La semana del 20 al 27 de septiembre tuvo lugar una movilización histórica a favor de la justicia climática. Con más de 7,5 millones de manifestantes en 185 países, se trata de la mayor movilización coordinada a nivel mundial desde la guerra de Iraq de 2003. Una nueva generación está surgiendo, nacida de la acción colectiva y política. Su fuerza y determinación están arrastrando a otros sectores de la sociedad: sindicalistas, científicas, padres y madres...
El desastre climático y social es ya una realidad
El aumento de 1,1°C de la temperatura media de la Tierra desde mediados del siglo XIX está teniendo ya efectos dramáticos. La multiplicación y agravación de fenómenos extremos (incendios, inundaciones, sequías, huracanes y tifones....) devastan regiones enteras. El hambre, que ha aumentado por tercer año consecutivo, afecta a más de 820 millones de personas en todo el mundo. Una cuarta parte de la humanidad está amenazada por la escasez de agua. Hay más de 2500 conflictos por el acceso a los combustibles fósiles, el agua, los alimentos y la tierra.
Las desigualdades ambientales agravan aún más las desigualdades sociales, racistas y de género. Si los ricos destruyen el planeta (los más ricos de los países ricos pueden emitir hasta 2000 veces más gases de efecto invernadero que los más pobres de los países pobres), son las clases trabajadoras, los pueblos del Sur, las personas racializadas y las mujeres las que más sufren los desastres climáticos, las que viven en las zonas más contaminadas, las que sufren la escasez de agua potable y la degradación de las tierras agrícolas.
Tierras, océanos y zonas heladas: ¡es urgente romper los círculos viciosos!
Una cuarta parte de la superficie terrestre ya está degradada por la agricultura industrial y la ganadería, que además contribuyen a un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero (informe del IPCC de 8 de agosto de 2019). Cuanto más empeora la crisis climática, más se degrada la tierra. Pero además, cuanto más degradada está la tierra, menos CO2 absorbe y menos contribuye a la lucha contra el cambio climático.
El deshielo, el calentamiento de los mares y el aumento del nivel del mar amenazan a una cuarta parte de la población mundial en las zonas costeras, las regiones de alta montaña o la región del Ártico y en particular a los pueblos indígenas (Informe del IPCC del 25 de septiembre). La expansión del agua debido al calor y el derretimiento de los casquetes polares (Groenlandia, Antártida) han llevado a un aumento del nivel del mar de hasta un metro. Los océanos desempeñan un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático, habiendo absorbido una cuarta parte del CO2 emitido y el 90% del calor originado por los gases de efecto invernadero desde 1970. Pero su calentamiento y acidificación, además de destruir la biodiversidad, reducen su capacidad de absorción y agravan el cambio climático.
El Informe Especial del IPCC (SR15) confirma lo que ya sabían desde hace tiempo los directamente afectados que impusieron la referencia a 1,5°C en el Acuerdo de París: el aumento de 2°C en la temperatura media del planeta está lejos de ser un límite seguro.
La inacción está matando el clima
La COP25 estaba programada para llevarse a cabo en Santiago de Chile. Hubiera sido cínico y caricaturesco organizarlo bajo la amenaza de un ejército que se hizo famoso bajo la dictadura de Pinochet. Finalmente tendrá lugar del 2 al 13 de diciembre en Madrid. Autobautizada "COP de Acción", como toda nueva reunión internacional, tiene la ambición de "aumentar los compromisos de los países". El Acuerdo de París en la COP21 de 2015 registró las Contribuciones Determinadas a nivel Nacional. La suma de estos compromisos, que ni siquiera se han cumplido, conduce a un aumento de la temperatura media muy por encima de los 3°C. Por lo tanto, ahora toca prometer nuevos compromisos revisados al alza para... la COP26 en Glasgow en 2020.
Los negacionistas del clima Trump y Bolsonaro boicotearon la Cumbre Climática de la ONU en septiembre de 2019 y son culpables de los peores ecocidios. Sin embargo, la retórica de los líderes de las otras potencias no es mucho mejor. El objetivo de "neutralidad de carbono para 2050", promovido por Antonio Guterres y adoptado por unos 60 países, entre ellos Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y el Reino Unido, es un fraude peligroso. La neutralidad de carbono o "cero emisiones netas" no implica cero emisiones de GEI. Las emisiones pueden seguir creciendo, como lo están haciendo ahora, a condición de que sean "compensadas" por emisiones negativas, es decir, por la absorción de carbono. Tras estas "emisiones negativas" se encuentran tecnologías arriesgadas y destructivas como la BECCS (bioenergía con captura y secuestro de carbono) que, para absorber de manera significativa el exceso de carbono, requeriría dedicar el equivalente de la superficie terrestre de la India al cultivo de biomasa a expensas de cultivos alimentarios y de la biodiversidad, desafiando los derechos de los pueblos y los campesinos.
