
Dos días después de haber atacado Irán, el martes 24 de junio, Trump anunció con bombos y platillos que imponía un alto el fuego entre Israel e Irán, alegando que su ofensiva había destruido el potencial nuclear iraní y abierto el camino hacia la paz. Las horas siguientes demostraron la fragilidad de ese alto el fuego y los límites del poder de Trump sobre su aliado israelí.
De todos modos, Trump sigue siendo un belicista y una fuerza de destrucción, de ninguna manera una fuerza de paz.
Al atacar y bombardear Irán diez días después del ataque israelí, Trump trajo a la humanidad una violencia mortal, amplificando la que ya había desatado Netanyahu. Trump se arrogó el derecho de atacar a un país soberano, a su población, de herir y matar a niños y adultos, solo para afirmar el poder de una fuerza militar que pretende golpear a quien quiera, cuando quiera y donde quiera.
Netanyahu contó con el apoyo total de Trump en su genocidio contra el pueblo palestino, bombardeando Líbano y Siria con total impunidad, y continuando con las políticas colonialistas y supremacistas de su gobierno. El ataque deliberado contra Irán buscaba reforzar la agresión del Estado israelí contra todos los pueblos de la región —empezando por el pueblo palestino—, aceptada en silencio por la mayoría de los regímenes árabes y con el apoyo decidido de los dirigentes occidentales.
El gobierno israelí quería hacer fracasar toda posibilidad de acuerdo nuclear con Irán en el marco de las negociaciones en curso entre los países occidentales, incluidos Estados Unidos, y la República Islámica. El objetivo israelí es bloquear el programa nuclear iraní —que es anterior a la República Islámica— para garantizar al Estado sionista el estatus de potencia dominante en Medio Oriente y un derecho exclusivo al enriquecimiento de uranio y a las armas nucleares.
Detrás de la cuestión nuclear, Netanyahu busca ante todo tener las manos libres para llevar adelante su programa de anexión de los territorios de Gaza y Cisjordania y de expulsión de la población palestina, y apunta a silenciar la oposición interna a ese proyecto criminal, así como la movilización popular activa y creciente en todo el mundo contra la masacre genocida.
En un momento en que su supremacía económica tambalea, la administración Trump también busca reafirmar su poder militar, a través de su capacidad de golpear en cualquier lugar y en cualquier momento, sin verse limitada por un mandato de la ONU, de la OTAN o incluso del Congreso estadounidense. Para esta administración, que está llevando al país a una recesión económica mediante ataques sociales y recortes presupuestarios, la guerra y la amenaza de guerra se han convertido en armas ideológicas destinadas a silenciar a los pueblos e imponerles políticas militaristas. Se trata de una nueva escalada y de una amenaza para los pueblos de todo el mundo. Debemos movilizarnos para detenerla, en Estados Unidos y en todo el mundo. Sus intenciones son tan criminales como las de Netanyahu.
Desde el inicio de la dictadura de la República Islámica, el pueblo iraní ha intentado en varias ocasiones movilizarse por sus derechos sociales y democráticos, en particular recientemente con el movimiento «Mujer, vida, libertad».
Los ataques israelíes y estadounidenses han agravado las condiciones de vida, causado cientos de muertes y miles de heridos, contribuyendo a la destrucción de las condiciones de vida de la población y de la economía del país, al mismo tiempo que endurecen la política represiva del régimen. Atacar la prisión de Evin es un ataque contra los presos políticos que allí se encuentran, del mismo modo que los bombardeos sobre zonas urbanas son un ataque contra la población.
Estamos firmemente del lado del pueblo iraní, tanto en su resistencia contra la dictadura como en su derecho a vivir libre de toda agresión militar extranjera. Los únicos que tendrían interés en empujar hacia la destrucción del país y del régimen mediante la guerra y los bombardeos son los sectores reaccionarios —ya en contacto con los regímenes occidentales—, entre ellos algunos de los Guardianes de la Revolución o los antiguos monárquicos. Estos buscan reemplazar el régimen por un sistema igual de represivo y antidemocrático, pero alineado con los países occidentales.
Las guerras recientes, como las llevadas a cabo en Irak o Afganistán por Estados Unidos y sus aliados, siempre terminaron en catástrofes humanitarias y políticas.
El derrocamiento de la República Islámica será obra del propio pueblo iraní, y no de la acción militar de regímenes tan peligrosos para el pueblo como el régimen actual. El bombardeo de los sitios nucleares corre el riesgo de causar daños colosales a la población y al medioambiente.
¡Alto a la agresión israelí y estadounidense!
¡Fin inmediato de la escalada regional!
¡Solidaridad con los defensores de los derechos humanos en Irán y con los presos políticos!
¡Solidaridad con el pueblo iraní contra la dictadura!
Como hacemos desde hace meses, seguimos exigiendo:
¡Sanciones inmediatas contra Israel!
¡Fin inmediato de todo comercio de armas con Israel!
¡Una movilización mundial para poner fin al genocidio en Palestina!
26 de junio de 2025, declaración del Buró Ejecutivo de la Cuarta Internacional