. Esta brecha debe eliminarse imperativamente antes de 2030 para mantenerse por debajo de 1,5°C. Por tanto, las emisiones globales deben reducirse a la mitad. Con la cumbre de 2020 cancelada (pandemia), los gobiernos decidieron hacer un esfuerzo renovado para "incrementar las ambiciones" de cara Glasgow. El resultado: entre 3,3 y 4,7 Gt de CO2 adicionales de reducción. Sobre esta base, la red científica Climate Action Tracker prevé un calentamiento de +2,4°C (rango: +1,9 a +3°C)[6].
Johann Rockström, director del Instituto de Potsdam, transmitió a la COP los diez mensajes clave más recientes de la ciencia. El primero, que las emisiones mundiales de CO2, por sí solas, deben reducirse cada año en 2Gt/año (5%) de aquí a 2030 para tener una posibilidad sobre dos de mantenerse por debajo de 1,5°C, y en 4Gt/año (10%) para tener dos posibilidades sobre tres de mantenerse por debajo de 1,5°C. Se requiere una reducción similar para el metano y el óxido nitroso[7]. No hay esperanza de conseguirlo con un ritmo de revisión quinquenal de los planes nacionales. Por ello, Glasgow decidió pasar a un ritmo anual. Visto de lejos, esto parece dejar una pequeña posibilidad de éxito. Visto de cerca, es una ilusión.
En primer lugar, hay que tener en cuenta la justicia climática. Las reducciones del 5% y del 10% son objetivos globales, que deben modularse para tener en cuenta las responsabilidades diferenciadas de los países. Rockström presentó la evaluación más reciente de esta cuestión: el 1% más rico de la población mundial debe dividir sus emisiones por treinta, mientras que el 50% más pobre puede multiplicarlas por tres. Esto demuestra claramente que el clima es una cuestión de clase, una cuestión importante en el conflicto entre una minoría poseedora y la mayoría desposeída.
En segundo lugar, una reducción lineal de 2 ó 4 Gt/año en términos matemáticos no es, en absoluto, lineal en términos económicos, sociales y políticos. Cuanto más se reduzcan las emisiones (o se intenten reducir), y cuanto más corto sea el plazo, más chocará la reducción de emisiones con las exigencias capitalistas de crecimiento y beneficio. Esto es muy concreto: en el sector energético, la patronal está frenando las inversiones en combustibles fósiles, para limitar los activos devaluados [stranded assests]. Como los combustibles fósiles cubren más del 80% de las necesidades, un pico de suministro de energía precederá probablemente al pico de demanda. Mientras tanto, los precios son altos[8], lo que es bueno para las empresas de combustibles fósiles, pero alimenta la inflación, frustra la recuperación post-covid y pesa mucho sobre las clases trabajadoras. Éstas pueden luchar o votar a los nacional-populistas. Ambas opciones frustran la estabilidad. Para calmar los precios y evitar la escasez habría que impulsar la producción de combustibles fósiles. China lo ha hecho con el carbón y Biden ha pedido (sin éxito) a Arabia Saudí y Rusia que lo hagan con el petróleo. Pero potenciar los combustibles fósiles = potenciar las emisiones.... Es la cuadratura del círculo.
Una contradicción insuperable, una fuente de caos
China y Estados Unidos han emitido una declaración conjunta en la COP. No servirá de nada para salir del atolladero. Se trata principalmente de una declaración para guardar las apariencias. Las dos grandes potencias tienen interés en presentarse juntas como garantes de la estabilidad del mundo y de su clima. Quizá intenten colaborar en algún aspecto parcial de la política climática (¿emisiones de metano?). Pero las tensiones subyacentes son muy fuertes y tienden a agravar los conflictos. En Estados Unidos, la mayoría demócrata pende de un hilo: Manchin [el senador demócrata que frena la lucha contra el cambio climático], un fiel amigo del carbón. Los republicanos han ganado las elecciones en Virginia, esperan ganar las elecciones de mitad de mandato y están haciendo campaña contra la subida del precio de los combustibles. ¡Su victoria cambiaría muchas cosas!. En China, la estabilidad de la burocracia depende del progreso del nivel de vida medio, por un lado, y de la exaltación nacionalista, por otro. La reactivación del carbón no impide la subida del precio del petróleo. Hay muchas razones para que Pekín siga replegándose para dentro y acelerando sus planes de recuperación de Taiwán. Todo esto es muy inestable.
