Resolución sobre Ucrania – 18 Congreso Mundial de la Cuarta Internacional

El 18º Congreso Mundial de la Cuarta Internacional tuvo lugar en Bélgica del 23 al 28 de febrero. El amplio debate abarcó la situación internacional en todos sus aspectos, desde la policrisis estructural en sus aspectos medioambientales, económicos, sociales y políticos hasta los movimientos de resistencia, y la necesidad de construir y fortalecer nuestra propia Internacional. Un punto de debate particular fue cómo, como marxistas revolucionarios internacionalistas, expresamos nuestra oposición a la invasión rusa de Ucrania y nuestra solidaridad con la resistencia del pueblo ucraniano a esta invasión, a las políticas neoliberales del gobierno de Zelensky y a la militarización neoliberal..

Publicamos aquí la resolución presentada por la mayoría del CI saliente, aprobada por el congreso por 95 votos a favor, 23 en contra, 3 abstenciones y 5 votos en contra, y la resolución alternativa presentada por varias delegaciones rechazada por 31 a favor, 80 en contra y 9 abstenciones.

1. En febrero de 2022 Putin lanzó una invasión a gran escala de Ucrania, en un intento de convertir el país en un satélite ruso. Este intento ya ha causado cientos de miles de muertos y heridos. Pero el régimen de Moscú se caracteriza desde hace tiempo por una ideología imperialista-expansionista gran rusa, que considera que las superpotencias tienen derecho a ampliar su zona de influencia por todos los medios que sean posibles, desafiando las normas vigentes del derecho internacional y legitimando una nueva era de redistribución imperialista. Así, para el Kremlin, el crecimiento cotidiano del costo humano de esta agresión no implica una razón para ponerle fin a la invasión y una nueva intensificación es necesaria para aterrorizar al pueblo ucraniano y obligarlo a someterse.

2. Lo que se suponía que iba a ser una «operación militar especial» cuyo objetivo era derrocar al gobierno de Kiev en cuestión de días, se ha convertido en un estancamiento de tres años en una guerra a gran escala. Esta evolución fue inesperada no sólo para Putin, sino también para las potencias occidentales: Biden incluso ofreció ayuda a Zelensky para que pudiera evacuar el país. Es precisamente la resiliencia y determinación de la resistencia ucraniana lo que ha frustrado los planes de Putin hasta el día de hoy.

3. La invasión de Ucrania no fue sólo un intento de reafirmar el papel de Rusia en la competencia capitalista, sino también un intento deliberado de reforzar el control sobre la sociedad rusa y aplastar toda disidencia. Activistas antiguerra han sido procesados y condenados a largas penas de prisión por cargos falsos. Las organizaciones socialistas, como la de nuestros camaradas del Movimiento Socialista Ruso, se han visto obligadas a disolverse y sus miembros han tenido que huir. Si las feministas siguen movilizándose, lo hacen bajo una presión constante, con amenazas de encarcelamiento incluso solo por pronunciar la palabra «guerra».

4. Como internacionalistas, defendemos el derecho de Ucrania a la autodeterminación y su derecho a resistir la invasión. Los movimientos populares son parte integrante de esta resistencia y libran una lucha en dos frentes: contra los ocupantes y contra el gobierno de Zelensky. En esta lucha desigual, somos solidarios de otras fuerzas progresistas del país. Instamos a toda la izquierda internacionalista a desarrollar una solidaridad política y material con los sindicalistas, feministas y militantes de las organizaciones sociales y democráticas de Ucrania. Tal y como lo ha venido haciendo la Cuarta Internacional desde el comienzo de la agresión en el marco de la «Red Europea de Solidaridad con Ucrania» (ENSU/RESU) y junto con la organización de izquierda ucraniana Sotsialnyi Rukh. 