Las respuestas de mercado o tecnológicas son ineficientes, peligrosas e injustas, pero son las únicas que se pueden esperar dentro del sistema capitalista. Este sistema es incapaz de responder al desafío climático porque no puede abordar el problema por su raíz: los combustibles fósiles.
Para tener un 50% de posibilidades de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5°C, las emisiones de carbono tienen que reducirse drásticamente de aquí a 2030 (-58% en comparación con 2010). Sin embargo, el 80% de las emisiones de GEI se deben a combustibles fósiles, que en el sistema actual cubren el 85% de las necesidades energéticas. No se trata de una transición, sino de una revolución energética. Sin embargo, el sistema de energía fósiles y las reservas de petróleo, gas y carbón están concentradas en manos de grupos o países capitalistas y representan enormes masas de capital (1/5 del PIB mundial sólo en instalaciones). Los capitalistas no renunciarán voluntariamente a su capital y ningún gobierno a su servicio les obligará a hacerlo.
La única salida es movilizar a los jóvenes y a los pueblos
Necesitamos un programa de medidas de transición ecosocialistas que combine democracia real, justicia social y lucha contra elcambio climático.
Satisfacer las necesidades respetando al mismo tiempo las limitaciones ecológicas: producir menos, compartir más.
La expropiación sin compensación ni recompra, y la socialización bajo el control de los trabajadores y las poblaciones del sistema energético, así como del sistema bancario, son condiciones esenciales para salir de las energías fósiles y nucleares y pasar a un sistema energético 100% renovable, descentralizado, económico y socialmente justo. No se trata sólo de cambiar las fuentes de energía, sino de romper con el productivismo inherente al capitalismo, de eliminar la producción innecesaria y nociva, el derroche de energía, recursos y mano de obra debidos a la publicidad y la obsolescencia programada. La agricultura campesina ecológica, de circuito corto, es un arma de justicia social y climática, y supone el fin de la agroindustria que destruye la tierra y arruina a los campesinos. El transporte es responsable de una quinta parte de la producción de gases de efecto invernadero. El transporte aéreo o de contenedores debe reducirse drásticamente, el tráfico de automóviles debe tender a desaparecer en favor del transporte público gratuito y de la reconversión de las ciudades y los territorios.
En general, se trata de definir democráticamente qué debe producirse y en qué condiciones. La reducción masiva y colectiva de la jornada laboral sin pérdida de salario ni intensificación del trabajo debe ir acompañada de un cambio en la organización y el contenido del mismo. También es imprescindible repartir el trabajo de reproducción social que ahora es en gran medida invisible y realizado por mujeres. Esto requiere servicios de salud pública, atención a la primera infancia, atención a las personas mayores y a las personas dependientes......
La responsabilidad histórica por las emisiones de GEI es desproporcionada entre los países imperialistas que desde hace mucho tiempo basan su desarrollo industrial en los combustibles fósiles, y los países dominados. El Fondo Verde prometido desde 2010 para financiar la transición y la adaptación de los países del Sur sigue sin existir. La contabilidad del carbono en la que se basan las negociaciones impide el reconocimiento de esta "responsabilidad común pero diferenciada". Los mecanismos de comercialización y compensación consideran que todas las toneladas de carbono son iguales en todos los lugares y bajo todas las condiciones sociales e históricas. Lejos de reconocer la deuda climática, son la base de un nuevo imperialismo ambiental que hace recaer la carga de la reparación sobre las primeras víctimas del cambio climático. Por otra parte, la reparación de los crímenes coloniales requiere la abolición de la deuda, la libertad de circulación y de asentamiento de los migrantes y el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas.
El capitalismo lleva al mundo entero a una crisis global, climática y ecológica, social y económica, política y democrática, una crisis de civilización. Sin embargo, este sistema no colapsará por sí solo. Cada vez más autoritario y militarizado, genera guerras, arruina millones de vidas y destruye la biodiversidad, la Tierra y el clima.... y seguirá haciéndolo mientras mantenga el control. Pero en todas partes la gente se levanta, y en estos levantamientos los jóvenes son mayoría y las mujeres están en la vanguardia.
El surgimiento simultáneo de un movimiento climático mundial y la nueva ola feminista
responde al hecho de que el capital, además de agotar a los trabajadores, también agota y destruye toda la vida, la de los seres humanos y la de la naturaleza. Esto proporciona la base para una convergencia del 99% para cambiar el sistema, aboliendo el capital y construyendo una economía planificada democráticamente y un sistema social basado en principios democráticos, feministas y ecológicos. Una economía democráticamente planificada es la única manera de proteger a los trabajadores de las empresas que se van a eliminar (minas, pozos de petróleo, etc.) dándoles la oportunidad de cambiar de empleo sin perder su grado.
Esta convergencia sólo puede construirse al calor de movilizaciones reales, en debates, autoorganización, huelgas y bloqueos.