Comprender la economía política de los estados del Golfo

Los analistas occidentales a menudo consideran el Golfo como una extraña anomalía entre los estados capitalistas. De hecho, tiene la misma dinámica subyacente que los países capitalistas en otros lugares y está dando forma poderosa a la política de Medio Oriente.

En diciembre de 2019, el gobierno de Arabia Saudita comenzó la privatización parcial de su propia empresa petrolera, Saudi Aramco, en lo que se convirtió en la oferta pública inicial (OPV) más grande del mundo hasta la fecha. Este fue el movimiento más audaz hasta el momento en el plan del príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman para remodelar toda la economía del país y recaudar fondos para crear un nirvana neoliberal.

Tendencias similares se manifiestan en los países vecinos del Golfo, con medidas como reducir el gasto público y privatizar los activos públicos que ocupan un lugar destacado en el discurso político de la región. Esto es lo que ha ocurrido especialmente desde la sobreproducción de petróleo de 2014.

Para un análisis del estado de la economía política del Golfo, Hamza Culin de Jacobin habló con Adam Hanieh. Adam enseña en el departamento de estudios de desarrollo de SOAS, Universidad de Londres. Su libro más reciente, Money, Markets, and Monarchies, examina cómo los seis estados del Consejo de Cooperación del Golfo están dando forma a la economía política del Medio Oriente en sentido amplio. Aquí, analiza la naturaleza específica del capital del Golfo, su papel en los mercados regionales y globales, y su futuro en un mundo posterior a COVID-19.

En el discurso públi co se ve la región del Golfo como una anomalía, como  un lugar que ha mantenido elementos de su pasado semifeudal pero que, sin embargo, ha logrado adaptarse al capitalismo moderno. El marco principal utilizado para comprender esta relación es la teoría del estado rentista (rentier state theory-RST). ¿Es este enfoque suficiente para comprender las realidades económicas y políticas contemporáneas del Golfo?

Hay muchas variantes de RST, pero su característica común es un intento de explicar los patrones sociales, económicos y políticos en el Golfo a través de los ingresos estatales derivados de las exportaciones de hidrocarburos. Estos ingresos son denominados «rentas» porque en última instancia provienen del accidente fortuito de tener recursos naturales en su territorio nacional. La idea básica es que el acceso a estas rentas les da a los gobernantes del Golfo una autonomía y un poder muy pronunciados sobre las otras partes de la sociedad. Esto se ha utilizado para explicar todo tipo de cosas en el Golfo: autoritarismo, sociedades civiles débiles, dependencia de redes de mecenazgo, «mentalidades» rentistas y patrones de desarrollo económico.

Hoy, es evidente que las exportaciones de hidrocarburos (petróleo y gas) son muy importantes para la economía política del Golfo. Pero ha habido numerosas críticas sobre cómo se utiliza el enfoque RST para explicar el Golfo y otros Estados que poseen recursos naturales. En mi opinión, uno de los principales problemas con la RST es que aleja nuestro análisis de abordar a las sociedades del Golfo como capitalistas; es decir, como países con sus propias especificidades pero que, sin embargo, tienen la misma dinámica subyacente que el capitalismo en otros lugares. Al hacer desaparecer el capitalismo, perdemos la categoría de clase. El capital privado se presenta como débil y subdesarrollado, y la importancia del trabajo y de la estructura de las clases trabajadoras se minimiza. También terminamos con una comprensión particularmente problemática del Estado en el Golfo.

Por el contrario, creo que un enfoque marxista de la formación estatal y de clase es una forma mucho más convincente y fructífera de entender el Golfo. Este enfoque dirige nuestra atención a una amplia gama de preguntas y problemas diferentes. ¿Cómo surgen las clases del capital y del trabajo en el Golfo y cómo se relacionan estas clases entre sí? ¿Cuáles son los principales momentos de acumulación de capital (p. ej., la producción, el intercambio de productos y las finanzas) y cómo están conectados entre sí? ¿Cuáles son las dinámicas espaciales de la acumulación en el Golfo, es decir, cómo se extiende la acumulación a través de los circuitos nacionales, regionales y globales? ¿Cómo se relacionan estas dinámicas con el papel específico del Estado en el Golfo? ¿Cómo podemos conceptualizar a las familias gobernantes respecto a la clase capitalista, y la mano de obra migrante respecto a la población ciudadana? ¿Cómo son racializadas y diferenciadas por género las clases en el Golfo? Este tipo de preguntas pueden revelar mucho sobre el Golfo como sociedades capitalistas.