5. Una vez más, subrayamos que no nos hacemos ninguna ilusión sobre la naturaleza del régimen ucraniano. Su gobierno es de derecha y neoliberal, y no duda en movilizar el miedo para mantenerse en el poder. Tiene tantos deseos de satisfacer a los capitalistas nacionales como de tranquilizar a las potencias occidentales sobre su capacidad para adaptarse a sus exigencias. Sus políticas antisociales y antidemocráticas son contraproducentes para la defensa de Ucrania, porque se oponen a las necesidades de sus clases laboriosas, provocan su resentimiento, socavan la confianza social y, en consecuencia, el gobierno recurre a medidas cada vez más autoritarias. Por eso es tan importante apoyar a los trabajadores ucranianos y a sus organizaciones. No podemos abandonarlos cuando necesitan desesperadamente solidaridad, sobre todo si nuestra visión de la emancipación es la de una lucha desde abajo, en la que el pueblo se levante para luchar con total independencia del poder y de las grandes potencias.

6. El ataque de Rusia a Ucrania forma parte de la crisis global del capitalismo, del aumento de las tensiones interimperialistas y del auge de la extrema derecha y del militarismo. El régimen ruso intervino en Ucrania, Armenia, Georgia y Kazajstán, ha respaldado al régimen reaccionario de Bashar El Assad y ha aumentado su implicación en África. Los Estados Unidos maniobran en Sudamérica, el Pacífico asiático, Europa y África, arman constantemente a Israel apoyando todas sus agresiones. Por su parte Francia intenta mantener su presencia en África y reprime a los independentistas canacos. Y esto sin contar con el hecho de que la guerra de agresión de Putin ha revitalizado en general a la OTAN, antes declarada « en muerte cerebral », permitiendo a las grandes potencias occidentales reforzarla y ampliarla.

7. Al invocar la invasión rusa, los gobiernos occidentales fingen ser impotentes para apoyar a los afectados por la inflación y el aumento de los costos de la energía, socavando así tácitamente la solidaridad que invocan. Mientras tanto, las fuerzas de derecha apuntan cada vez más a los refugiados ucranianos o los oponen a otros migrantes.

8. Ciertamente, el apoyo que Estados Unidos y los gobiernos occidentales prestan a Ucrania no se basa en un punto de vista anticolonial, sobre todo dado porque permiten que el colonialismo de Israel se desarrolle sin control. Las potencias imperialistas occidentales utilizan la guerra para intentar debilitar a su rival ruso al mismo tiempo que utilizan las necesidades de ayuda de Ucrania para imponer su propio dominio sobre el país. Sin embargo -cuando el pueblo ucraniano, en su hora de necesidad, merece todos los medios necesarios para defenderse- esto no es une motivo suficiente para que rechace tales medios o para que nosotros nos opongamos a su suministro.

9. Ahora le toca a la izquierda movilizarse y exigir que el apoyo al pueblo ucraniano sea incondicional, en lugar de estar ligado a la aplicación y a la profundización de medidas neoliberales. Por eso exigimos la anulación inmediata y total de la deuda ucraniana, el respeto del derecho laboral, del derecho a estrudiar y el mantenimiento de los servicios públicos, la expropiación de los grandes capitalistas y la lucha contra la corrupción para ayudar al pueblo ucraniano y hacer frente al poder imperialista.

10. El actual aumento mundial del gasto en armamento demuestra que, más que nunca, debemos hacer campaña contra los demenciales programas de reame estratégico mutuo, sobre todo nuclear; contra el comercio de armas, que muy a menudo se dirige hacia las dictaduras; y por el control democrático (nacionalización) de la industria armamentística; al mismo tiempo que defendemos el derecho de los pueblos colonizados a defenderse, incluso por las armas.

11. Mientras escribimos estas líneas, Rusia está lanzando nuevos ataques. La destrucción de ciudades enteras, infraestructuras y ecosistemas, al igual que el secuestro y la deportación de niños, la destrucción de la cultura ucraniana y la supresión de las libertades en las zonas ocupadas, sirven para imponer el dominio del imperialismo gran ruso. Putin no esconde sus exigencias para castigar a Ucrania por su obstinación: reconocimiento de las adquisiciones territoriales ilegales; sustitución del gobierno «ilegítimo y nazi» de Zelensky; reducción drástica de las fuerzas armadas ucranianas; no pertenencia a la OTAN.

