Haciendo ganancias de la muerte: Sobre la respuesta de Modi a la pandemia en la India neoliberal

Seamos claras desde el comienzo: lo que está pasando en India ahora es un asesinato en masa. Y está siendo organizado por un hombre ya ha practicado estos homicidios.

Hay dos imágenes que rematan la crisis actual, y contienen la trayectoria de la crisis. La primera es la imagen de la policía india secando a trabajadores migrantes con lejía la primavera pasada, durante la primera ola de la pandemia, y la más sombría, y más reciente, de las piras crematorias en todo el país. El camino entre las dos imágenes se esperaba, pero la violencia yace en el hecho de que pudo haber sido evitada.

Cuando la tasa de contagios cayó, después del primer confinamiento, el régimen de Modi declaró la victoria sobre el virus. Basando su propaganda con mitología hindú, en marzo el primer ministro le dijo a la nación que así como durante el Mahabharat (batalla mítica de la épica hindú) la guerra había sido ganada en 18 días, el ganaría la guerra contra el corona en 21.

Su política fue formada alrededor de estas supersticiones silvestres. El grupo gubernamental de acción ante el coronavirus dejó de reunirse, y el Ministro de Salud declaró que era “el final de la partida de la pandemia”. El gobierno se jactó de haber vendido 55 millones de dosis de vacunas en 62 países.

Fu el ejemplo perfecto del matrimonio entre el Hindutva y el capitalismo. El Hindutva le aseguraba al gobierno que el virus se había acabado, mientras que la avaricia capitalista monetizaba una pandemia global.

Capitalismo de las vacunas

La vacuna salvavidas está disponible de manera gratuita en casi todos los países del norte global, en India no. El Instituto Suero de India (ISI), el mayor productor de vacunas del mundo está actualmente a la cabeza de la fabricación de la vacuna en el país. En enero, le vendieron las primeras 100 millones de dosis de vacuna al gobierno indio a un precio especial de 200 rupias ($2.74) por dosis, después subieron los precios. En el mercado privado la vacuna se ha vendido hasta en 1,000 rupias ($13.68) por dosis.

El ISI es una compañía privada liderada por uno de los hombres más ricos del planeta, Cyrus Poonawala cuya riqueza neta está alrededor de los $13 mil millones. Poonawala hizo su fortuna como criador y corredor de caballos. Estos instintos en la apuesta guiaron a su hijo, Adas Poonawala, a ver la devastadora pandemia global del año pasado, decidió que era su momento para ganar dinero. En su entrevista con los medios internacionales, Poonawala enfatizó que el iba a “tomar el riesgo para convertirse en líder”.

Los sospechosos habituales se subieron al carro de convertir las emergencias de salud pública en beneficios privados. La Fundación Melinda y Bill Gates invirtió $150 millones, mientras que las firmas vampíricas de Goldman Sachs, Citi and Avendus Capital se convirtieron en los asesores en jefes del SII. Como todas las élites del sur global entrenadas en el discurso neoliberal, Poonawalla declaró su elevado objetivo anticolonial de ser el suministro de “una mayoría de la vacuna, al menos inicialmente… a nuestros compatriotas antes de que vaya al extranjero”.

En realidad, el 80 por ciento de la producción del ISI fue al extranjero con una gran ganancia hasta que el gobierno indio finalmente se vio obligado a prohibir las exportaciones cuando el conteo de muertes comenzó a crecer.

Los lineamientos de este hijo macabro del capitalismo se revelaron por sí mismos. La riqueza de Cyrus Poonawalla creció en un 85% en 5 meses. Mientras el humo de las piras funerarias comenzaba a oscurecer los cielos de India, a finales de marzo, Adar Poonawalla firmó un acuerdo para rentar una mansión en Londres por una cifra récord de $70,000 por semana.

La muerte neoliberal

El régimen de Modi es directamente responsable del actual derramamiento de sangre. Pero el camino hasta aquí fue pavimentado por todos los que estuvieron antes que él, aquellos quienes, desde los 1980, se comprometieron con entusiasmo con los programas de ajuste estructural del FMI y destruyeron las instituciones e infraestructura que hacen la vida en India. Aparentemente necesitábamos más autos, y más presas a expensas de la alimentación y la salud.

La economía india fue liberalizada formalmente en 1991 bajo el gobierno del Congreso. La historia que siguió será angustiosamente familiar.

La reducción del déficit fiscal, el santo grial del neoliberalismo, en realidad abrió un “déficit de ingresos”, mientras que los ricos eran liberados de los impuestos y el estado, mientras incrementaba el gasto militar, recortaba la inversión en el sector público y en el gasto social. Quiero enfatizar que no fue solo el Congreso o la BJP sino que cada coalición gobernante, en los niveles estatales y federales, siguieron esta trayectoria, incluyendo a los estalinistas en el poder en mi estado natal de Bengala Occidental, cuyo esfuerzo más celebrado fue el despojar a campesinos de sus tierras para construir una fábrica de autos. Más de 50 millones de indios fueron despojados para abrirle el camino a proyectos de desarrollo como las grandes presas en los primeros 50 años de independencia bajo los imperativos productivistas del capitalismo. Una investigación muestra que más del 50 por ciento de los despojados eran adivasis, o pueblos indígenas viviendo en los montes y tierras con bosques donde las mayorías de presas y minas fueron construidas.