Se mire por donde se mire, el problema choca con la imposibilidad de la transición energética capitalista: no se puede reactivar una economía de crecimiento basada en un 80% en combustibles fósiles y al mismo tiempo sustituir los combustibles fósiles por renovables y reducir drásticamente las emisiones a muy corto plazo. Es físicamente imposible. O reducimos la producción para lograr la transición, o sacrificamos la transición por el crecimiento del PIB. Sin embargo, "el capitalismo sin crecimiento es una contradicción" (Schumpeter). Conclusión: la contradicción es insoluble, salvo mediante un cambio sistémico revolucionario. Mientras esta posibilidad histórica no se convierta en una posibilidad concreta, la contradicción se agravará con cada intento de reducir las emisiones.
Cada capitalista intenta trasladar la responsabilidad a sus competidores y a los trabajadores. Cada clase capitalista utiliza su Estado para trasladar la responsabilidad a los Estados rivales y a las clases trabajadoras. Y los Estados más contaminantes son los Estados imperialistas que dominan a los más pobres. En consecuencia, la crisis ecológica/climática se combinará con graves convulsiones económicas, sociales y políticas (e incluso militares) en torno a los siguientes ejes:
- Profundización de las tensiones sociales que conduzcan a una importante crisis de legitimidad del poder, a la inestabilidad política y a una mayor tendencia al autoritarismo;
- políticas neocoloniales de creciente brutalidad hacia los pueblos del Sur, especialmente hacia las personas migrantes y, sobre todo, las mujeres;
- una rivalidad más aguda entre los capitalistas y entre los Estados capitalistas; y en particular,
- las crecientes tensiones geoestratégicas entre Estados Unidos y China.
Creer que un contexto así propiciaría la aplicación anual de acuerdos climáticos que estén a la altura del desafío es creer en los Reyes Magos.
Una regulación estatal podría ahorrar tiempo, pero...
Insistamos en este punto: no hay solución estructural sin una disminución global de la producción, el consumo y el transporte, modulada en base al respeto a la justicia social. Es imperativo producir menos, transportar menos, consumir menos y compartir más. Es indispensable compartir la riqueza y el tiempo de trabajo necesario[9]. Por tanto, una política de regulación capitalista, con un mayor papel del Estado, no es una alternativa a la crisis, si bien podría aliviar la dificultad. Pero aquí hay una segunda contradicción: el capital no quiere esta política.
El Protocolo de Montreal sobre la protección de la capa de ozono es un ejemplo de regulación eficaz. Firmado en 1987 y aplicado dos años después, planificó el fin de la producción y el uso de los CFC (clorofluorocarbonos), adoptó un calendario y creó un fondo mundial (financiado por los países ricos) para ayudar al Sur[10]. Veinte años más tarde, las emisiones habían disminuido en un 80% aproximadamente, y la Organización Meteorológica Mundial observó que la capa de ozono estratosférica empezaba a recuperarse[11].
Este precedente podría inspirar la acción en el ámbito climático. Tanto más cuanto que existe un precedente dentro del precedente (valga la redundancia): reunidas en Kigali en 1996, las partes del Protocolo del Ozono decidieron eliminar también los HFC (hidrofluorocarbonos). Después de Montreal, estos HFC han sustituido a los CFC. No destruyen la capa de ozono, pero, al igual que los CFC, tienen un poder de radiación[12] más de mil veces superior al del CO2. El aumento de las emisiones de HFC corre el riesgo de anular el beneficio climático que fue un resultado indirecto del Protocolo del Ozono. Al decidir poner fin a los HFC, los gobiernos hicieron compatible la recuperación de la capa de ozono con la lucha contra el cambio climático. El impacto sobre el calentamiento global no es enorme: en 2050, Kigali habrá reducido las emisiones de gases de efecto invernadero en 90 GtCO2eq en comparación con las proyecciones, el equivalente a dos años de emisiones. Pero dos años son importantes cuando cada año que pasa aumenta la probabilidad de pasar de la catástrofe al cataclismo[13].
El mismo método permitiría reducir rápidamente las emisiones de metano. El efecto invernadero de este gas es mucho más potente que el del CO2[14] y cada vez emitimos más. La reducción de las emisiones de los ecosistemas, de la agricultura (especialmente los arrozales) y la ganadería no puede hacerse de un plumazo. Pero eliminar las fugas de la red de gas, de los pozos de petróleo y de las minas de carbón es relativamente fácil, no requiere cambios estructurales en el sistema de producción y podría reducir el calentamiento en 0,5°C respecto a las proyecciones. No hace falta ningún avance tecnológico, sólo obligar a las empresas a realizar las inversiones necesarias. Pero ahí es precisamente donde radica el problema: no se puede obligar a los capitalistas, sólo se les puede estimular mediante los mecanismos del mercado. Esta es la doxa neoliberal consagrada en el Acuerdo de París. Veremos que Glasgow descarta más que nunca su derogación.