12. Está claro que una parte de la extrema derecha occidental preferiría un acuerdo con Putin que potenciara su programa ultrarreaccionario común, y que dejara a Ucrania impotente y dividida, reducida a una neocolonia de Rusia. El gobierno de China presta apoyo concreto al Kremlin mientras presenta las exigencias de rendición ucraniana como propuestas de negociación. Una parte de las clases dirigentes europea y estadounidense también puede verse tentada en algún momento por una paz que daría cierta satisfacción a Putin, pero que también restablecería las relaciones comerciales con Rusia y China.

13. Trump considera ahora que los ucranianos son los responsables de la guerra. Su postura depredadora y mercantilista, exigiendo el «reembolso» de la ayuda ya dada a Ucrania mediante la confiscación del 50% de los recursos minerales y de tierras raras del país, y otros privilegios por venir, es una ilustración particularmente brutal y odiosa de esta lógica.

14. Parte de la autoproclamada izquierda antiguerra está de acuerdo con esto y está dispuesta a dejar a Ucrania a merced permanente del régimen ruso, ya sea por campismo antiestadounidense o por pacifismo. Creemos que cualquier «paz» basada en tales condiciones e impuesta contra la voluntad del pueblo ucraniano sólo será el preludio de más ocupación y violencia. Ha llegado el momento de que la izquierda elabore su propia estrategia en materia de seguridad, basada en la participación popular y el control democrático. Esto se ha vuelto más crucial que nunca ante los «acuerdos» interimperialistas alcanzados entre Trump y Putin.

La única solución duradera a esta guerra pasa por:

- el no reconocimiento de las anexiones y la retirada total de las tropas rusas;

- someter todas las negociaciones y acuerdos al control democrático del pueblo;

- garantizar la capacidad de Ucrania para defenderse frente a todas invasión imperialista futura.

Una paz duradera sólo es posible cuando se basa:

- en el derecho de Ucrania y de las minorías que la componen a determinar libremente su futuro y a desarrollar sus culturas, independientemente de las presiones externas, de los intereses de los oligarcas, de los regímenes neoliberales en el poder o de las ideologías de extrema derecha;

- en el respeto de los derechos políticos, sociales y laborales, incluido el derecho de huelga, de reunión pacífica y en elecciones libres;

- en el derecho de todos los refugiados y desplazados por la guerra a regresar a sus hogares o a establecerse en los países donde residen actualmente;

- en el desmantelamiento de la dictadura de Putin y en la liberación de todos los presos políticos y prisioneros de guerra.

Consideramos nuestra lucha contra la guerra en Ucrania y por la derrota de Rusio como parte integrante de una lucha contra el militarismo y el imperialismo. La lucha contra la guerra y por la solidaridad internacional necesita:

- el desmantelamiento de todos los bloques militares de la OTAN, la OTSC y AUKUS;

- el establecimiento de un sistema de relaciones internacionales basado en la igualdad de todas las naciones, en el control desde abajo, en la diplomacia abierta y en la condena de todas las formas de agresión imperialista y nacionalista;

- la anulación de la deuda ucraniana;

- la creación, bajo el control de los ciudadanos ucranianos, de un fondo para la reconstrucción, la defensa y la mejora de las condiciones de vida, financiado mediante impuestos excepcionales sobre los beneficios de los capitalistas occidentales que hicieron negocios con sus homólogos rusos, y sobre los beneficios de las empresas armamentísticas y de otros especuladores de la guerra, así como mediante la expropiación de las fortunas de los oligarcas rusos y ucranianos.

28 de febrero de 2025

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Resolución alternativa Ucrania

Con el fin de tener una orientación solidaria útil para con los y las trabajadoras de la región y mantener nuestra tradición antiimperialista y de independencia de clase, la guerra en Ucrania debe entenderse en su contexto geopolítico e histórico a partir de un análisis materialista y riguroso de los hechos que han conducido a ella para no incurrir en errores de caracterización y en conclusiones apresuradas. En base a estas premisas, el objetivo de esta resolución es desarrollar una orientación alternativa a la que nuestra corriente ha sostenido desde 2022.

