
Esta resolución presentada por la Tendencia por una Internacional Revolucionaria (TIR) fue rechazada por el Congreso Mundial de 2025 por 4 votos a favor, 102 en contra, 18 abstenciones y 5 votos nulos.
1. Una crisis climática que pone en peligro al planeta, pero cuyas consecuencias afectan en primer lugar a los pobres y las clases trabajadoras.
Después de varias décadas negando la evidencia, incluso las instituciones capitalistas internacionales están sonando la alarma sobre la magnitud de la crisis climática y los riesgos que pesan sobre la supervivencia del planeta.
En 2018, un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés, un grupo de científicos asociado a las Naciones Unidas) acaparó los titulares. Esta institución anunciaba que desde la segunda mitad del siglo XIX, la temperatura del planeta había aumentado en promedio de 1 a 1.5°C. Superar el umbral de 1.5°C, algo que pronto se alcanzaría, llevaría a un aumento en las catástrofes meteorológicas. El IPCC indicaba que, al ritmo de producción actual, generando emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) demasiado altas, en el peor de los escenarios podríamos alcanzar los 5.5°C para 2100. Las consecuencias meteorológicas de tal aumento harían imposible la supervivencia de la especie humana.
El calentamiento global es el resultado de la acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono y metano, entre otros), que retienen la energía solar. Aunque este calentamiento climático amenaza la supervivencia de toda la humanidad, las consecuencias actuales afectan primero a los oprimidos y explotados.
Hoy en día, dos tercios de la población mundial pueden estar expuestos a olas de calor peligrosas, e incluso mortales para personas vulnerables como los más ancianos, las personas sin hogar, los enfermos, etc.
En 2019, en India, 600 millones de personas se quedaron sin agua corriente debido a la sequía. En Chennai, la sexta ciudad más grande (6 millones de habitantes), el calor alcanzó los 50°C y faltó agua durante más de 30 días. Hubo manifestaciones frente a la prefectura, que a veces se convirtieron en disturbios y saqueos de camiones cisterna privados. No es la primera vez que las poblaciones pobres de esta región enfrentan este problema. En 2015, una ola de calor similar causó la muerte de más de 2,000 personas.
El cambio climático no solo implica un aumento en los picos de calor. La regulación de los océanos también está seriamente perturbada. Desde la década de 1980, el Polo Norte ha perdido el 30% de su hielo marino total. A este ritmo, el nivel de los océanos aumentará más de un metro para 2100. Un aumento de 65cm sería suficiente para inundar metrópolis como Sídney, Londres o Nueva York.
El océano absorbe un cuarto de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) relacionadas con la combustión de combustibles fósiles. Esto conduce a su acidificación y, por lo tanto, a la muerte de ciertas especies submarinas (plancton, corales, etc.). Su desaparición, lejos de ser insignificante, afecta la cadena alimenticia y conduce a la escasez de peces que son el principal recurso de ciertas comunidades, así como una fuente de empleo y ganancias en las regiones de pesca industrial.
En 2015, los científicos observaron con gran preocupación el episodio “El Niño”, la corriente cálida del este del Pacífico. Olas de calor y de frío ocurrieron de manera simultánea en momentos inesperados en diferentes regiones del mundo, alterando la producción de alimentos y los modos de vida. Mientras que uno de cada siete habitantes del mundo ya enfrenta el hambre de manera crónica, la imprevisibilidad de la producción agrícola tiene un impacto negativo en la circulación de alimentos y en sus precios, agravando el número de víctimas de la desnutrición.
El calentamiento global conlleva una multitud de consecuencias en cadena, cada una más catastrófica que la otra para nuestro ecosistema y las condiciones de existencia de las trabajadoras y los trabajadores en el mundo, quienes sufren de manera violenta las consecuencias sociales de los ciclones, incendios, inundaciones y otras catástrofes. La crisis ecológica tiene sin duda consecuencias sociales, profundiza las desigualdades entre las clases. Este es uno de los muchos aspectos de la opresión experimentada por las masas trabajadoras bajo el reinado del capitalismo.
2. El responsable de la crisis: el modo de producción capitalista.
Los expertos climáticos capitalistas coinciden en que las actividades humanas son las responsables de la crisis. Todos buscan ocultar al verdadero responsable de la destrucción de nuestro ecosistema: el modo de producción capitalista.