Metano y deforestación: ¿a la búsqueda del tiempo perdido?
La prensa se ha hecho eco del acuerdo sobre el metano. En la COP, más de 100 países prometieron reducir sus emisiones en un 30% para 2030. De ser así, el calentamiento en 2050 sería 0,2°C inferior al previsto (menos de la mitad del potencial). Pero no se trata más que de una declaración de intenciones. No hay cuotas por país, no hay financiación para los países del Sur, no hay sanciones por incumplimiento... Estados Unidos, la UE y Canadá parecen dispuestos a actuar, es cierto, y es fácil ver por qué: aparte de Trump, los líderes capitalistas comienzan a tener pánico. Limitar el metano es una medida bastante fácil. Pero queda mucho camino por recorrer: China y Rusia no han firmado el texto de Glasgow. También es fácil entender por qué: son dos grandes emisores. Su ausencia servirá obviamente de pretexto para que los capitalistas de otros países se resistan. Por tanto, es dudoso que se les imponga nada. En su lugar, se utilizarán incentivos e impuestos, con la esperanza de que el coste de la inversión caiga por debajo del precio del gas ahorrado. Las clases trabajadoras pagarán la factura.
La deforestación plantea un dilema similar. Sería otra forma de recuperar parte del tiempo perdido desde Río (1992), sin afectar a la estructura del aparato productivo. En Glasgow, 131 países se comprometieron a invertir 12.000 millones de dólares en un Compromiso de Financiación Forestal Global (GFFP). El objetivo es "detener e invertir la pérdida de bosques" para 2030[15]. Este compromiso es muy similar al realizado en Nueva York en 2014: acabar con la deforestación para 2030, con una reducción del 50% para 2020. En 2015-2017, ¡la tasa de deforestación aumentó un 41%! Algunos se alegran porque el GFFP está firmado por Brasil y Rusia, de modo que más del 90% de los bosques de la Tierra están implicados. Pero esto no es garantía de eficacia. Tampoco es una garantía de justicia para los pueblos indígenas, cuyos derechos y méritos reconoce enfáticamente el GFFP, pero sólo de palabra.
En cuanto a la eficacia, es importante tener en cuenta que la frase "detener e invertir la pérdida de bosques" no es tan unívoca como parece. Para algunos, eliminar un bosque NO es una "pérdida forestal"... si el terreno no se utiliza luego para otras actividades económicos. Extraña dialéctica: se puede talar un bosque sin "perderlo" si es para producir, en el monocultivo industrial, "créditos de carbono", granulado, carbón vegetal o aceite de palma. Esta es la interpretación de Indonesia. Alberga uno de los tres grandes macizos de selva tropical. Poco a poco lo está arrasando para plantar palmeras. Había una moratoria, pero dos meses antes de la COP, Yakarta se negó a prorrogarla. El representante de Indonesia en Glasgow firmó "poner fin a la pérdida de bosques”, pero a continuación dijo lo siguiente: "obligar a Indonesia a lograr la deforestación cero para 2030 es del todo inapropiado e injusto" porque "el desarrollo no debe detenerse en nombre de las emisiones de carbono o la deforestación". Detener la pérdida de bosques, sí – detener la deforestación, no... En cuanto a los pueblos indígenas, el caso de Brasil habla por sí mismo: ¿es realmente necesario explicar por qué la firma del GFFP por el fascista Bolsonaro, que ha declarado la guerra a la selva amazónica y a los pueblos que la habitan, no tiene absolutamente ninguna credibilidad?[16]
Detrás de las promesas vacías, el poder soberano del Dios Mercado
El cielo de la COP se llenó de acuerdos de este tipo: abandono del carbón, coches eléctricos, cese de las inversiones transfronterizas en combustibles fósiles o cese de las inversiones en combustibles fósiles en territorio nacional. Algunos países incluso han anunciado con orgullo su intención de ecologizar su Defensa para "reducir su huella ecológica, especialmente en el ámbito energético"[17]. Es una pena que a veces el ridículo no mate, a diferencia de los ejércitos.
Todos estos acuerdos son promesas vacías. No son vinculantes, no contienen medidas concretas ni compromisos de los países, ni sanciones por incumplimiento. ¿Qué sentido tienen? Parte de la respuesta es que los gobiernos están aprovechando el foco de atención de la COP para darse una imagen verde y complacer a su opinión pública sin perjudicar los intereses de los capitalistas...[18] Pero esto nos lleva a una explicación de más calado: las promesas vacías están en sintonía con la ideología neoliberal, que en última instancia sólo conoce un responsable en la toma de decisiones: el Mercado, es decir, el beneficio, o sea, una minoría de accionistas.