Desde que se redactó esta resolución, los dramáticos acontecimientos han confirmado nuestro análisis general. El 12 de febrero, Trump mantuvo una conversación telefónica con Putin y anunció que comenzarían las conversaciones de paz. El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, se reunió entonces con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, en Arabia Saudí para iniciar el proceso de división de Ucrania. Tanto el gobierno ucraniano como la UE se sintieron humillados al quedar excluidos del proceso.

Trump culpó increíblemente a Zelensky de iniciar la guerra. Exigió el 50 % de las materias primas de Ucrania, sin ofrecer siquiera ninguna garantía de seguridad a cambio. Se negó repetidamente a prometer la participación de Ucrania en las conversaciones de paz formales que están previstas. Estados Unidos, junto con Israel y Rusia, votó en contra de condenar la invasión rusa en Ucrania.

Es una imagen del nuevo orden mundial previsto por Trump, en el que el llamado «orden internacional basado en normas» posterior a la Segunda Guerra Mundial será destruido. Trump parece guiarse por dos cálculos: en primer lugar, como parte de un giro para centrarse en el rival más importante de Estados Unidos, China, y en segundo lugar, como una forma de satisfacer las expectativas de su base electoral.

Si se concluye, será una paz interimperialista, al igual que lo fue la guerra, además de ser una lucha legítima de Ucrania contra la agresión, una guerra interimperialista por poderes. Se basará en una gran cesión de territorio a Rusia y de recursos de tierras raras a EE. UU.

El hecho de que sea probable que la nueva posición de la administración estadounidense conduzca al fin de la guerra solo subraya el carácter de poder intermedio de este conflicto. Sin el apoyo activo de Estados Unidos, independientemente de las preferencias personales de Zelensky y del gobierno, no podrán seguir luchando. Probablemente se verán obligados a aceptar, a pesar de las objeciones, una paz humillante.

La idea de que, en respuesta a este acontecimiento, debamos exigir a la administración Trump que siga enviando armas a Ucrania es absurda. Nos alinearía con el sector más belicista de la clase capitalista en Occidente.

En cambio, al tiempo que denunciamos el injusto reparto de Ucrania por parte de EE. UU. y Rusia, debemos centrar nuestra agitación en el apoyo al pueblo de Ucrania con métodos de la clase trabajadora. Debemos redoblar nuestro llamamiento para la cancelación de la deuda ucraniana. Debemos oponernos activamente a los intentos de Rusia y Estados Unidos de robar los recursos naturales de Ucrania. Debemos tratar de profundizar nuestras relaciones con los sindicalistas, activistas de izquierda y otros ucranianos. Debemos tratar de construir movimientos contra el proceso de militarización europea, que ahora probablemente se acelerará aún más.

La larga dinámica de estancamiento que se arrastra desde la Gran Recesión de 2007-2008 iniciada en los grandes centros imperialistas, el impacto añadido de la pandemia y los cambios en la correlación de fuerzas internacional, fruto del desplazamiento al Sur y a Oriente de los grandes centros de producción de valor, así como el agotamiento de las dinámicas de financiarización como mecanismo para recuperar los beneficios con escasa o nula acumulación… han abierto dos dinámicas de fondo a nivel mundial:

a) una agudización de las tensiones interimperialistas

b) una creciente inestabilidad política resultado, en términos generales, de la interacción de los siguientes vectores: un reforzamiento de las derechas radicales, una crisis de las fuerzas políticas de gestión y la fragmentación y el debilitamiento global de la izquierda, desde la socialdemocracia hasta la izquierda revolucionaria.

En relación con la primera dinámica, hoy en día existen cuatro grandes focos de tensión interimperialista (Palestina y Oriente Medio, Ucrania y Europa del Este, El Sahel y el África Subsahariana, Taiwán y el Sureste Asiático) y dos guerras abiertas en plena escalada (La guerra de Israel -con el apoyo americano y europeo- contra Palestina, Yemen y Líbano y sus ataques a Siria y, sobre todo, Irán y tres años ya de guerra en Ucrania desde su invasión por Rusia y una guerra por procuración de la OTAN contra la Federación rusa). Varios diplomáticos, analistas y militantes están alertando del riesgo de que las escaladas en curso puedan empujar en una doble dirección: una convergencia de los conflictos abiertos y el riesgo de que incendien todas las zonas de tensión, desembocando en un conflicto global con alto riesgo de uso de armamento nuclear.