En el sector de salud se cuenta una historia similar de depredación. De acuerdo con el BMJ, hoy, India tiene solo 0.8 doctores y 0.7 camas des hospital por cada 1,000 habitantes, pero es el tercer mayor gasto militar en el mundo, después de EEUU y China. Pero no todo el mundo está sin servicios de salud. La industria privada de la salud explotó bajo el neoliberalismo, con un país entre los principales 20 países por su gasto en salud privada, mientras se encuentra entre los últimos en el gasto en salud pública.

La austeridad, como Ruthie Gilmore nos enseña, es el “abandono organizado” de la vida y la creación de la vida, de la mano con la “violencia organizada”. El cierre de escuelas y hospitales y la expansión de las prisiones y los presupuestos de defensa son un espejo entre sí.

En cualquier caso, la austeridad, solo amplifica lo que es uno de los principios organizativos claves del capitalismo, la reducción del valor de la vida humana. Mientras que el capitalismo se esfuerza por reducir el valor de la fuerza de trabajo, para incrementar el plusvalor, lo que significa, concretamente para la clase trabajadora, lo que podríamos llamar la manufactura de la abyección, siguiendo el concepto de Rosemary Hennessy de abyección. Este mecanismo va más allá del esfuerzo económico por reducir los salarios. De hecho, los salarios se reducen de una forma más efectiva cuando el capital reduce con éxito los parámetros de la reproducción social de la vida y de la fuerza de trabajo. Las opresiones sociales, tales como la raza, el género y la casta son vías claves para reducir el costo de la reproducción social.

Hay que recordar un pasaje negro en el Capital donde Marx describe cómo, durante su tiempo en Bretaña, las mujeres eran “todavía utilizadas ocasionalmente en lugar de los caballos para arrastrar los barcos del canal, porque el trabajo requerido para producir caballos y máquinas es una cantidad conocida con precisión, mientras que el requerido para mantener a una mujer de la población sobrante está debajo de todo cálculo”. Recientemente, Michael Goldfield hizo un apunte similar sobre el rol de la esclavitud y el racismo en los Estados Unidos, mostrando cómo “tanto las plantaciones como la industria del norte se beneficiaron del trabajo barato cuyo límite mínimo estaba determinado por el racismo” produciendo, a lo largo del tiempo “un desprecio insensible de la dignidad humana y la santidad de la vida humana”. Para parafrasear a Gilmore, donde la vida no se aprecia, la vida no se aprecia.

Estamos viendo esta lógica asesina -del capitalismo que devalúa la vida a través de la austeridad- desarrollándose en India en una escala tal que incluso los ricos y poderosos no están a salvo. Un ex embajador murió mientras esperaba en el estacionamiento de un hospital en Delhi. No hay camas de hospital. No hay ambulancias. En Surat, una ciudad industrial en Gujarat, las hornos para incinerar los cuerpos han estado operando tan implacablemente que el acero de algunos de éstos se han fundido. Casi todo el staff funerario en los crematorios y sitios de incineración de las comunidades de Dalit o de Bahujan, reciben un pago mensual promedio está alrededor de los $134 USD. Están trabajando todo el día sin ningún Equipo de Protección Individual, proveyendo de los ritos y acompañamiento en el duelo y consuelo a las familias de quienes, en vida, probablemente habrían abogado por su continua segregación desde la élite de la sociedad. Bezwada Wilson, un activista por los derechos y bienestar de los trabajadores sanitarios, le comentó a VICE World News: “nadie sabe cuantos trabajadores de los crematorios han resultado positivos de esta enfermedad mortal y nadie sabe cuántos han muerto como resultado. Esto es porque los oficiales del gobierno no ven a los trabajadores de los crematorios y funerarios como humanos”.

Pero el país se jadea por oxígeno, el stock de Linde India, un proveedor de oxígeno médico, se ha duplicado. Adar Poonawalla hizo un honorable Ted Cruz, voló de India y se refugió en su modesta mansión de Londres, así como el resto de ultrarricos hicieron en sus jets privados.

Mientras tanto, el resto de India se quema, mientras que los líderes del BJP continúan vendiendo estiércol y orina de vaca como soluciones médicas al covid 19. El último sábado, sólo el 1.9 por ciento de la población India ha sido completamente vacunada mientras que diariamente se confirman 400,000 nuevos casos por pruebas,  el verdadero dato seguramente es mucho mayor.