La otra cosa que los enfoques de RST tienden a hacer es abstraer el Golfo de procesos globales más amplios: cuestiones como el imperialismo y la dinámica del mercado mundial se tratan como secundarias. Pero, ¿cómo puede tener sentido explicar la «falta de democracia» en el Golfo sin poner en primer plano la antigua centralidad de la región para el poder de los Estados Unidos, o el apoyo militar y político inquebrantable mostrado por los Estados occidentales a las familias gobernantes del Golfo? Una parte realmente importante de esto también es comprender las historias del colonialismo y la guerra que son en gran parte parte responsables de las formas de existencia contemporánea del Golfo.

El punto esencial es que los países del Golfo no son una anomalía extraña entre los estados capitalistas a nivel mundial. Pero a la inversa, y creo que éste es un hecho que no es muy apreciado por partes de la izquierda en los países occidentales, el Golfo también puede enseñarnos mucho sobre cómo funciona el capitalismo en otros lugares.

¿Qué son los petrodólares? ¿Siguen siendo un factor operativo en el sistema global actual?

«Petrodólar» es un término acuñado en la década de 1970 para describir los ingresos obtenidos por los países gracias a sus exportaciones de hidrocarburos. Este capital puede gastarse dentro del país en cuestión o «reciclarse» nuevamente en el mercado mundial. Históricamente, los petrodólares fueron muy importantes para el desarrollo de los mercados financieros mundiales, y siguen siendo importantes hoy en día.

Una primera ilustración de esto fue la aparición de los llamados Euromercados, mercados financieros que se desarrollaron en Europa a finales de los años 1950 y en los 1960, que estaban fuera de la jurisdicción de los sistemas reguladores nacionales y estaban, en gran medida, exentos de impuestos y otras restricciones financieras nacionales. Londres se convirtió en el centro internacional clave para las operaciones de Euromercado, permitiendo a los bancos y compañías negociar depósitos y bonos librados en monedas diferentes de las de sus mercados nacionales. Después de la nacionalización de las compañías petroleras del Golfo en la década de 1970 y el gran aumento en los precios del petróleo que siguió, los depósitos de petrodólares en los bancos norteamericanos y europeos que operaban en el Euromercado alcanzaron niveles muy altos.

Estos flujos de petrodólares del Golfo aumentaron en gran medida la capacidad de los bancos internacionales para prestar a empresas multinacionales, gobiernos y otros prestatarios y ayudaron a impulsar la internacionalización de la producción que comenzó a ganar terreno a partir de la década de 1970. Los euromercados también fueron fundamentales para la forma en que se desarrolló la crisis de la deuda del «Tercer Mundo» durante la década de 1980. Los países del Sur con problemas de liquidez fueron obligados a pedir prestados petrodólares reciclados a través de los Euromercados, quedando estrechamente enredados en las relaciones de deuda con las instituciones financieras internacionales. Hoy, el poder de la City de Londres en el sistema financiero global es un legado directo de estos mercados, y la posición del Golfo dentro de este contexto sigue siendo significativa.

Los petrodólares del Golfo también fueron importantes para el surgimiento y la consolidación de los Estados Unidos como la potencia mundial dominante durante la segunda mitad del siglo XX. Al acordar invertir los ingresos del petróleo en títulos del Tesoro de los EE. UU., obligaciones del sector privado y acciones, y junto a la denominación del precio del petróleo en dólares estadounidenses, los excedentes de los países del Golfo ayudaron a consolidar el estatus preeminente del dólar estadounidense como «dinero mundial».

