En el veinte aniversario de la cumbre del G8 del 2001 en Génova, hay reconstrucciones de lo que ocurrió que descontextualizan el evento, remarcan los eventos explosivos sin explicar sus raíces y borran la historia de un movimiento que debe, en cambio, ser redescubierto.1
Después de veinte años, la memoria te juega trucos. Quizá es por esto el por qué una interpretación singular está surgiendo -sobre todo en clave moderada, pero algunas veces también en una versión radical- de los eventos del movimiento que invadió las calles de Génova hace veinte años en contra del G8. Está la idea de que fue un “veloz 1968, que duró solo 48 horas”, un movimiento que murió en la cuna bajo los golpes de la represión.
La tesis del “68 de cuarenta y ocho horas” es la del director del Espresso, Marco Damilano. Expuso en su editorial del número del domingo 3 de julio, dedicado a Génova 2001, y que fue enriquecido por una magnífica ilustración de portada del caricaturista Zerocalcare. L’Espresso tiene el mérito -gracias a la efectiva y precisa reconstrucción de Simone Pieranni, que continuará en números siguientes -tomando una posición clara y sin restar importancia a la violencia policial de aquellos días. El propio Damilano define las acciones de la policía como una “masacre” perpetrada al suspender las garantías constitucionales, y no teme a señalar que “las mentiras del Estado que protegían a los máximos responsables de la violenta carnicería, en primer lugar, el Jefe de la Policía de la época, Gianni de Gennaro”. Una postura tanto más importante hoy cuando hemos sido forzados a ver imágenes tan similares a las de hace veinte años dentro de la prisión de Santa María Capua Vetere, esta vez en detrimento de los prisioneros. Imágenes que nos recuerdan cómo ciertas dinámicas en la aplicación de la ley es sistémica y se repite de manera similar en diferentes contextos y períodos históricos.
Lo que nos deja perplejos, sin embargo, es la lectura del movimiento de hace veinte años. Un análisis que termina siendo inútil para quienes todavía creen que otro mundo es posible, y engañoso para los que simplemente buscan algunas herramientas históricas para entender lo que ha pasado en los últimos veinte años.
Básicamente, de acuerdo con el director de L’Espresso, la traumática represión de esos días causó: la retirada de aquellos quienes entonces tenían veinte o treinta años que ya no quieren tener nada que ver con un proyecto colectivo después de encontrarse con las violentas y mentirosas políticas e instituciones. Génova también es esto: una oportunidad perdida, el fin del compromiso, el abismo. El hoyo negro dentro del cual todo ha caído.
En corto, la izquierda en Italia acabó en ese momento, porque el arma del carabinero Mario Placaniaca mató a Carlo Giuliani, el asalto a la escuela de Armando Diaz (sede del Foro Social de Génova) y la tortura en las barracas de Bolzaneto2
Lo opuesto a la retirada
Yo estoy entre quienes en Génova 2001 estaban en sus primeros veintes, como muchos de los manifestantes que trataron de marchar de Via Tolemaide hacia Piazza Alimonda donde, Carlo, que tenía 23 años como nosotros, perdió la vida. Incluso después de ese Julio de 2001, entre quienes en mi generación estábamos en las calles, y entre quienes no estuvieron ahí, pero en las siguientes semanas sintieron la necesidad para participar, yo vi exactamente lo contrario a una retirada. No solo salimos de Génova como meras víctimas, sino fortalecidos con la esperanza despertada por ese movimiento y en la rabia e indignación por esa misma represión. Incluso el sábado 21 de julio trajo números inesperados a las calles, a pesar del miedo y la muerte en los días previos. Esperanza y rabia que nos convencieron de que otro mundo no sólo era posible, sino necesario.