El carbón y otros fósiles: un mensaje muy claro
Las tribulaciones para la aprobación del acuerdo de Glasgow sobre el carbón y otros fósiles son muy esclarecedoras. Primera versión (¡inspirada en el informe de la AIE!): la COP "pide a las Partes que aceleren el abandono del carbón y pongan fin a las subvenciones a los combustibles fósiles". Segunda versión: la COP "pide a las Partes que aceleren el desarrollo, el despliegue y la difusión de tecnologías y la adopción de políticas para la transición a sistemas energéticos con bajas emisiones de carbono, entre otras cosas, aumentando la proporción de generación eléctrica limpia y acelerando el abandono gradual de la generación eléctrica con carbón sin disminuir y la eliminación gradual de las subvenciones a los combustibles fósiles ineficientes". El aire se vuelve irrespirable, pero se sigue hablando de "salir" del carbón y "salir" de las subvenciones a los combustibles fósiles. Tercera versión: tras una intervención de la delegación india, en medio de la reunión de ratificación, se sustituye "acelerar la salida" por "acelerar los esfuerzos hacia la reducción"[19].
Hay que denunciar el papel del gobierno de Modi. Pero es evidente que la India ha actuado no sólo a favor de todo el planeta del carbón, sino también a favor de todo el planeta fósil, y con el apoyo de todos los pistoleros capitalistas. Había muchos de estos últimos en la COP para asegurar, como dijo un gran patrón finlandés, que la conferencia "se centre en el crecimiento ecológico y no en la regulación, la limitación y la fiscalidad"[20].
Técnicamente, el alcance del artículo sobre los fósiles no es muy preciso. La "reducción de emisiones" es una noción vaga. Según la OCDE, "la reducción se refiere a una tecnología aplicada o a una medida adoptada para reducir la contaminación y/o su impacto en el medio ambiente". Según el G7, "la generación de energía con carbón sin reducción se refiere al uso de carbón que no está mitigado (sic) por tecnologías que reducen las emisiones de CO2, como la captura y el almacenamiento de carbono"[21]. Estas definiciones podrían abrir posibilidades más amplias para los capitalistas que la carísima captura y almacenamiento de carbono (CAC). Por un lado, la captura con uso (CCU), donde el CO2 de las plantas de combustibles fósiles se utilizará en otras industrias para fabricar productos. De la que el gas acabará saliendo... a veces muy rápidamente (por ejemplo, las bebidas gaseosas). Por otro lado, si los gobiernos consideran la absorción de CO2 por parte de los bosques como una reducción de las emisiones (¡más adelante veremos que EE UU y la UE hacen precisamente esta amalgama!), entonces la reducción podría consistir simplemente en ... plantar árboles.
Sin embargo, desde el punto de vista político, el mensaje es claro. En esencia, los magnates de la energía están diciendo los siguiente a los gobiernos y a la gente:
- Dejen de soñar con salir de los combustibles fósiles. Lo que cuenta es el desarrollo de tecnologías verdes.
- No interfieran impidiéndonos explotar nuestras minas de carbón y abrir otras nuevas, ya somos bastante condescendientes aceptando sistemas para reducir el impacto del CO2.
- No se molesten en imponernos una proporción mínima de emisiones a reducir, o un método de reducción en lugar de otro.
- Si realmente quieren recortar las subvenciones a los combustibles fósiles, recorte las ineficientes, que no contribuyen a crear plusvalía[22].
Este es el mensaje que nuestros gobiernos ratificaron en Glasgow, sin ni siquiera ser consultados sobre su contenido final. Es una verdadera acto de fuerza de los [intereses] fósiles.
La fiebre hacia la neutralidad en carbono para 2050
El poder soberano del mercado –es decir, el beneficio, es decir, los accionistas– se expresa no sólo en los acuerdos, sino también en la prisa de los gobiernos por lograr la "neutralidad en carbono para 2050" (también conocida como "emisiones netas cero"). La Unión Europea, Estados Unidos, Sudáfrica, Brasil, Rusia, Japón, Arabia Saudí...: todos han planteado una estrategia. Cuanto más se acercaba Glasgow, más se multiplicaban las promesas de "carbono neto cero para 2050"... y, además, esas promesas consistían en sustituir la reducción de emisiones a corto plazo por hipotéticas absorciones de carbono a largo plazo. Mientras gritaban a los cuatro vientos que aspiraban a la "neutralidad en carbono" en 2050[23], algunos gobiernos entregaban un plan nacional de reducción sin cambios o incluso inferior a la de 2015[24]. Todo vale para crear confusión.