Los petrodólares del Golfo también se reciclan a través de los mercados internacionales por otros medios más indirectos. Esto incluye la compra de bienes y servicios extranjeros por parte del Golfo; aquí son particularmente importantes aquellos relacionados con el desarrollo de infraestructuras urbanas, como maquinaria y equipos de transporte, ingeniería de alta gama y servicios de construcción. Y, por supuesto, una ruta importante de reciclaje de los petrodólares es la compra de material y servicios militares por parte del Golfo. Entre 2015 y 2019, los seis estados del Golfo compraron más de una quinta parte de las armas vendidas a nivel mundial, con Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Qatar como los primeros, octavos y décimos importadores de armas del mundo. Arabia Saudita compró una cuarta parte de las exportaciones totales de armas de los EE. UU. durante ese período, frente al 7,4 % en 2010-14.

¿Podría decirnos algo más sobre la naturaleza de la clase capitalista en el Golfo y su relación con el Estado y las familias gobernantes?

Los grandes capitales en el Golfo generalmente se organizan en grandes conglomerados que están activos en una variedad de sectores económicos, en particular la construcción y el desarrollo inmobiliario, los procesos industriales (particularmente acero, aluminio y hormigón), el comercio minorista (incluido el comercio de importación y la propiedad de centros y galerías comerciales), y finanzas. Estos conglomerados a menudo están controlados por familias que tienen su origen en actividades comerciales anteriores, y están estrechamente vinculados con las familias gobernantes del Golfo y las estructuras estatales.

Hoy los Estados del Golfo son monarquías de diversos tipos, y las familias gobernantes controlan el aparato estatal y gran parte de la riqueza derivada de las exportaciones de petróleo y gas.

El éxito de la acumulación de capital en el Golfo depende mucho de la proximidad al Estado y del apoyo de la familia dirigente. Esto se puede ver de varias maneras: tierras subsidiadas y otras subvenciones, contratos estatales lucrativos para diversos proyectos, inversiones conjuntas entre el capital privado y el estado, y el apoyo político y financiero de las instituciones estatales para inversiones en el extranjero de los conglomerados privados. Este tipo de relación con el Estado no es algo exclusivo del capital en el Golfo: es la forma normal de hacer negocios como gran capitalista en cualquier país del mundo de hoy.

Ahora, uno de los legados de los enfoques RST es la opinión de que el capital privado en el Golfo es débil y eclipsado por un estado fuerte. Esta idea se basa en una lectura dicotómica del Estado y el capital, en mi opinión es metodológicamente errónea. En realidad, los miembros de la familia gobernante a menudo controlan grandes grupos empresariales a título privado y, por lo tanto, deben ser vistos como parte de la clase capitalista privada (así como una parte central de cómo se ejerce el poder estatal). En Qatar, por ejemplo, el 80% de las empresas del mercado de valores tienen al menos un miembro de la familia gobernante Al Thani en su consejo de administración: estas personas actúan a título individual, no como representantes de las instituciones estatales. Del mismo modo, el gobernante de Dubai, Mohammed bin Rashid Al Maktoum, posee participaciones privadas en un número significativo de las empresas más grandes del emirato, incluidas algunas de las mayores firmas inmobiliarias, bancos y una importante empresa de telecomunicaciones.

En resumen, creo que es importante reclamar una concepción marxista de la relación Estado / clase en los análisis sobre el Golfo, es decir, un enfoque que ve al Estado como una expresión institucional del poder de clase en el Golfo, y una clase capitalista entendida como incluyendo a familias gobernantes y élites estatales.

En su libro Capitalism and Class in the Gulf Arab States , identifica la «fijación espacial» como una herramienta importante para superar las crisis de sobreproducción y fragmentar a las clases trabajadoras del Golfo. ¿Cuáles son los elementos de la “fijación espacial” en el Golfo? ¿Cómo se desarrolla sobre el terreno?