En esta resolución vamos a abrir el foco en el espacio y en el tiempo para abordar las causas, la naturaleza y los desenlaces posibles de la guerra en Ucrania, así como afirmar el compromiso antiimperialista, la línea antimilitarista y la solidaridad internacionalista con las clases trabajadoras tanto ucranianas como rusas de la IV Internacional.

Abriendo el foco

La actual tensión en el mundo tiene que ver con el intento de Occidente, principalmente de Estados Unidos, de impedir por medios comerciales, financieros, políticos y militares el declive de su poder en el mundo. La desastrosa guerra continua de Washington desde el fin de la Guerra Fría, que ha ocasionado unos 4 millones de muertos y 40 millones de desplazados en el arco que va de Afganistán a Libia, pasando por Iraq y las guerras en la ex Yugoeslavia, tiene que ver con la concepción neocón, común a republicanos y demócratas, de un dominio del mundo en solitario formulada en 1992 y practicada desde entonces. El ascenso de China, la reacción de Rusia y la cada vez mayor enajenación del Sur global, es decir de la mayoría de la población mundial, apuntan desde hace tiempo a tensiones crecientes en el mundo.

La prioridad americana para Europa, perfectamente conocida y documentada, era separar a Alemania de Rusia e impedir la integración de la Unión Europea en el conglomerado geoeconómico euroasiático cuya principal fuerza motriz está en Pekín (esta concepción quedó claramente incorporada en los documentos aprobados por la cumbre de la OTAN de Madrid en junio de 2022). China es el primer socio comercial de la UE. Rusia era su principal socio energético. Estados Unidos está rompiendo ambas relaciones. Lo de Rusia ya se ha conseguido y en el mejor de los casos la ruptura durará algunas décadas (el atentado contra el Nord Stream en el Mar del Norte simboliza muy bien lo que está en juego). Lo de China es más difícil, pero también avanza (AUKUS, colaboración creciente entre la OTAN y Japón, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas, Australia, etc…). El resultado será, ya está siendo, una subordinación creciente de la UE a Estados Unidos, una grave recesión económica en Alemania (directamente impactada por la desconexión energética de Rusia y la guerra arancelaria en curso con China), un ascenso de la extrema derecha y la profundización de la crisis política en la UE abierta hace más de una década y media por la crisis del Euro, la crisis política y social en la Europa Mediterránea, el Brexit, y las políticas criminales de represión de la inmigración.
Caracterizando el conflicto

En la izquierda se ha constatado una doble tendencia a la simplificación sobre las causas y la naturaleza de la guerra de Ucrania. Unos reduciéndola a una lucha de liberación nacional contra una invasión “no provocada” por un régimen autoritario. Esta visión no se aleja mucho del discurso inicial de no pocos responsables de la OTAN y la UE, que insisten en demonizar a Putin y presentarlo como un loco dispuesto a reconstruir lo que Reagan llamaba el “imperio del mal” soviético y conquistar toda Europa oriental. Otros hablan de choque interimperialista sin más (el discurso de gran parte de los BRICS y de formaciones estalinistas o mao-estalinistas nostálgicas de la URSS), obviando la invasión rusa e ignorando el derecho a la autodeterminación de los pueblos, intentando justificar y disculpar así la decisión de Putin.

Para caracterizar correctamente el conflicto en curso es inevitable entender que hay una dialéctica entre ambas dinámicas (opresión nacional y choque interimperialista). Pero, sin lugar a dudas, la dinámica de la guerra ha ido imponiendo un cambio en su dosificación, en la medida en que la voluntad de resistencia de una mayoría de la población ucraniana al principio de la invasión de Putin se ha ido subordinando progresivamente a los objetivos, los métodos y la dirección político-militar de las potencias que apoyan a Kiev contra Rusia. Al mismo tiempo, el estancamiento de la situación militar en el marco de una larga guerra de desgaste ha favorecido desde entonces una desafección creciente, un alejamiento y actitudes cada vez más contrarias a la guerra entre franjas crecientes de la población (como la huida masiva de reclutas y las deserciones no menos masivas de soldados ucranianos, descreídos ante una ilusoria promesa de victoria).