El Estado capitalista en contra de la gente

Narenda Modi, más que cualquier primer ministro desde los 1980, ejerció más brutalmente el poder del estado indio para formar una política segura para el capital, la Hindutva ha sido el ariete ideológico de este proyecto. Mientras que la ausencia de cualquier trabajo generador de vida, tales como la salud o la educación, el estado estuvo presente en la generación de la muerte, desde la gazificación de Kachemira a la edificación de campos de detención para musulmanes, dalits y adivasis.  De hecho, no es el estado el que esta actualmente manteniendo al sistema de salud devastado por el neoliberalismo, sino la gente común. Equipos de voluntarios han levantado redes a ayuda mutua a través de un territorio devastado y están tratando reducir los daños en formas ingeniosas y profundamente amorosas. Los gurudwaeas y las mezquitas están trabajando incansablemente para proveer comida. El jefe fascista del Shiv Sena, Uddhav Thackeray, fue obligado a agradecer a los musulmanes de la ciudad de Ichalkaranji de Maharashtra por donar el dinero del Zakat para financiar 10 camas de Unidades de Cuidado Intensivo al hospital local. La gente ha levantado líneas de ayuda ante el COVID para buscar a enfermos y quienes sufren y organizan flotillas de vehículos que funcionan como ambulancias, mientras que los políticos en Maharashtra y Gujarat han sido vistos acaparando medicamentos esenciales y oxígenos para vender a precios inflados en el mercado.

Esta mortal división del trabajo entre el estado y la gente necesita ser invertida y el estado debe ser obligado a actuar en su nombre. Algunos pasos se pueden tomar inmediatamente para frenar la marea.

  1. Primero, el gobierno necesita invocar las Actas de Bienes Esenciales y detener el acaparamiento de medicamentos esenciales, oxígeno y así sucesivamente, de los negocios depredadores.
  2. Segundo, el estado debe requisar espacios para establecer hospitales de campaña y abrir los hoteles para quienes no tengan vivienda.
  3. Tercero, el gobierno necesita invertir dinero inmediatamente en la producción de vacunas y dar pasos para hacer las vacunas gratuitas y universales. Los precios diferenciales de estos medicamentos, instaurados por corporaciones como el ISI, debe ser desechado y las vacunas deben de ser gratuitas para todas, y distribuidas de acuerdo con la vulnerabilidad, y no por el tamaño de la cartera, deben de empujarse al frente.
  4. Cuarto, mientras que Anthony Fauci ha recomendado un confinamiento severo, en un país como India este paso no es ni humano ni efectivo sin pagos de estímulos por parte del estado a las familias para permitirles faltar al trabajo. Donde se puede y deben haber cierres estrictos es en las reuniones religiosas y sociales, una de las cuales, en el pasado reciente, aclamado por el gobierno como segura, fue sin duda un super-difusor.
  5. Quinto, los fondos públicos recaudados para lidiar con el Covid-19 deben de hacerse inmediatamente accesibles de una forma abierta y transparente. Durante la primera ola del año pasado el gobierno de Modi abrió un Fondo de Ayuda Ciudadana y Apoyo en Situaciones de Emergencia del primer ministro (PM-CARES, por sus siglas en inglés) para lidiar con la crisis. Más del 70% de este fondo fue donado por unidades del sector público, pero el PM-CARES se ha creado para no tener que rendir cuentas a las auditorías gubernamentales y, por tanto, al público. En realidad, nadie sabe a dónde fueron estos fondos y en qué se gastaron.
  6. Finalmente, la izquierda internacional, especialmente en el Norte global, tienen un papel central que jugar: necesitamos presionar a nuestras clases dominantes detener el acaparamiento de vacunas. El imperialismo de las vacunas puede funcionar para los países ricos en el corto plazo, pero le permite al virus mutar en zonas del mundo sin la vacuna y que eventualmente volverá a golpear a los acaparadores. En este caso, el internacionalismo no es sólo un principio político, es una necesidad de salud pública. 

En Bhopal, Javed, un conductor de un triciclo motorizado (auto-rickshaw), convirtió su auto en una ambulancia improvisada, llevando pacientes a los hospitales gratuitamente. Scoop Whoop Media, mi sobrina de 13 años y mi madre de 80 años en Delhi están aterrorizadas de contestar el teléfono para saber de más pérdidas.

Siento la necesidad de reunir algo más que el lenguaje para transmitir la magnitud de la crisis. ¿Cómo transmitir el sentimiento del aire saturado con las cenizas de los cuerpos cremados? ¿Cómo traducir en palabras el sonido del llanto de las madres que han perdido a su hijo? Pero debemos usar nuestras palabras, más alto que nunca. Los muertos exigen que se rasguen los inescrutables velos místicos de la historia, debajo de ellos yace la explicación, banalmente obvia, de esta carnicería: capitalismo.

Mientras nos esforzamos por estabilizar la vida en la India, tenemos que recordarnos constantemente que ya no podemos permitirnos estabilizar el sistema.

3 de mayo de 2021

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