Durante varios milenios, las actividades humanas no pusieron en peligro la naturaleza o la supervivencia de las especies. Fue en el siglo XIX cuando se documentaron las primeras crisis climáticas con la industrialización en los países de Europa occidental, momento en el que se desarrollaba el modo de producción capitalista cuyo objetivo no es la satisfacción de las necesidades de la humanidad, sino la búsqueda del beneficio y la acumulación de capital por la clase social que ahora posee los medios de producción: la burguesía. Es el funcionamiento mismo de este sistema el que conduce a este desajuste tan brutal. El sistema capitalista lleva inexorablemente a todos los propietarios de capitales a producir en función de lo que les reporte más beneficios. Si no se someten a esta regla, simplemente quiebran. Es esta forma de producir la que conduce a una producción totalmente irracional, que no toma en cuenta ni la satisfacción de las necesidades de la humanidad ni la preservación de los recursos naturales a largo plazo. Así, el modo de producción capitalista lleva inevitablemente a una producción anárquica, guiada por la búsqueda de beneficios inmediatos, sin ninguna planificación a largo plazo, causando periódicamente crisis de sobreproducción al mismo tiempo que hambrunas, una agricultura intensiva fuente de contaminación, mal estar animal, deforestación, contaminación de suelos y océanos, emisiones de gases de efecto invernadero, olas de calor, el aumento del nivel del mar, etc.
Hoy en día, cien empresas capitalistas son responsables del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero, sabiendo que la emisión de estos gases a la atmósfera es la causa principal del calentamiento global, que representa un riesgo real para la supervivencia de las especies en la Tierra.
3. Contra el callejón sin salida del capitalismo verde
Los capitalistas han comenzado a preocuparse por la crisis climática y la ecología, no por preocupación por el planeta, sino porque algunos de sus beneficios empezaron a verse impactados por este desorden climático. Como en cada crisis, los capitalistas buscan adaptarse para mantener sus ganancias. Lo primero que vieron en esta crisis climática fue la posibilidad de abrir nuevos mercados. Entendieron el creciente interés por la cuestión e invirtieron en comunicación y una serie de proyectos, etiquetas, cumbres, que les permiten aparecer como "ecorresponsables". El interés ecológico se ha convertido en un mercado donde el dinero se invierte para engañar a los consumidores en lugar de servir para modificar realmente la producción.
El escándalo del "dieselgate" en 2015 reveló estos métodos a un amplio público. La firma Volkswagen, poco después de haber financiado una exposición sobre el calentamiento global, se encontró en el centro de un escándalo revelado por periodistas de investigación. La empresa había manipulado sus motores diésel para engañar en las pruebas de huella de carbono, para mostrar emisiones de CO2 inferiores a la realidad. Este engaño le permitió beneficiarse de una etiqueta "ecorresponsable" y vender sus vehículos a un precio superior. Esta práctica fue utilizada por casi todas las empresas europeas del automóvil. Entre las cien empresas responsables de tres cuartas partes de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, veinticinco emiten la mitad. Todas pertenecen al sector de los combustibles fósiles y todas hacen beneficios astronómicos. Muchas de ellas son expertas en el arte del "greenwashing". Es el caso de Total, el decimoséptimo mayor contaminador mundial, cuya campaña publicitaria alaba su desarrollo de energías "bajas en carbono" y renovables, así como sus acciones por el medio ambiente (energía solar, almacenamiento de CO2, reforestaciones, etc.). Como mecenas de museos y monumentos históricos, la empresa fue invitada al Climate Financial Day en 2018, otro cumbre de esta burguesía repintada de verde. Las inversiones de Total en "desarrollo sostenible" solo representan el 5% de los 9,2 mil millones de euros de inversiones del año 2018. La mayor parte de su capital está invertida en la búsqueda de nuevos yacimientos de petróleo, es decir, nuevas fuentes de contaminación. ¡Esta empresa "ecorresponsable" representa por sí sola el 1% de las emisiones de GES en todo el mundo! Esto equivale a 311 millones de toneladas de CO2 al año.
El capitalismo, incluso cuando se pinta de verde, tiene como único objetivo la búsqueda de beneficios. No podemos albergar ninguna ilusión sobre la posibilidad de un capitalismo sensato, que ponga la preservación del medio ambiente y las necesidades de la humanidad por encima de los beneficios.
