Palestina: un ataque imperialista a todo el Medio Oriente

El 18º Congreso Mundial de la Cuarta Internacional tuvo lugar en Bélgica del 23 al 28 de febrero. El amplio debate abarcó la situación internacional en todos sus aspectos, desde la policrisis estructural en sus aspectos medioambientales, económicos, sociales y políticos hasta los movimientos de resistencia, y la necesidad de construir y fortalecer nuestra propia Internacional.

Se dedicó una resolución a Palestina. Publicamos aquí la resolución aprobada por el Congreso por 116 votos a favor, 3 en contra y 4 abstenciones.

La guerra contra Palestina abre un nuevo capítulo en la historia. Es un genocidio llevado a cabo por Israel con el apoyo activo de Estados Unidos y el apoyo activo o la complicidad de muchos otros Estados.

De los 2,4 millones de palestinos de Gaza, 1,9 millones (o el 86% de la población) han sido desplazados internamente. De las más de 47.000 muertes identificadas, el 40% son mujeres y niños, y la carnicería real oscila entre 200.000 y 300.000 muertes, o alrededor del 15% de la población de Gaza. Mediante su asedio a la población que habita el territorio sin alimentos ni apoyo y sus muchas otras violaciones de las leyes internacionales, el asesinato de cientos de periodistas y médicos y el bloqueo de la ayuda humanitaria, Israel está demostrando que su objetivo es recuperar el control total de la Franja de Gaza. Mientras tanto, 16 comunidades palestinas han sido desplazadas de Cisjordania por la fuerza, y hasta julio 2024, 1285 palestinos habían sido desplazados.

Eso es un ataque y una amenaza contra todos los palestinos y la mayoría de la población de Oriente Medio, con importantes implicaciones tanto para la región en su conjunto como para las relaciones geopolíticas globales.

Una larga guerra genocida

Los ataques israelíes contra el Líbano desde septiembre de 2024 representan una nueva etapa en la guerra: varios miles de personas están siendo asesinadas por ataques indiscriminados y bombardeos masivos, y decenas de miles están huyendo del sur del país. El 27 de septiembre, el asesinato del secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah, y de varios de sus líderes, completó lo que resultó ser una decapitación sistemática de la organización tras sabotear su red de comunicaciones. 

Posteriormente, el foco del ataque militar y político de Israel se extendió de Gaza al sur del Líbano -es decir, las áreas de ese Estado donde se encuentra la base de retaguardia de Hezbolá – junto con intentos de redirigir la propaganda que presenta a Irán como la principal amenaza al llamado mundo civilizado. De hecho, Netanyahu lleva a cabo "incursiones militares limitadas" en esta región desde noviembre de 2023.

Las acciones de Biden revelaron la profundidad de su hipocresía: el llamado del 26 de septiembre por parte de Estados Unidos y otros por un alto el fuego de tres semanas entre el Estado sionista y Hezbolá, rápidamente dio paso a una declaración de Biden elogiando la desaparición de Nasrallah, dejando claro que su administración apoya la ofensiva israelí en el sur del Líbano así como en Gaza. La postura del "genocida Joe" fue una de las causas de la derrota de Harris en las elecciones presidenciales, ya que los demócratas perdieron el apoyo de una parte sustancial de la población racializada. La llegada de Trump coincidió con el desgaste del ejército israelí y del poder de Netanyahu, a quien se le impuso un intercambio de prisioneros como parte del alto el fuego del 15 de enero de 2025, a razón de 1 prisionero israelí por cada 30 palestinos.

Pero si bien el alto el fuego representa una pausa en el horror, no ha hecho nada para frenar las intenciones genocidas de Estados Unidos e Israel: Trump ha indicado que quiere tomar posesión de Gaza, vaciándola de su población y expulsándola a Egipto o Jordania, mientras que Israel ha escalado redirigido sus ataques hacia Cisjordania. El Ministro de Defensa israelí, Israel Katz, declaró:

“Hemos declarado la guerra al terrorismo palestino en Cisjordania”. “Una vez terminada la operación, las FDI [ejército israelí] permanecerán en el campo de Jenin para garantizar que el terrorismo no regrese”.

Al mismo tiempo, la complicidad de la Autoridad Palestina con el Estado de Israel se ha vuelto cada vez más evidente para una parte mayor de la población palestina, como lo atestiguan las crecientes convocatorias de elecciones y el creciente apoyo recibido por Hamás. (Movido).