Si bien no hay ninguna duda de que la Federación Rusa es la única responsable de una invasión condenable y criminal, como todas las agresiones imperialistas, es manifiestamente falso sostener que “no ha sido provocada”.

Mirando hacia atrás con ira

Es necesario recordar algunos hechos para situar el contexto de la invasión del 24 de febrero de 2022:

-La Guerra Fría nunca se cerró del todo tras el hundimiento de la ex URSS y el Bloque del Este hace más de treinta años. La conversión de fracciones enteras de las antiguas burocracias al etnonacionalismo para mantenerse en el poder, como ya sucediera en la ex Yugoslavia, la intervención de las grandes potencias para operar una restauración capitalista neoliberal y mafiosa y alentar enfrentamientos en beneficio propio ha sido una constante desde los años 90 en Europa del Este.

-Es imposible entender el conflicto actual perdiendo de vista el trauma de la descomposición de la Unión Soviética y el hundimiento de los países del Este, la dialéctica de los conflictos armados que han tenido lugar en el mundo desde el fin de la Guerra Fría (los ataques de la OTAN a la ex Yugoslavia, Afganistán y Libia o las dos invasiones americanas de Iraq... En todos los casos salvo Afganistán se trataba de Estados tradicionalmente aliados de Rusia), así como la extensión de la OTAN sin y contra Rusia y la ampliación de la UE hacia Europa Oriental, aspirando a este supermercado capitalista, neoliberal y crecientemente despótico a los países de la antigua esfera de influencia soviética.

-La base material que explica el gran antagonismo entre una OTAN hegemonizada por Estados Unidos y Rusia es la naturaleza del capitalismo político ruso, que, desde principios de los años 2000, ya no es permeable a la penetración de los intereses del capitalismo globalizado transnacional, e intenta asegurar los intereses de las oligarquías propias en base a un poder bonapartista autoritario y antiobrero que busca salvaguardar sus zonas de influencia tradicionales y su rentismo extractivista.

-Tampoco es comprensible la reacción imperialista y militarista de Putin sin entender que lo que ha estallado en febrero de 2022 es la conclusión de una disputa por la influencia en Ucrania entre Rusia, de un lado, y Estados Unidos y la UE, por otro. Sin ir más lejos, ya en los años 90, durante la presidencia de Bill Clinton, Ucrania fue el tercer país que más ayuda americana recibió, tan sólo superado por Israel y Egipto. Una guerra anunciada por muchos analistas, no durante años, sino décadas en algunos casos.

-También es importante recordar que la invasión ordenada por Putin en 2022 habría sido imposible de no haberse dado en Ucrania dinámicas de guerra civil desde 2014, iniciadas tras el derrocamiento de Yanukovich y la consiguiente ocupación rusa de Crimea, dinámica sin duda amplificada y profundizada por la intervención encubierta de Rusia y el apoyo militar (estamos hablando de 3000 millones de dólares en asistencia militar entre 2014 y 2022), financiero, y técnico de Estados Unidos y otros países de la OTAN a Kiev en el conflicto interucraniano (en palabras de Stephen Kotkin, “Ucrania no está en la OTAN, pero la OTAN está en Ucrania”). La falta de voluntad política de aplicar los acuerdos de Minsk I y Minsk II (“eran para ganar tiempo”, en palabras de Angela Merkel) abrían también la puerta al giro del Kremlin hacia una diplomacia coercitiva en otoño de 2021, momento en que, como ahora es de dominio público, exigió a la OTAN un compromiso de no incorporación de Ucrania, que fue rechazado por la organización militar con plena conciencia de las consecuencias que tendría dicha negativa.

Todos los actores del conflicto han pisoteado el derecho de autodeterminación

Si bien todas las potencias imperialistas involucradas en el conflicto de Ucrania invocan, de un modo u otro, el derecho de autodeterminación, todas lo han pisoteado (algo parecido pasa, dicho sea de paso, con el “antifascismo” y el “antinazismo” invocado por ambos bandos, cuando, como es de sobra conocido, tanto el gobierno ruso como el ucraniano se apoyan en fuerzas y corrientes ultraderechistas para estimular el militarismo en sus respectivos países).

