El portavoz del CADTM Internacional, Éric Toussaint, responde a las preguntas del semanario “L’Anticapiltaliste”.
Los marxistas dudaron con frecuencia en el comienzo de la crisis económica actual: ¿era una crisis fundamentalmente capitalista, clásica, cuyos síntomas eran ya evidentes, o bien, era una crisis específica resultante de la pandemia? En vista de los acontecimientos ¿qué piensas de eso ahora?
Éric Toussaint: La respuesta es clara y simple: las dos explicaciones no son contradictorias, ambas permiten comprender lo que está pasando. Antes de la pandemia de la Covid-19, ya había comenzado una crisis capitalista: en 2019, hubo una reducción importante en la producción industrial de Alemania, en varios sectores industriales en Estados Unidos, una desaceleración económica en China, a partir de septiembre de ese año, comenzó una crisis financiera en Estados Unidos, paralelamente con una productividad en descenso en las principales economías, congelamiento o reducción de las tasas de beneficio…
A esa crisis clásica, que se está agravando, la siguió, a partir de 2019 en China, una enorme crisis sanitaria que provocó el paro de las cadenas de producción, de aprovisionamiento y de distribución. Los economistas que niegan la especificidad de los efectos de la pandemia sobre la economía se equivocan, como aquellas y aquellos que afirman que la crisis es debida a un shock externo, o sea, debida a los efectos de la pandemia sobre la economía.
Contrariamente a las ilusiones de algunos por la relajación de las coacciones institucionales (UE, FMI,…) y la reducción de los tipos de interés, las restricciones ligadas a la deuda pública no desaparecieron. ¿Cómo ves la situación «poscovid», tanto en el Norte como en el Sur?
Efectivamente, como dices, hay algunos en la izquierda que tienden a presentar como un giro positivo la nueva política de los bancos centrales y de los gobiernos, consistente, desde marzo de 2020, en el aumento del déficit presupuestario y la deuda pública. Y eso es peligroso, ya que alienta bajar la guardia y reducir la crítica de las políticas económicas que se aplican y de las instituciones como el BCE, la Comisión Europea y los gobiernos nacionales. Sin embargo, el aumento del déficit público sirve para implementar medidas de contención sociales (subsidios por paro, ayudas financieras puntuales a las familias y a algunos sectores económicos fuertemente afectados…) sin mayores impuestos a los capitalistas y a sus empresas. No hay tampoco, una verdadera refinanciación del sector público de salud… Las obligaciones ligadas a la deuda pública han sido, provisoriamente, muy flexibilizadas, en espera del retorno de la dureza de las nuevas medidas de austeridad en un año o dos. Cuando se exija de nuevo la disciplina por las instancias europeas en aplicación a los tratados, la deuda pública habrá aumentado a tal punto que se requerirán nuevos recortes en los gastos públicos y sociales, junto a nuevas contrarreformas en el ámbito de los derechos de asalariadas y asalariados y de las personas dependientes de ayudas sociales.
Hubiera sido necesario aumentar el déficit público para financiar un vasto plan de gastos y, simultáneamente, aplicar de manera complementaria impuestos al 1% más rico de la sociedad, tanto sobre el patrimonio como sobre los ingresos. El plan de relanzamiento de los gastos públicos ha sido, finalmente, muy limitado y totalmente financiado por el recurso al endeudamiento.
Entre los nuevos ataques que debemos resistir, están: la aceleración de la automatización/robotización del trabajo; la generalización del teletrabajo, en el que los trabajadores está aislados, aún con menos disponibilidad de su tiempo, y asumiendo una serie de gastos ligados a sus útiles de trabajo que no existiría si estuvieran trabajando físicamente en la empresa; nuevos ataques a la enseñanza pública y un desarrollo de la enseñanza a distancia que aumenta las desigualdades culturales y sociales; una intensificación del control sobre la vida privada y sobre los datos privados; la intensificación de la represión…
Finalmente, está muy claro que la pandemia del coronavirus aumentó todavía un poco más la desigualdad en el reparto de los ingresos y patrimonios. También creció, de manera dramática, la desigualdad ante la enfermedad y ante la muerte.
Los gobiernos y el Gran Capital no abandonarán la continuación de esta ofensiva contra los intereses de la gran mayoría de la población, excepto que unas movilizaciones muy potentes los obliguen a hacer concesiones, o si triunfa una revolución social.
Las luchas que se desencadenaron en varios continentes, a partir de junio de 2020, especialmente las luchas antirracistas masivas con el lema Black Lives Matter, muestran que las clases populares y la juventud no aceptan la continuación del statu quo.