Esto es lo que nos llevó al periodo de dos años entre 2001 y 2003: los días dramáticos en Génova fueron un impulso formidable que multiplicó la participación y el entusiasmo. Foros Sociales nacieron en cada ciudad, incluso en los más pequeños pueblos y barrios, se abrió un sinfín de caminos y diferentes disputas, momentos de discusión en masa con decenas de miles de personas y, una tras otra, manifestaciones que aún son de los más grandes eventos callejeros en la historia de nuestro país. El Foro Social en Florencia, de noviembre de 2002 tuvo una increíble participación en la discusión de la Fortezza da Basso y luego con la manifestación final con 500,000 personas, mayor que la del 21 de Julio de 2001 en Génova. El 15 de febrero de 2003 se dio la mayor manifestación en la historia de nuestro país con tres millones de personas en las calles en contra de la guerra, en una jornada de acción global que llevó al New York Times a definir a ese movimiento como “el segundo super poder mundial”. Ese mismo movimiento tuvo una influencia significativa en la batalla de Sergio Cofferati CGIL en contra de la reforma del artículo 18 del Estatuto de Trabajadores por el gobierno de Berlusconi. En marzo de 2002 el Circus Maximus se llenó en una de las más grandes manifestaciones sindicales jamás vistas. Bloquearon la reforma, que se aprobaría en 2015 por el gobierno de Renzi con muy poca oposición de los sindicatos confederados. Mientras tanto hubo:
- Foros Sociales Mundiales alrededor del mundo
- Grandes esfuerzos por renovar el contenido anticapitalista
- La multiplicación de colectivos estudiantiles en escuelas y universidades
- Nuevas ocupaciones de centros sociales
- El nacimiento de revistas y casas editoriales (nuestra Alegre nació en 2003 con un nombre que no es exactamente aleatorio)
- Canales de comunicación autogestionados que revolucionaron la web tales como Indymedia, que después de Génova y hasta 2004 tuvo su fase de mayor fuerza y visibilidad (y luego cerró, como es lógico, en 2006)
- Por no mencionar las muchas luchas ambientalistas, feministas y territoriales.
Fue una verdadera explosión de la llamada “sociedad civil” que Damilano evidentemente no recuerda. El propio Zerocalcare, como se cita en la editorial, curiosamente declara que “lo que desapareció después de Génova fue la sociedad civil. Cuando algo pasó (antes) estaban lo Arci, los católicos y los centros sociales, las asambleas por ciudad”, entonces, después de Génova, aparentemente no había nada. Incluso es muy difícil encontrar un momento histórico con un número mayor de asambleas en pueblos sobre los más variados temas entre 2001 y 2004. Ciertamente sin comparación las dos décadas previas a Génova y las dos que le siguieron.
Qué produjo la desilusión
Está también la versión radical de la interpretación de los días de Génova como un “1968 de 48 horas”, la de aquellos que tenían la sensación de haber vivido en esos días un intento de insurrección abortada a causa de la violenta represión. Consideran a las enormes movilizaciones de los siguientes años políticamente dóciles porque las personas estaban muy poco inclinadas a las confrontaciones en las calles. En la versión moderada de L’Espresso, por otro lado, se les quita cualquier responsabilidad a los partidos de izquierda en este movimiento. A causa de esa represión, Damilano escribe “se dejó a una generación sin política. Y termino con anti-política”.
De hecho, inmediatamente se contradice así mismo al citar a dos 20 añeros que estuvieron en las calles de Génova, Pablo Iglesias y Alexis Tsipras, quienes años después se convertirían en el vice-presidente del gobierno español y primer ministro griego, respectivamente. Pero su argumento requiere un vínculo directo entre la represión del movimiento y la evolución subsecuente de la política italiana: el corte de raíz de un movimiento que imaginó políticas diferentes haya supuestamente producido una desconfianza generacional tan grande como para favorecer el nacimiento del populismo del estilo de Grillo.3
El “Vaffaday” del que nació el Movimiento cinco estrellas de hecho llega hasta el 2007, p.e. al tiempo cuando los efectos del Segundo Gobierno Prodi estaban en pleno Desarrollo, que en 2006 lograron derrotar a Silvio Berlusconi por los pelos después de cinco años de intensos movimientos sociales en contra de su gobierno, pero que en pocos meses creo la desilusión y desconfianza en la posibilidad de una verdadera alternativa. Damilano pasa por alto el hecho de que el mayor partido de izquierda -los Demócratas de Izquierda (DS-Democratici di Sinistra), que en 2001 pasaban del Partido Comunista de una década antes al Partido Demócrata de unos años después- en aquel julio no sólo no estaba en las calles con el movimiento, sino que estaba del lado del G8. Entre los ocho grandes nombres del tiempo estaban no sólo los odiados George W. Bush y Silvio Berlusconi, pero también el líder de los Social Demócratas alemanes, Gerad Schröder, y el dirigente del Partido Laborista británico Tony Blair, el teórico de la “tercera vía” vista como un ejemplo ganador por los principales líderes de DS: Massimo D’Alema, Walter Veltroni y Piero Fassino. Estaban fascinados por los “magníficos destinos y progresos” de la globalización liberal, por la belleza de la flexibilidad laboral en contra de la prisión del trabajo fijo, con un entusiasmo neófito por el libre comercio acompañado por el confuso mito de la meritocracia. Y pocos meses después, después de los ataques a las torres gemelas del 11 de septiembre, corrieron, unidos y alineados, a apoyar a Bush en la guerra en Afganistán.
