Con las medidas adoptadas por el gobierno nacional el país se encamina a la estanflación tal como lo adelantó el presidente Milei. Con el agravante que lo hace en el marco de una economía global muy débil.
Con la obsesión de lograr un superávit fiscal primario de 2 puntos este 2024, el ministro Caputo dispuso un ajuste fiscal de 5,2% del PIB. Este porcentual se lograría con una baja del gasto del 2,9% y un aumento de ingresos del 2,2%, (este ajuste es más fuerte que el que pedía el Fondo que, frente a un déficit primario de 3%, proponía llevarlo a cero en 2025). Al mismo tiempo dispuso una devaluación del 118% y un ajuste mensual (crawling peg) del tipo de cambio de 2% y liberó los precios de los bienes y servicios que se tranzan en el mercado interno.
El rol del Congreso
En el esquema del ministro el aumento de los ingresos se logra mediante la reposición de derechos de exportación sobre sectores no agropecuarios (el 20% de estas ventas se podrán liquidar en el CCL) y el impuesto a las ganancias a la 4ta. Categoría, más la subida del impuesto PAIS a las importaciones y retenciones a las exportaciones. La reducción de gastos se logra con la prórroga del Presupuesto 2023, así se licuan los pasivos del Estado (salarios públicos, deudas con proveedores, jubilaciones y pensiones), más la derogación de la ley que impone la movilidad jubilatoria. Algunas de estas medidas incluidas en la llamada Ley Ómnibus requerirán de la aprobación del Congreso. De ahí que el ministro Caputo amenazara con que si no se aprueba esta ley el ajuste sobre gastos y tarifas sería mayor, y la responsabilidad recaería sobre los legisladores.
Adicionalmente, el paquete de medidas reemplaza el SIRA por un nuevo sistema que no requerirá de la aprobación previa y la emisión de un bono (BOPREAL), que los importadores pueden suscribir en pesos y al vencimiento se liquidan en dólares. Con él podrán pagar deudas con sus proveedores del exterior (es la primera vez que el Banco Central emite deuda en moneda extranjera, lo que puede ser un primer paso a la dolarización).
La buscada estanflación
La devaluación tuvo un traslado a precios inmediato (pass-through). La inflación en diciembre fue de 25.5% (29.7 en alimentos) cerrando el 2023 con un incremento de 211,4%, el más elevado índice desde 1990. Se esperan incrementos del orden del 18- 20% para enero y febrero cuando pesen los aumentos de las tarifas públicas (gas, electricidad, aguas, transporte). La duplicación del monto de la AUH y el incremento del 50% en la Tarjeta Alimentar no compensan los aumentos en la carestía de la vida.
La aceleración inflacionaria impactó rápidamente en salarios públicos, jubilaciones e ingresos populares, mientras que al bajar la tasa de interés se licuan también los fondos de los ahorristas. Todo se refleja en el menor consumo interno. Cae la actividad económica y la recesión está a la orden del día. Diversas estimaciones indican que el PIB cayó en 2023 un 2.3% y proyectan para este año una nueva caída de entre el 2.5 y el 4%. Dos años consecutivos de caída del PIB desalientan totalmente la inversión arrastrando en la caída la actividad del sector privado, profundizando la recesión, lo que a su vez explica la reducción de las importaciones. La menor actividad puede hacer que la tasa de desocupación trepe al 8-9%.
Este año las exportaciones serán importantes, y puede registrarse un mayor ingreso de capitales financieros especulativos. Sumados no necesariamente puedan contrarrestar la caída, por lo que la economía tenderá a estancarse mientras la inflación está estimada en promedio en 250% para todo el año. No es otra cosa que la buscada estanflación, como lo anunciara oportunamente el presidente de la Nación.
Solución de mercado
El Banco Central está empeñado en absorber pesos del mercado y licuarlos vía la baja de la tasa de interés, mientras compra divisas para recomponer el balance del organismo. Pero siendo que la única herramienta disponible para acrecentar las reservas es el superávit comercial, no solo necesita que crezcan las exportaciones, también que bajen las importaciones, por lo tanto menos consumo e inversión. Así la demanda interna que venía cayendo desde el último trimestre de 2023 aceleró ahora esa caída.
Toda la política de ajuste del gobierno está centrada en combatir la alta inflación con una solución de mercado, por eso la recesión inducida. Esto es, la demanda caerá tanto que finalmente la empresas comenzarán a liquidar stocks y a bajar precios, es lo que pasó en los últimos años con Cavallo y la inflación negativa.
Un mundo poco optimista
En su último informe “Perspectivas de la Economía Mundial” el Banco Mundial marcó un horizonte poco optimista, afirmando que “Sin una corrección importante del rumbo, la década de los años 20 de este siglo pasará a la historia como una época de oportunidades desperdiciadas para la economía global”. Si bien señaló que “la economía mundial está en mejor situación que hace un año, el riesgo de una recesión mundial ha disminuido, especialmente por la fortaleza de la economía de EE UU”; al mismo tiempo agregó, como tendencia contradictoria, “… que la desaceleración de la economía china es mayor a la esperada”.
Así, el organismo proyecta que el crecimiento mundial continuará siendo débil, disminuirá al 2,4 % este año y será el tercero consecutivo de desaceleración. Las previsiones indican que las políticas monetarias, las condiciones crediticias restrictivas y el bajo nivel del comercio y la inversión mundiales incidirán en el crecimiento. Señala como principales dificultades el ahogo que significan las deudas para los países de medio y bajo desarrollo y las dificultades de la población pobre para acceder a los alimentos básicos. No menciona a nuestro país como ejemplo, pero es más que evidente.
Solo una certeza
En este contexto es difícil hacer proyecciones, si la situación que dejó el gobierno anterior ya era compleja el primer mes del gobierno Milei la complejizó aún más y profundizó la crisis. ¿Cuál será el piso de la recesión para que comience a operar la solución de mercado? ¿Cuánto impactará la caída de la actividad en la recaudación fiscal? Lograr que las licitaciones del BOPREAL resulten exitosas depende de una brecha cambiaria mínima del 40%. Si la brecha sigue creciendo ¿forzará una nueva devaluación? ¿Una nueva devaluación relanzará la espiral inflacionaria? ¿Cómo será el flujo de divisas? ¿Cuánto impactará en la demanda de nuestros productos la desaceleración de la economía china y cuánto presionarán sobre los precios las buenas cosechas de Brasil, EE UU y nuestro país?
Nada es seguro. Solo que el conjunto de medidas constituyen un ataque en toda la línea al pueblo trabajador. La extraordinaria amplitud de la convocatoria de la CGT al paro general y concentración frente al Congreso nacional el próximo 24 reafirma esa certeza. Como también que el 2024 será un año de alta conflictividad social. De una fuerte disputa que se desenvolverá en el parlamento, en la justicia y en las calles. Una vez más, la moneda sigue en el aire.
Eduardo Lucita es integrante de EDI (Economistas de Izquierda).