En 2021, las enormes movilizaciones populares en Colombia, los avances electorales en Chile y Perú, y más recientemente, a finales de mayo y el 3 de julio las luchas anti-Bolsonaro en Brasil, muestran, una nueva vez más, que los pueblos de Latinoamérica resisten masivamente.
Es necesario contribuir tanto como sea posible a que un nuevo y potente movimiento social y político sea capaz de ayudar a la convergencia de las luchas sociales y contribuir a la elaboración de un programa de ruptura con el capitalismo, proponiendo soluciones anticapitalistas, antirracistas, ecologistas, feministas y socialistas.
Frente a la crisis multidimensional del capitalismo, y a su carrera hacia el abismo debido a la crisis ecológica, enmendar el capitalismo no es una verdadera opción, ya que solo se le haría un pequeño daño, sin aportar las soluciones radicales que exige la situación.
En un artículo reciente, citas a Lissagaray, historiador y militante de la Comuna, quien escribió a propósito del Banco de Francia: «La Comuna se detuvo ante la caja fuerte de la burguesía». Una cuestión siempre de actualidad: ¿cómo se plantea ahora?
El Banco de Francia estaba en el centro de la Comuna de París. Debido a los acontecimientos de marzo de 1871, los comuneros y las comuneras no tomaron el Banco que permaneció en manos del gobierno de Thiers, y que continuó financiándolo –recibió más de 350 millones de francos oro, 20 veces más de lo que obtuvo la Comuna–.
Fue Charles Beslay, proudhoniano, delegado de la Comuna ante el Banco de Francia, el que convenció a la Comuna de no «violar» (¡sic!) ni de tomar el control del Banco. Así que Beslay permitió al Banco de Francia continuar financiando a Thiers, que pudo, entonces, reorganizar el ejército y reprimir la Comuna. Para Beslay, el Banco era la fortuna de Francia y tomarlo habría significado el caos. Por cierto, Beslay fue el único dirigente de la Comuna que no fue ejecutado, encarcelado o deportado. Se refugió en Suiza con la autorización de Thiers.
Hubiera sido necesario tomar el Banco de Francia. Y era totalmente posible, sin efusión de sangre. Solamente había que poner el Banco al servicio de la Comuna e impedir que Thiers obtuviera el dinero para preparar la represión de la Comuna.
El argumento del caos… es el mismo argumento desde hace siglos. Escuchamos lo mismo en Grecia, con Varoufakis, quien junto a Tsipras decidió dejar al mismo gobernador del Banco de Grecia, fiel aliado a la Troika y a los banqueros privados griegos. Por el contrario, la gente de la Revolución cubana tomó, desde la victoria en 1959, el control del Banco de Cuba, y el Che Guevara fue su director. Por su parte, el gobierno de los sóviets había expropiado todos los bancos rusos en diciembre de 1917.
Concerniente a la cuestión del Banco Central, de los bancos privados y del sector de las finanzas en general, se constata un empobrecimiento muy grave de los programas de organizaciones que reivindican una orientación de izquierda. En 2019, el Manifiesto del partido laborista, bajo la presidencia de Jeremy Corbyn, a pesar de ser radical en una serie de cuestiones como las renacionalizaciones y la anulación de la deuda estudiantil, se queda mudo sobre la cuestión de la City de Londres y sobre el Banco de Inglaterra; el programa de Bernie Sanders en 2019-2020, radical en la cuestión fiscal y sobre las deudas estudiantiles, también se mantiene silencioso sobre el Banco Central de Estados Unidos (la Fed) y sobre los grandes bancos privados. El programa de otras organizaciones políticas como Podemos, Diem 25, Die Linke, o permanece mudo o se muestran muy moderado y, por lo tanto, es totalmente inapropiado cuando se trata de abordar la cuestión del banco central, de los grandes bancos privados, de la moneda y de la deuda pública.
Más generalmente, en materia de finanzas, la solución es clara: se debe proceder a suspensiones de pagos, excluyendo el pago de indemnizaciones por retraso. Más allá de una suspensión de pagos, se debe realizar, en todos los países, una auditoría de la deuda con una participación activa de la ciudadanía. , con el fin de determinar la parte ilegítima, odiosa, ilegal y/o insostenible que sería necesario anular. El CADTM, que es una red mundial activa principalmente en el Sur del planeta, aunque también en el Norte, establece que la necesidad de recurrir a suspensiones de pagos y a anulaciones de deuda concierne no solo a los países en desarrollo, sean o no emergentes, sino también a los países del Norte.
También, es necesario atreverse a hablar de la anulación de las deudas abusivas reclamadas a las clases populares.
Fonte CADTM