Una guerra total

Israel está librando un terror masivo en una guerra asimétrica, con el objetivo de silenciar toda disidencia política, militante o militar. Esta guerra no es simplemente una continuación de la guerra de apartheid, colonización y limpieza étnica contra quienes habitaban Palestina antes de la creación impuesta del Estado de Israel, y que ya ha durado 75 años. Ha habido un salto cualitativo en la voluntad de erradicar al pueblo palestino, mediante la deshumanización de los palestinos y en una lógica supremacista, en una traición total a la memoria de la Shoah.

La actual matanza también está vinculada a la naturaleza neofascista del gobierno de Netanyahu: Gravemente debilitado por meses de protestas populares contra su arrogancia hacia el poder judicial y las claras pruebas de su corrupción, Netanyahu, que ha explotado la extrema debilidad de la izquierda antisionista, aprovechó el sangriento atentado del 7 de octubre de 2023 para intentar recuperar la iniciativa y el control de la situación interna. Continúa la Nakba; ayer masacrando y expulsando en Gaza, hoy atacando en Cisjordania. El objetivo de establecer un Gran Israel - que podría incluir el sur del Líbano hasta el río Litani -, los objetivos internos de la política israelí y la precipitada carrera hacia la guerra son todos parte de la retórica del “choque de civilizaciones” de las potencias occidentales, un discurso que se adapta perfectamente a sus necesidades en el contexto de la crisis global del sistema de dominación imperialista.

Netanyahu es hoy la vanguardia de la extrema derecha global, que ha dejado su tradicional antisemitismo en un segundo plano en favor de una ofensiva global racista e islamófoba. Estamos siendo testigos del surgimiento de un nuevo orden mundial cuya misión histórica es permitir matanzas masivas en beneficio de la dominación del mundo por parte de las grandes potencias imperialistas. La llegada de Trump al poder está permitiendo una gigantesca aceleración de estas orientaciones.

La represión de los palestinos no se debe a los caprichos de un solo hombre, sino a la lógica de las clases dominantes del Estado de Israel, a expensas del pueblo palestino.

Los intereses imperialistas y los gobiernos árabes. La mano de los imperialistas

Sin embargo, Israel no actúa solo. Esta es la primera vez desde la ofensiva contra Irak en 2003 que Estados Unidos interviene de manera tan directa. Su apoyo de millones de dólares y armas a Israel es decisivo en la realización de una masacre histórica de civiles. Se lleva a cabo con el silencio cómplice o las protestas hipócritas de las grandes potencias occidentales, las protestas tardías de China o el funambulismo de la Rusia de Putin. Las potencias imperialistas ignoran las diversas resoluciones de la ONU o de la Corte Penal Internacional, que no influyen en los acontecimientos.

Como ocurre con la mayoría de los gobiernos del mundo árabe, su lógica de "normalización" de las relaciones con Israel y de invisibilización de la causa palestina, que prevalecía antes del 7 de octubre, hace que sus declaraciones críticas sobre el bombardeo de Gaza, concedidas bajo la presión popular, sean patéticas y trágicas. Millones de personas en los países musulmanes y de habla árabe de la región perciben claramente que los regímenes árabes colaboran con Israel y los imperialistas. Esta política los lleva, como es el caso en Argelia, Marruecos, Egipto y Jordania, a intensificar la represión contra sus poblaciones, porque saben que cualquier movilización en solidaridad con Palestina se convertiría inevitablemente en una protesta contra sus gobiernos. El hecho de que hayan denunciado el plan de Trump de hacer de Gaza “la Riviera de Oriente Medio” se explica por su preocupación por defender sus propios intereses, no por su apoyo al pueblo palestino.

La complicidad de la Autoridad Palestina con el Estado israelí se ha vuelto cada vez más evidente para una parte mayor de la población palestina.

Los batallones pro-Assad en Siria, Hezbolá en el Líbano y los hutíes en Yemen, en rebelión contra un gobierno controlado por Arabia Saudita (todas fuerzas con vínculos con el régimen teocrático y profundamente represivo de Irán) afirman estar actuando en interés del pueblo palestino, cuando en realidad intentan promover sus propios intereses. El colapso del odiado régimen de Bashar al-Ásad en Siria es un alivio para millones de sirios, pero las fuerzas progresistas, particularmente los kurdos y especialmente Rojava, están ahora atrapadas en un vicio entre el imperialismo de la Turquía de Erdogan e Israel.