Tomé prestado este término, por supuesto, de David Harvey, quien lo usó para describir las formas en que el capital a menudo se reorganiza espacialmente para superar o desplazar momentos de crisis. En el Golfo, creo que podemos ver una especie de proceso análogo en relación con el trabajo de las personas migrantes.

Las y los no ciudadanos representan entre el 56 y el 82 por ciento de la fuerza laboral en Arabia Saudita, Omán, Bahrein y Kuwait, y alrededor del 95% en Qatar y los Emiratos Árabes Unidos. Estas cifras sorprendentes son fundamentales para comprender la estructura de clases del Golfo. A través del infame sistema de la kafala [sistema de puesta bajo tutela de la persona trabajadora extranjera, que implica una verdadera sujeción de la persona asalariada], las y los trabajadores migrantes están vinculados a un empleador individual y se les impide buscar un empleo alternativo o incluso salir del país sin permiso. La gran mayoría de estas y estos migrantes trabajan en el sector privado, en sectores como la construcción, el trabajo doméstico y el comercio minorista, y a menudo están mal pagados y están sujetos a condiciones de trabajo altamente explotadoras y peligrosas. En este sentido, la explotación del trabajo migrante es una parte esencial de la acumulación de los conglomerados empresariales de los que hablé anteriormente.

Una de las consecuencias de estos flujos de mano de obra migrante es que, literalmente, millones de familias en todo el sur de Asia, Oriente Medio, África Oriental y otros lugares dependen de las remesas enviadas a casa por las y los trabajadores en el Golfo. Hay más trabajadores migrantes en el Golfo que en cualquier otra región del Sur Global, y Arabia Saudita se sitúa como la segunda mayor fuente de remesas en el mundo (después de los Estados Unidos).

Estos flujos transfronterizos de trabajadoras y trabajadores migrantes nos recuerdan que la clase no es simplemente una categoría abstracta que describe una cierta relación con el capital y la producción de plusvalía dentro de los espacios nacionales. Concretamente, las clases se crean mediante la interconexión de espacios geográficos y se forjan continuamente a través de los flujos (y el desplazamiento) de los seres humanos a través de las fronteras. Cuando pensamos en una categoría como el «ejército de mano de obra de reserva» en el Golfo, debemos tener en cuenta a esos millones de personas que pueden estar viviendo fuera de las fronteras del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), pero que, sin embargo, se están moviendo constantemente en los mercados de trabajo del Golfo.

Ahora, en momentos de recesión económica, un gran número de estas personas trabajadoras migrantes en el Golfo simplemente son enviadas a sus hogares, con frecuencia sin recibir los salarios y compensaciones que se les deben. Vimos esto a gran escala a raíz de la crisis mundial de 2008, y hoy podemos verlo nuevamente. En efecto, hace unas semanas el ex jefe del Departamento de Finanzas de Dubai tuiteó que estaba prediciendo una caída mínima del 10 por ciento en la población del emirato durante este año, ¡una caída notable! Éste es uno de los medios de los que disponen los Estados del Golfo para hacer frente a estos momentos de recesión, reorganizando las formas en que su clase trabajadora está espacialmente organizada y desplazando el impacto de la crisis a las zonas más pobres del mercado mundial.

El período posterior a la primavera árabe vio una intervención significativa de algunos estados del Golfo en los asuntos de los países vecinos. Esto fue más evidente en 2013, cuando Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait apoyaron materialmente un golpe militar que llevó al poder al dictador egipcio Abdel Fattah el-Sisi. Qatar, por otro lado, respaldó al gobierno de la Hermandad Musulmana que estaba siendo atacado en ese momento. ¿Existe una dimensión económica asociada con estas tensiones políticas? ¿Cuál es la relación entre el capital del Golfo y la política de Medio Oriente en general?