Climate Action Tracker (CAT) puso las cosas en su sitio al distinguir entre las políticas climáticas realmente aplicadas, los planes de reducción nacionales presentados, las promesas hechas en la COP y las estrategias para la "neutralidad en carbono para 2050"[25]. Como se ha dicho al principio de este artículo sobre la base de las políticas aplicadas, el aumento medio de la temperatura será de 2,7°C en 2100 (rango: +2 a +3,6°C). El panorama no mejora con la incorporación de los acuerdos y estrategias del "cero neto", sino todo lo contrario. En general, "ningún país ha puesto en marcha suficientes políticas a corto plazo para situarse en una trayectoria hacia el cero neto".
Esta conclusión general puede desarrollarse de la siguiente manera:
- con los objetivos de 2030, suponiendo que se cumplan, la proyección es de +2,4 (rango: +1,9 a +3°C);
- con los objetivos de 2030 y las promesas hechas durante la COP, suponiendo que se cumplan, la proyección es de +2,1 (rango: +1,7 a +2,6°C);
- con la promesa añadida de la "neutralidad en carbono" para 2050 ("escenario optimista", según el informe...), la proyección es de +1,8 (rango +1,5 a +2,4°C). "Este escenario no es compatible con el Acuerdo de París" ya que "no descarta un calentamiento de +2,4°C".
Climate Action Tracker ha evaluado más a fondo las estrategias para una "neutralidad en 2050"[26]. Los investigadores eligieron diez parámetros y adoptaron un código de colores (de bueno a malo: verde, ámbar, rojo). Conclusiones: las estrategias de Chile, Costa Rica, Unión Europea y Reino Unido son aceptables; las de Alemania, Canadá, Estados Unidos y Corea del Sur son mediocres; las de Japón, China, Australia y Nueva Zelanda son pobres y todas las demás son incompletas (sobre todo Brasil, Sudáfrica, Rusia, Arabia Saudí...). Está claro que la mayoría de los gobiernos se han subido al carro de la "neutralidad en carbono" para maquillarse de verde y pasar desapercibidos en Glasgow.
Merece la pena analizar la evaluación de las estrategias de los países desarrollados y de China. La UE está en rojo en dos parámetros: el compromiso con la equidad sin claridad y la no distinción entre eliminación y reducción de emisiones. Alemania está dos veces en ámbar y tres en rojo: su "cero neto" no cuenta las emisiones de la aviación y el transporte marítimo internacionales, y no excluye la "compensación de carbono" fuera de las fronteras nacionales. Los mismos puntos rojos para Estados Unidos, que también confunde absorción y reducción, y cuyo compromiso con la equidad carece de claridad (¡no hay manera!). En cuanto a China, está en rojo en 6 parámetros y en ámbar en otros 3.
Este análisis confirma plenamente las denuncias de los ecosocialistas y otros activistas: cuando no son inexistentes o completamente huecas, las estrategias de "carbono neto cero para 2050" son incompletas y, en el mejor de los casos, profundamente sesgadas. Toda esa palabrería sobre el "carbono cero neto" sólo ha servido para aplazar hasta las calendas griegas el grueso de las 19 a 23 GtCO2eq cuya eliminación en los próximos ocho años determinará si podemos evitar o no superar los 1,5°C de calentamiento. Está claro que se trata de una estafa, y la causa de esta estafa es clarísima: evitemos toda restricción, toda regulación, toda planificación.
No decidamos nada, fundemos el Mercado que decidirá
El Vº Informe de Evaluación del IPCC lo afirma explícitamente: "Los modelos climáticos presuponen el pleno funcionamiento de los mercados y un comportamiento competitivo de los mismos"[27]. Este supuesto presupone a su vez la creación de un mercado con instrumentos de mercado. París, en su artículo 6, había adoptado el principio de un "Nuevo Mecanismo de Mercado" para asumir los mecanismos globales del Protocolo de Kioto. Una serie de conflictos intercapitalistas impidieron la realización de este principio en la COP25 (Madrid), que fracasó en esta cuestión. Pero, ‘¡aleluya!, Glasgow llegó a un acuerdo. Todas las partes (Estados, regiones, empresas) podrán comerciar con los derechos de contaminación. Estos pueden generarse en cualquier lugar del planeta a través de inversiones limpias, de plantaciones de árboles, conservando los bosques existentes, capturado y secuestrando el CO2 (CCS) y capturado y usando el CO2 (CCU).