El colapso del odiado régimen de Bashar al-Ásad es un acontecimiento importante en Oriente Medio. Medio siglo de dictadura sedienta de sangre ha llegado a su fin. La caída del régimen no se logró mediante una movilización masiva, sino mediante una operación militar dirigida por una corriente islamista radical. Pero la aspiración de libertad del pueblo sirio y la acumulación de resistencia desde el comienzo de la revuelta siria, han jugado un papel importante. Esto ha sido un alivio para millones de sirios. Por fin, existen posibilidades para que los movimientos sociales, feministas y democráticos se autoorganicen desde abajo. Pero esta esperanza va acompañada de una grave desconfianza hacia el carácter reaccionario del grupo dirigente, Hayat Tahrir al-Sham.

Turquía, a través del Ejército Nacional Sirio, también interviene, por ambición imperial, para aprovechar la reconstrucción del país, pero sobre todo para poner fin a la administración autónoma kurda en el norte y el este de Siria, en la región de Rojava en su frontera. Paradójicamente, apoyados por Washington y Tel Aviv (para defender sus propios intereses), los kurdos sirios se esfuerzan por mantener su proceso de autodeterminación y sus estructuras administrativas por todos los medios disponibles, tanto con la diplomacia como con las armas.

Es una ofensiva colonial e imperialista con múltiples objetivos, con represión violenta y el fomento de nuevos asentamientos en Cisjordania, la desaparición o el éxodo masivo de palestinos, incursiones militares en el suroeste de Siria y bombardeos contra los hutíes en Yemen, que intentan bloquear las maniobras de la marina y los buques mercantes estadounidenses en la entrada al Mar Rojo. 

Lo que Israel está haciendo no es defensa propia, sino una de las masacres más vergonzosas de la historia reciente, denunciada con razón como genocida por Sudáfrica ante el Tribunal de La Haya. La tragedia actual está provocando agitaciones políticas e ideológicas en todo el mundo. Cada vez es más difícil para los aliados defender tanto a Estados Unidos como a Israel. 

Solidaridad sin precedentes desde hace varias décadas

La matanza en Gaza está teniendo un impacto particular en la juventud periférica de todo el mundo. El movimiento de solidaridad ha sido objeto de una represión generalizada: se han prohibido manifestaciones, se ha reprimido a los participantes e incluso se les ha encarcelado. Cientos de miles de personas se manifestaron, bloquearon fábricas de armas y presionaron para que se rompieran los acuerdos entre sus países e Israel. El movimiento ejerció influencia en los círculos artísticos y el movimiento de boicot se extendió. Millones de jóvenes que no habían vivido las dos Intifadas redescubrieron esta lucha y la hicieron suya. Jóvenes racializados en barrios obreros, víctimas de la creciente islamofobia, identificados con la causa palestina.

Mientras que las acciones en apoyo de esta causa son rápidamente acusadas de antisemitismo por quienes defienden las acciones de Israel, los jóvenes humanistas judíos occidentales han mostrado una evolución de conciencia al desarrollar una orientación no sionista o antisionista, contra la marea de reacciones proisraelíes al 7 de octubre, y están organizando una movilización histórica que desafía a los poderes establecidos en los Estados Unidos. El movimiento jugó un papel importante en la sustitución del "Joe genocida" Biden por Kamala Harris.

La movilización pasó por varias fases. En primer lugar, en los meses posteriores al 7 de octubre fue muy difícil hacer frente a la presión política que apoyaba el pseudo-"derecho a defenderse" de Israel. Luego hubo grandes movilizaciones, con un magnífico repunte cuando se movilizaron las universidades. Hoy nos enfrentamos a una nueva situación con la extensión de la guerra al Líbano, tras ataques selectivos en Irán. La amenaza de una guerra regional está más presente que nunca, y la precipitada carrera hacia la guerra que temíamos y anunciamos parece estar en marcha.