Creo que es muy importante no separar los procesos económicos que vemos en el Medio Oriente de la política de la región. En las  dos últimas décadas ha habido una adopción generalizada de políticas económicas neoliberales centradas en el mercado en toda la región. Esto ha sido impulsado por los programas de ajuste estructural vinculados a préstamos de instituciones financieras internacionales (IFI) y ha implicado las «reformas» habituales asociadas con dichos programas, por ejemplo, las privatizaciones, un cambio hacia una producción y una agricultura orientadas a la exportación, la desregulación del mercado laboral y financiero, la apertura a la inversión extranjera directa, etc. El ritmo de estas medidas varía considerablemente entre los diferentes Estados, pero países como Egipto y Túnez fueron repetidamente elogiados por las IFI como «éxitos» hasta que comenzaron los levantamientos árabes a finales de 2010.

Ahora hay varios puntos que deben subrayarse respecto a estas transformaciones económicas. Primero, estaban estrechamente asociados con el endurecimiento de las formas de autoritarismo en toda la región. No es casualidad que tanto Zine El Abidine Ben Ali en Túnez como Hosni Mubarak en Egipto llegaran al poder en la década de 1980 prometiendo implementar programas de ajuste estructural, y el Banco Mundial y el FMI les elogiaron por hacerlo. Esto es completamente lógico: ante la oposición popular generalizada al ajuste estructural, se necesita a alguien en el poder que pueda impulsar estas medidas mediante el uso de la represión interna.

Es por eso que históricamente ha habido una asociación tan estrecha entre el autoritarismo y la reforma neoliberal en el Medio Oriente. Es una realidad que va en contra del mito, promovido por los responsables políticos de EE. UU. durante los años 1990 y 2000, de la existencia de mercados libres y de elecciones libres.

Esta relación entre lo político y lo económico es particularmente importante subrayarla hoy, ya que pone en evidencia la conexión necesaria entre el cambio político y la transformación socioeconómica real. No basta con cambiar la cara de la persona que está en la cima mientras se mantienen las mismas políticas económicas: esa es una lección clave de los levantamientos árabes.

Pero las medidas neoliberales de los años 1990 y 2000 también estuvieron estrechamente vinculadas con el desarrollo de nuevas jerarquías económicas y políticas a nivel regional. Uno de los aspectos clave de esta evolución fue la internacionalización de los capitales del Golfo en toda la región, es decir, las inversiones transfronterizas de los conglomerados del Golfo en los países árabes vecinos. De esta manera, los grandes conglomerados empresariales de los que hablé anteriormente, así como los vehículos de inversión estatales del Golfo, fueron los principales beneficiarios del giro neoliberal en el Medio Oriente. Podemos constatarlo en numerosos sectores económicos clave: bienes raíces y construcción, infraestructura y logística, banca y finanzas, medios y telecomunicaciones, comercio minorista y comercio a gran escala, agronegocios. He tratado de detallar estos procesos en mi último libro.

Estos flujos de capital regionales se han producido a través de una variedad de mecanismos, en particular fusiones y adquisiciones, inversiones de cartera minoritarias en otros mercados bursátiles árabes, el establecimiento de filiales transfronterizas y el control de los derechos sobre las sociedades y la propiedad. A través de estos y otros medios, la internacionalización de los capitales del Golfo actúa cada vez más para dar forma a la producción, el consumo y las actividades financieras en los diferentes estados árabes. La economía política de varios países árabes se ha sintonizado estrechamente con la dinámica de la acumulación de capital en el Golfo mismo.

El resultado de todo esto es que el Golfo, y aquí debemos ser conscientes de las tensiones de rivalidad y competitivas entre los diferentes Estados del Golfo, tiene un interés clave en la economía política general de la región. No podemos pensar en el orden político de la región sin tener en cuenta estas dimensiones económicas (o viceversa).

¿Puede hablar sobre algunas de las posibles trayectorias futuras del Golfo y Medio Oriente, particularmente en el contexto de la pandemia de COVID-19?