Algunos de los conflictos a resolver: ¿cómo evitar el doble cómputo de los derechos de emisión (por parte del vendedor y del comprador)?, ¿serán convertibles al nuevo sistema los derechos generados en Kioto (la mayoría de estos derechos no corresponden a reducciones reales de emisiones)?, ¿se gravará el comercio de derechos para ayudar a los países del Sur global a hacer frente a las "pérdidas y daños" que están sufriendo como consecuencia del calentamiento global?[28] No hay espacio suficiente para examinar todo esto en detalle. En general, "los mecanismos del artículo 6 crean tantas artimañas que podrían eliminar cualquier oportunidad que quede para llevar al mundo a la senda de los 1,5°C"[29]. Puede que las decisiones tomadas por la COP no sean suficientes para evitar la doble contabilidad. El compromiso alcanzado sobre los antiguos derechos -los generados en 2013 y que después serán convertibles- es una victoria para los mercaderes del aire caliente (“Hot air”, las falsas reducciones). Sobre todo, en el Brasil de Bolsonaro, que tiene muchos.
El siguiente paso será diseñar una lista de inversiones limpias generadoras de derechos. La lista de la Unión Europea ("Taxonomía", en la jerga) se fijará para finales de año. Hay mucho en juego: la taxonomía allanará el camino de las finanzas verdes. Pregunta en suspensión: ¿se incluirá la energía nuclear? Definirla como energía sostenible sería un absoluto disparate. Lo único sostenible de esta tecnología son los residuos con los que nadie sabe qué hacer. Contaminará el medio ambiente durante decenas de miles de años o más. Pero... el mercado es fantástico. China, por ejemplo, tiene previsto construir 150 reactores. Desde un punto de vista capitalista, que lo pone todo patas arriba (como decía Marx), sería un absoluto despropósito desaprovechar este pacto... fuente de beneficios duraderos. Encabezados por Francia, diez países hacen campaña para que la energía nuclear se incluya en la Taxonomía. Otros cinco se oponen, entre ellos Alemania. ¿Quién ganará? Suspense hasta que se decida...[30]
Financiación climática: ¡pobres, intenten ser atractivos para los inversores!
El colmo de esta lógica criminal se alcanza cuando se aborda la financiación climática. Tiene dos componentes: flujos públicos y flujos privados. El primero se subdivide a su vez en dos subcomponentes: los Fondos Verdes y la indemnización por pérdidas y daños. En la COP, todo este paquete fue objeto de una jornada plenaria: ¡bienvenidos al Día de las Finanzas!
Sobre el tema de los Fondos Verdes, el presidente de la mesa (ministro de finanzas británico) dijo en esencia lo siguiente: de acuerdo, el Norte no ha cumplido su promesa. Lo siento. Pero estamos en 80.000 millones, llegaremos a los cien a partir de 2023, entonces superaremos el objetivo y eso compensará el déficit de los años anteriores. Este señor no dijo que sólo 20.000 millones del Fondo Verde corresponden a subvenciones. El resto son préstamos. El acuerdo promete duplicar la financiación para la adaptación al calentamiento global a partir de 2025, pero sin garantías. Un comité de la ONU informará el año que viene sobre los avances hacia el objetivo de 100.000 millones de dólares anuales. La cuestión principal es que el Sur se ve amenazado por una nueva espiral de endeudamiento.
El tema de las pérdidas y daños es, con diferencia, aún más explosivo. Tomemos el ejemplo de Somalia. Ha contribuido al cambio climático histórico en un 0,00026%..., pero está sufriendo repetidas sequías, claramente atribuibles al calentamiento. En 2020, 2,9 millones de personas sufrían inseguridad alimentaria grave. La ayuda internacional es muy insuficiente. Kenia, Etiopía, Sudán y Uganda viven el mismo drama[31]. ¿Quién pagará? ¿Y quién pagará las futuras catástrofes? La ONG Christian Aid calcula que, si no se modifican las políticas, el cambio climático hará que el PIB de los países más pobres se sitúe en un -19,6% en 2050 y un -63,9% de media anual en 2100. Si limitamos el cambio climático a 1,5°C, estas cifras serían de -13,1% y -33,1%[32] respectivamente. La factura por pérdidas y daños se elevará rápidamente a varios miles de millones. El principio de financiación por parte de los países ricos está consagrado en la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, pero los gobiernos imperialistas se niegan a respetarlo.
Se supone que la solución milagrosa vendrá de la financiación privada. Mark Carney, ex de Goldman Sachs, ex director del Banco de Inglaterra, presidente del Consejo de Estabilidad Financiera del G20, ha sido nombrado por la ONU enviado especial para la financiación climática. Justo antes de la COP, reunió a varios componentes de las finanzas verdes en la Alianza Financiera de Glasgow para el Net Zero (GFanz). El GFanz está dirigido por 19 directores generales de grandes empresas financieras, entre ellos Brian Moynihan, del Bank of America, Larry Fink, del BlackRock, Jane Fraser, del Citigroup, Noel Quinn, del HSBC, Ana Botín, del Santander, y Amanda Blanc, del Aviva. Su objetivo es proporcionar "un foro dirigido por profesionales para que las empresas financieras colaboren en cuestiones sustantivas y transversales que aceleren la alineación de las finanzas con la red cero y apoyen los esfuerzos de todas las empresas, organizaciones y países para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París"[33].