En Israel también hay una oposición al genocidio y a la colonización, con un llamamiento firmado por 3.600 personalidades que piden sanciones contra Israel, soldados que se niegan al servicio militar, diputados del Partido Comunista de Israel (judíos y árabes) suspendidos del parlamento por apoyar el llamamiento de Sudáfrica contra el genocidio en Gaza, periodistas del diario Haaretz que denuncian los crímenes israelíes en Gaza y la colonización en Cisjordania, ONG como B’tselem que defienden a los presos políticos palestinos, etc. Es cierto que son una minoría débil, pero necesitamos dar a conocer su lucha, silenciada por tanta propaganda.

Nuestras acciones por Palestina

Es más que nunca nuestra responsabilidad construir un movimiento mundial de solidaridad con Palestina. Este movimiento debe ser amplio y unido, y exigir:

  • Detener las masacres y retirada de tropas
  • La reconstrucción de Gaza por y para lxs gazatíes, a costa de las potencias imperialistas, tanto las directamente involucradas como las cómplices
  • Acceso a la ayuda humanitaria para la población
  • La liberación de prisioneros.
  • El cese total del desplazamiento y la garantía del derecho de retorno para todos lxs palestinxs. Refugiados
  • BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones)

Todas estas demandas humanitarias son fundamentales. Para lograrlo, necesitamos intensificar las manifestaciones, ocupaciones y boicots, exigir la requisa de las empresas que colaboran en el genocidio, bloquear la venta de armas y pedir a los gobiernos que cesen todos los vínculos, especialmente los comerciales, y todo apoyo al Estado genocida. Necesitamos el apoyo de los sindicatos y de la calle. Apoyamos la formación de bloques judíos visibles en solidaridad con Palestina. Nuestro objetivo es crear el máximo espacio para el debate democrático dentro del movimiento.

Pero en el fondo sabemos que este movimiento también es antiimperialista, decolonial y antiguerra; y que resuena con la amenaza de un mundo caótico donde las relaciones entre las grandes potencias se resuelven por las armas. Como parte de este movimiento, queremos afirmar la necesidad de que los pueblos del mundo, las clases trabajadoras y las personas racializadas, se levanten y arrebaten el poder a los criminales. Apoyamos la resistencia de los pueblos, armados o desarmados. Sólo una movilización masiva, particularmente en Medio Oriente, puede cambiar el actual equilibrio de poder totalmente desequilibrado y obligar a los estados y organizaciones a movilizarse contra este genocidio.

No compartimos el proyecto político de Hamás o Hezbolá, ni sus visiones represivas y reaccionarias de la sociedad. Sin embargo, dado el retroceso de la izquierda en la región y la ausencia de otras fuerzas de resistencia al colonialismo, estas organizaciones tienen un gran apoyo electoral y popular, por lo que son herramientas de resistencia reconocidas de facto, ya sea en la región o por algunos movimientos solidarios. Nosotras denunciamos la retórica de las clases dominantes occidentales que etiquetan al pueblo palestino y a sus organizaciones como terroristas. Para Israel y sus aliados, el acto mismo de resistir es una acción terrorista. Para nosotros, la violencia de las víctimas surge de la violencia de los opresores. Si bien no apoyamos políticamente a Hamás, sí apoyamos su derecho democrático a existir y exigimos la eliminación del FPLP, Hamás y Hezbolá de las listas de organizaciones terroristas elaboradas por Estados Unidos y la Unión Europea, entre otros.

En Palestina, más que en cualquier otro lugar, la lucha victoriosa de los explotados y oprimidos puede ser el camino hacia un mundo más justo. Reafirmamos la necesidad de desmantelar el Estado sionista, como “Estado para los judíos”, y que sólo una Palestina libre, democrática, laica e igualitaria, a la cual todos los palestinos dispersos puedan regresar, y donde todos puedan vivir, cualquiera que sea su religión, siempre que acepten este marco descolonial, puede traer una solución justa y pacífica para los pueblos de la región. El equilibrio de poder necesario para lograr tal solución, lejos de los espejismos de una Palestina limitada a bantustanes, implica una movilización global, y particularmente regional, para detener a los imperialistas, a Estados Unidos en particular.

Israel y Estados Unidos están aislados en el escenario internacional.

Palestina cuenta con el apoyo de la mayoría de las clases trabajadoras. ¡Depende de nosotros transformar este apoyo en acción de masas!

14 de febrero de 2025

Cuarta Internacional