Además de las responsabilidades políticas de los partidos de centro-izquierda, Damilano también pasa por alto a la izquierda radical que fue parte activa de ese movimiento. El portavoz del Foro Social de Génova, Vittorio Agnoletto, fue elegido al Parlamento Europeo en 2004. En el mismo sentido como unos de los más prominentes líderes mediáticos del Foro No Global de Marzo de 2001 en Nápoles, Francesco Carusco, se volvió miembro del Parlamento Italiano en 2006. Además, en la dinámica del creciente conflicto social en los años 2001-2003, el papel de ese partido y de su dirigente Fausto Bertinotti fue muy importante, hasta su temporada en el gobierno Prodi durante el cual se volvió presidente de la cámara de diputados. En un poco tiempo, de ser el líder político más cercano a los movimientos se volvió uno de los más odiados por éstos.
Es muy conveniente decir que fue la policía quien causó la retirada. Si el nuestro se ha convertido en “un país sin izquierda” a causa de la represión, podemos hacer muy poco al respecto y no podemos reprocharnos por nada, tampoco a quienes fueron parte de ese movimiento ni a quienes estuvieron fuera de él, como el propio Damilano. Si este movimiento fue una chispa de 48 horas, no podemos aprender nada de los contenidos y prácticas que expresaba. En el mejor de los casos estas lecciones no fueron aprendidas, en el peor fueron explícitamente opuestas a la izquierda política. Y que hoy es evidentemente es convenientemente olvidada.
Este movimiento entró en dificultades en 2004 ciertamente por su llamativa impotencia al encarar la escalada de la guerra en Iraq a pesar de los millones de personas en las calles, debido a la dificultad de obtener resultados concretos (además de retirar la reforma del artículo 18) y en echar raíces en los centros de trabajo. Pero sin duda el nacimiento de la nueva centro-izquierda, junto con la propia Refundación Comunista que invirtió el consenso de esos años de movimiento en una nueva alianza gubernamental con quienes se han opuesto a esas mismas movilizaciones, fue decisiva en crear una retirada gradual y desilusión con la política activa que aún estamos sufriendo hoy. Un movimiento antisistema se encontró, por un lado, con una izquierda moderada que quería representar el sistema, y por el otro lado a una izquierda radical que en cierto punto fue incapaz de proponer algo distinto a la “opción del mal menor”. Esto resultó en un gobierno formalmente de izquierda que continuó administrando al neoliberalismo en un momento cuando, desde 2007, este sistema estaba entrando en una profunda crisis económica que incrementó las desigualdades e hizo a una alternativa aún más urgente. Fue esta desilusión la que hizo que aquellos que afirmaban querer reemplazar a los políticos con ciudadanos honestos aparecer más creíbles que como una fuerza antisistema, a pesar de no proponer políticas alternativas radicales.
Hoy, incluso cuando el proyecto de Grillo aparece estar en una crisis sin fin, mostrando la debilidad de un discurso de distracción con respecto a las contradicciones de las sociedades capitalistas avanzadas, esos años de movilización no deben de ser removidos sino redescubiertos. Necesitamos analizar el potencial político, los errores y horrores cometidos en su momento por una izquierda que luego se autodestruyó rápidamente, el amplio rango de impacto que sus contenidos y prácticas tuvo, que resistió la crisis del Foro Social, influenciando el primer nacimiento del movimiento estudiantil del 2008 Onda Anomola (movimiento estudiantil) y entonces en la victoria del referéndum por agua pública en 2011. Pero también afrontó los límites de las raíces y errores de perspectiva de ese mismo movimiento.
Solo una reflexión seria y sincera de estos eventos -que no busque comodidad, ni sea victimista, ni tenga como objetivo borrar- puede hacer a este periodo de veinte años una base fructífera para reconstruir una política en nuevos fundamentos que pueda aún aspirar a otro mundo.
Traducción de Jacobin Italia
- 1La 27 cumbre del G8 se celebró en Génova, Italia, entre el 20 y 22 de julio de 2001. Es notoria por la violencia policiaca en la que el manifestante Carlo Giuliani de Génova fue asesinado. Ver https://en.wik…
- 2Para estos incidentes de violencia policial ver: https://en.wik…
- 3Co-fundador del Movimiento 5 estrellas de Beppe Grillo