En la COP, GFanz fue la estrella el Día de las Finanzas. El consorcio está valorado en 130.000 millones de dólares. El ministro de Hacienda inglés que presidía la jornada trató de engatusar a todo el mundo alabando este "muro histórico de capital", dispuesto a acudir al rescate del planeta y su clima. Traducción: dispuestos a financiar inversiones limpias, carbón limpio, hidrógeno verde, plantaciones de árboles, conservación de los bosques existentes, captura y secuestro de CO2 (CCS), captura y utilización de CO2 (CCU). Todo tipo de lavado de cara [greenwashing] es bueno, siempre que sea rentable. Porque las condiciones son bastante claras: "Para ello, los inversores necesitan tanta claridad como en las medidas financieras tradicionales de pérdidas y ganancias"[34]. Pobres, traten de ser atractivos para los inversores...
La ONG Reclaim Finance arrancó la máscara verde de estas finanzas. A groso modo: El punto de referencia de GFanz (los criterios "Race to Zero" de la ONU) no menciona los fósiles; a los miembros de la Alianza no se les exige que reduzcan sus emisiones indirectas (las denominadas "Scope 3", que suponen alrededor del 88% de las emisiones del sector fósil); ninguna obligación de reducción en cifras absolutas, basta con una medida de intensidad de carbono; ninguno de los socios del GFanz prohíbe o limita el recurso a la compensación; a mediados de octubre de 2021, 34 de los 58 miembros de la Alianza de Propietarios de Activos (uno de los componentes del GFanz) no ponían ninguna restricción a la inversión en fósiles...[35]
Unos meses antes de la COP21, François Hollande inauguró la cumbre empresarial sobre el clima en París diciendo: "Las empresas son esenciales porque son las que van a traducir, a través de los compromisos que se asuman, los cambios que serán necesarios: la eficiencia energética, el aumento de las energías renovables, la capacidad de transportarse con una movilidad que no consuma energía [¡sic!], el almacenamiento de energía, el modo de construcción de los hábitats, la organización de las ciudades, y también la participación en la transición, en la adaptación de los países que se están desarrollando"[36].
Aquí sólo podemos copiar la interpretación de esta afirmación en Demasiado tarde para ser pesimistas: " Queridos y queridas capitalistas, os ofrecemos el planeta, las ciudades y los bosques, los suelos y océanos, os ofrecemos incluso el mercado de la adaptación de los países del Sur a la catástrofe que les imponéis; todo es vuestro, tomadlo: éste es el mensaje”.
Desde el punto de vista del capital, es un error decir que la COP26 es un bla-bla-blá. Es más bien una apoteosis monstruosa del neoliberalismo. Esta cumbre ha dado un paso importante en el camino hacia la mercantilización total de la Tierra, sus ecosistemas y sus habitantes. En beneficio de las finanzas y a expensas del pueblo.
A modo de conclusión
Todos (o casi todos) los dirigentes políticos lo reconocen: la urgencia es máxima, el riesgo es inconmensurable, no hay tiempo que perder. Y, sin embargo, de una COP a otra, a pesar de la luz que arroja "la mejor ciencia", se pierde el tiempo y se acelera la marcha hacia el abismo. Esta realidad aberrante, alucinante y aterradora no proviene de la imbecilidad de tal o cual funcionario, ni de la conspiración de fuerzas ocultas: proviene de las leyes fundamentales del Capitalismo, y estas leyes también corrompen la "mejor Ciencia". Basado en la competencia por el beneficio, este modo de producción obliga a millones de capitalistas, so pena de muerte económica, a tomar en cada instante millones de decisiones de inversión que tienen como objetivo aumentar la productividad del trabajo a través de las máquinas. La caída resultante de la tasa de ganancia se compensa con un aumento de la masa de bienes producidos, un aumento de la explotación de la fuerza de trabajo y un aumento de la explotación de otros recursos naturales. Este sistema funciona como un autómata fuera de todo control. Lleva consigo, como una nube, no sólo la guerra -como dijo Jaurès- sino también el potencial de desarrollo ilimitado, el crecimiento ilimitado de la desigualdad y una mayor destrucción ecológica ilimitada.