La región está obviamente en plena mutación. Antes de la pandemia, hubo una serie de crisis muy profundas en todo el Medio Oriente. Una de ellas es la gran cantidad de personas refugiadas y desplazadas internas como resultado de las guerras en curso en países como Siria, Yemen, Libia e Irak. La región es hoy en día el lugar del mayor desplazamiento forzado de poblaciones desde la Segunda Guerra Mundial. Muchas de estas personas desplazadas viven en campamentos rudimentarios o espacios urbanos superpoblados, lo que pone a las personas en un riesgo mucho mayor de infección por el virus. También existe la prevalencia generalizada de la desnutrición y otras enfermedades (como la reaparición del cólera en Yemen);  esta situación también está estrechamente relacionadas con las guerras y los conflictos anteriores a la pandemia.

A lo largo de 2019, hemos asistido a una nueva ola de luchas populares en numerosos países de Medio Oriente, especialmente Sudán, Líbano, Argelia, Marruecos e Irak. Estos países se habían mantenido algo distanciados de los levantamientos que tuvieron lugar hace una década, y había muchas razones para ser optimistas sobre estas nuevas movilizaciones. Atrajeron a amplios sectores de la sociedad, incluidos las y los trabajadores pobres y del sector informal. Resistieron eficazmente los intentos de marginación, y hubo un fuerte carácter antisectario en estos movimientos, especialmente importante en Irak y Líbano.

Estos movimientos también articularon claramente las esferas política y económica como interrelacionadas: en el Líbano, por ejemplo, los bancos fueron identificados como un objetivo principal de protesta, yendo más allá de los temas bien conocidos del nepotismo y la corrupción política. La ola de manifestaciones de 2019 también tuvo un reconocimiento importante de las jerarquías regionales, con consignas contra las maquinaciones de las potencias vecinas, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Turquía e Irán.

A día de hoy la pandemia obviamente ha frenado temporalmente estos movimientos y ha restringido la capacidad de las personas de salir a las calles para protestar. Pero ninguno de los problemas clave que motivaron estas protestas ha desaparecido. De hecho, creo que está bastante claro que las cuestiones de pobreza, desigualdad y corrupción, que han alimentado la crisis de legitimidad a la que se ven enfrentadas las clases dominantes establecidas en toda la región, se acentuarán a raíz de la pandemia y la recesión económica mundial que ahora está en curso.

En el Golfo, por supuesto, el gran problema es la caída masiva del precio del petróleo que ha tenido lugar en los últimos meses. Al igual que todos los productores de petróleo, esto afectará seriamente las capacidades presupuestarias del Golfo. Sin duda habrá recortes en el gasto social, algunos de ellos ya han sido anunciados, y una retirada de algunos de los proyectos más grandes asociados a las estrategias de «visión» del Golfo anunciadas en los últimos años.

Pero creo que sería un error interpretar que esta crisis marca necesariamente una reversión permanente de algunas de las tendencias que he señalado anteriormente. A diferencia de otros Estados de la región, los gobiernos del Golfo tienen niveles relativamente bajos de deuda, acceso a reservas acumuladas y pueden obtener préstamos a precios bastante bajos en los mercados internacionales. Aunque el mercado mundial del petróleo se haya visto gravemente afectado por la pandemia, las compañías petroleras del CCG en realidad podrían fortalecer su posición si los activos en los países vecinos se hicieran disponibles a menor coste en un mundo post-viral.

Y, como suele ser el caso en el Golfo, las y los trabajadores migrantes han sido los más afectados por la pandemia y la recesión económica. Arabia Saudita, por ejemplo, ha comenzado a expulsar a las y los migrantes etíopes y, según un memorando interno de la ONU, se espera que deporten a 200.000 en total [un número importante de personas refugiadas etíopes, obligadas a abandonar los países del Golfo, están prisioneras de hecho, en Yemen en condiciones absolutamente terroríficas: malnutrición, enfermedades, falta de vivienda, etc.]. También ha habido un gran aumento de los discursos racistas contra las y los trabajadores migrantes en todo el Golfo, así como nuevas leyes que permiten a las empresas del sector privado reducir permanentemente los salarios de las y los no ciudadanos u obligarles a tomar vacaciones sin sueldo.

13  de julio 2020

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

Adam Hanieh