Este es precisamente el balance de las diferentes COP climáticas que se han reunido, adoptando objetivos que ningún país cumplirá mientras no hayamos derribado este sistema en su conjunto.
Para ocultar su inacción, los capitalistas y los directivos de las empresas más contaminantes buscan hacer recaer en los trabajadores y trabajadoras la responsabilidad de la crisis. Alaban los pequeños gestos individuales cotidianos que supuestamente podrían cambiar el clima, mientras culpabilizan a los trabajadores y trabajadoras pobres que no tienen los medios para pasarse al coche eléctrico o consumir orgánico.
En reacción a esta producción capitalista anárquica y destructiva, asistimos al surgimiento de corrientes dominantes del "decrecimiento".
Los más "ortodoxos" entre los partidarios de este movimiento critican la sociedad industrial en sí misma y abogan por un retorno a un modo de vida más sencillo, con una producción artesanal, negando así el avance indiscutible que ha representado la industrialización como medio para satisfacer las necesidades de todos y mejorar significativamente las condiciones de vida. La corriente decrecentista dominante aboga por un cambio radical en el consumo, señalando a aquellos que compran productos que generan contaminación como responsables del calentamiento global. Hoy, el 15% de los habitantes del planeta todavía carecen de acceso a la electricidad; más de mil millones de seres humanos se hacinan en barriadas, mientras que aproximadamente 1.5 mil millones de campesinos luchan por producir lo suficiente para alimentarse... Por otro lado, 26 personas poseen tanta riqueza como el 50% de la población mundial, es decir, 3.6 mil millones de personas.
La crisis ecológica no es el resultado del progreso técnico, sino el resultado de una privatización del control de los medios de producción en manos de una minoría capitalista que produce de manera anárquica e incontrolada, no para responder a las necesidades vitales de la mayoría de la población mundial, sino únicamente para aumentar sus beneficios. Sólo corresponde a las clases trabajadoras y a los oprimidos autodeterminar sus necesidades, derrocar tanto el productivismo como el capitalismo, reorientar la producción y reajustar su nivel, para satisfacer las necesidades autodeterminadas de todos los pueblos, abandonando al mismo tiempo los métodos y productos que destruyen el planeta.
4. Para salvar el planeta: abolir el capitalismo, imponer la planificación socialista y el control de los trabajadores.
La urgencia climática subraya de manera aún más evidente la actualidad de la revolución socialista. "Socialismo o barbarie" no es solo un eslogan. Abolir el modo de producción capitalista, arrebatar el control de los medios de producción de manos de la burguesía para ponerlos bajo control de los trabajadores y trabajadoras es una necesidad urgente para la supervivencia del planeta.
Es necesario oponer a esta producción anárquica y destructiva la planificación de la producción bajo control obrero.
La simple toma de control de una parte de las cien empresas más contaminantes permitiría alcanzar la reducción de los gases de efecto invernadero recomendada por el IPCC. Sin la toma de los medios de producción por parte de los trabajadores y las trabajadoras, sin la expropiación, al menos, de los sectores clave de la economía como la energía, sin una economía organizada para satisfacer las necesidades de la humanidad en lugar de ser regida por la "ley del mercado", no se alcanzará ningún objetivo serio.
5. Intervenir y desarrollar las movilizaciones por el clima desarrollando una orientación de lucha de clases y poniéndolas bajo la dirección de los trabajadores y trabajadoras.
Las clases populares son a menudo las primeras víctimas de la crisis climática. En todo el mundo, la frontera entre movilizaciones sociales y ecológicas se está desvaneciendo. Las demandas ecológicas se unen cada vez más a las demandas salariales.
La clase de trabajadores y trabajadoras, como la fuerza social capaz de derrocar el capitalismo, es la clase mejor posicionada para detener la crisis climática.
Los marxistas revolucionarios deben participar en las movilizaciones ecológicas buscando aplicar las mismas metodologías que las del movimiento obrero: huelgas, auto-organización de las luchas, control de la producción, los recursos naturales, los lugares de vida...
Como en cada lucha, buscamos hacerlas independientes de la burguesía y colocar estas luchas bajo el control de los trabajadores y las trabajadoras.