Hay que repetirlo con fuerza: existe un antagonismo insuperable entre la prolongación de este sistema y la salvaguarda del planeta como entorno propicio para la vida y la humanidad. Por tanto, como hizo Lenin cuando estalló la guerra en 1914, para empezar, debemos, independientemente de la relación de fuerzas, atrevernos a hacer un diagnóstico claro: la situación es objetivamente revolucionaria. Con la COP de Glasgow se inicia un breve ciclo de advertencias cada vez más urgentes: o la convergencia de las movilizaciones sociales permite empezar a salvar la enorme distancia entre esta situación objetiva y el nivel de conciencia de los explotados y oprimidos (el factor subjetivo), o el autómata nos conducirá cada vez más a una barbarie de proporciones inéditas.
17 de noviembre 2021
Traducción: viento sur
Notas:
[1] Promesas realizadas en la COP de Cancún (2010=
[4] IEA, « Net Zero in 2050. A Roadmap for the Energy Sector »,https://www.ie…
[5] Gigatoneladas de gas de efecto invernadero calculados como si todo ese gas CO2
[6] Glasgow’s 2030 credibility gap , https://climat…
[8] “ COP26: oil prce soars even as the world turns against fossil fuel”, Financial Times, 4/11/2021
[9] Tanuro, Daniel(2018) Demasiado tarde para ser pesimistas. Sylone-viento sur.
[12] El podeer de radiación del gas es su capacidad para absorver y radiar la radiación infrarroja emitida por la Tierra y contribuir así al efecto invernadero que hace que el planeta sea apto para la vida.
[13] Daniel Tanuro, “L’accord de Kigali sur le climat : de l’arbre des HFC à la forêt du CO2 , http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article39236
[14] A corto plazo, el poder radiativo del metano es 80 veces mayor que el del CO2. Pero el metano se elimina rápidamente de la atmósfera (por reacción química con el oxígeno). Durante cien años, se calcula que su poder de radiación es 30 veces superior al del CO2.
[16] “Will the COP26 global deforestation pledge really save forests?”, Kieran Mulvaney, National Geographic, 5/11/2021.
[17] https://www.dhnet.be/actu/monde/vingt-deux-pays-dont-la-belgique-s-engagent-a-cooperer-pour-adapter-leurs-armees-au-changement-climatique-618e96749978e25ff06207d9?
[18] Por ejemplo, Francia se enorgullece de haberse unido a la coalición Beyond Gas and Petrol (BOGA). Junto con otros once países (muy pocos productores), promete dejar de extraer petróleo o gas... en su territorio. Se abstiene de la coalición entre Gran Bretaña y otros países, que prometen no poner más dinero público fuera de sus fronteras en instalaciones de combustibles fósiles sin reducción. La ausencia de Francia en esta última coalición, y la de Gran Bretaña en la primera, se ve clara por los vínculos entre París y Total, por un lado, y los intereses fósiles de Londres en el Mar del Norte, por otro.
[19] Véase la investigación de Global Witness sobre los cientos de pistoleros de los combustibles fósiles en la COP https://www.gl…. Lea también "In Glasgow, COP26 Negotiators Do Little to Cut Emissions, but Allow Oil and Gas Executives to Rest Easy", Climate News, 12/11/2021: "Los representantes de Royal Dutch Shell y Chevron participaron bajo las banderas de las delegaciones nacionales o de los grupos industriales. Arabia Saudí y otros petroestados llevaron a delegados de sus compañías petroleras. La delegación canadiense incluía un representante de Suncor, uno de los principales productores de arenas petrolíferas del país".
[20] Financial Times, 11/11/2021
[21] https://www.e3g.org/news/explained-what-does-unabated-coal-mean/
[22] La subvención pública al gasóleo de calefacción que existe en Bélgica, por ejemplo, es completamente ineficiente,
[23] 2060 para Chinem, 2070 para India.
[24] Carbon Action Tracker, op. cit.
[25] Climate Action Tracker, "Glasgow’s 2030 credibility gap: net zero’s lip service to climate action. Wave of net zero emission goals not matched by action on the ground », https://climat…
[26] Climate Action Tracker, « Net zero target evaluations », https://climat…
[27] AR5, GT3, Chap 6, p. 422
[28] Financial Times, 11/11/2021.
[29] Comunicado de CLARA (Climate Land Ambition and Rights Alliance), https://global…
[31] https://www.ox…- naturelles-qui-demandent-une-action-durgence
[33] https://www.globalcapital.com/article/299y63wwjw04h50dqpds0/sri/gfanz-becomes-new-oversight-body-for-climate-finance
[36] https://www.elysee.fr/francois-hollande/2015/05/20/declaration-de-m-francois-hollande-president-de-la-republique-sur-la-conference-de-paris-sur-le-climat-a-paris-le-20-mai-2015