-Obviamente el neozarismo de Putin ha pisoteado el derecho de autodeterminación de Ucrania, un “invento” condenable atribuido a la malicia de Lenin, aunque luego organice “referéndums” de escasa legitimidad en territorios como Crimea (a pesar de que probablemente una mayoría de su población fuera favorable a la anexión de 2014 debido a la historia específica del enclave) o nula en las zonas que ocupa en el Dombás.

-Ni el régimen nacionalista de Kiev ha respetado, entre 2014 y 2022, los derechos culturales de los rusófonos y su voluntad de lograr una autonomía política en Ucrania (por no hablar del derecho de autodeterminación del Dombás).

-Pero el imperialismo occidental tampoco respetó la autodeterminación de Kiev cuando saboteó el preacuerdo alcanzado en las negociaciones de paz entre Ucrania y Rusia de Turquía de abril de 2022 (porque la guerra todavía no había servido para desgastar militarmente lo suficiente a Rusia, como argumentaría Boris Johnson), ni cuando le dicen a Ucrania qué atacar, cuándo y con qué armas, subordinando totalmente la toma de decisiones de los ucranianos a los sus propios intereses. A los gobiernos occidentales no les importa la ruina económica y demográfica de Ucrania, que ya ha perdido la tercera parte de su población, toda una generación de jóvenes mutilados, centenares de miles de muertos, huérfanos y viudas, así como la quinta parte de su territorio nacional. El único objetivo del imperialismo occidental ha sido desgastar a Rusia.

Dinámicas, implicaciones y riesgos del conflicto

-Ninguna de las guerras por procuración de la Guerra Fría se luchó en el Norte, y menos en las fronteras (y hasta dentro de las fronteras) de una gran potencia como Rusia. Hoy el debate es si se ataca o no con armas de largo alcance a una potencia nuclear ante la evidencia de que Ucrania no puede ganar una guerra convencional de desgaste… o bien se reconoce la realidad y los “defensores de la autodeterminación ucraniana” acaban forzando a Zelensky a negociar. En la Guerra Fría había tratados de limitación de armas nucleares, hoy en día eso ha sido sistemáticamente saboteado, primero por Estados Unidos y más recientemente por Rusia. Ello nos ha conducido a un escenario probablemente más peligroso que la crisis de los misiles de Cuba en 1962, donde sí se aplicó la Doctrina Monroe, que prohíbe la presencia de intereses, regímenes aliados o bases militares de otras grandes potencias, no en las fronteras de Estados Unidos, sino en las Américas en su conjunto.

-Es conveniente recordar también que el entusiasmo inicial de las cancillerías occidentales por las perspectivas que abría la guerra por procuración que libraba la OTAN contra Rusia sobre las espaldas de Ucrania llevó a no pocos de sus exponentes a acariciar la perspectiva de un Afganistán eslavo (en expresión de Hilary Clinton), que desangraría a Rusia hasta el punto de forzar un cambio de régimen en Moscú. Biden, Von der Layen, Borrell y Stoltemberg repitieron hasta la saciedad que los crímenes de guerra cometidos imposibilitaban cualquier negociación y que se debía forzar la derrota total de Rusia. A la vista de lo que toleran a diario a Netanyahu desde hace más de un año, la hipocresía del imperialismo occidental resulta totalmente escandalosa.

-Si bien ha sido así desde el principio, actualmente es cada vez más evidente que esta guerra no puede concluir con una victoria militar total por ninguno de los contendientes sin transformar el conflicto en una guerra interimperialista directa con un altísimo riesgo de uso de armas nucleares, que dada su propia naturaleza, obviamente, nadie puede ganar. Por tanto, resulta bastante concluyente que alimentar el conflicto con armamento occidental (primero armas ligeras, luego blindados, bombas de racimo, aviones de combate y misiles de medio y largo alcance) ha contribuido a escalar y alargar la guerra, multiplicar las muertes y la destrucción y acercarnos peligrosamente a una guerra mundial. El reciente “plan para la victoria” que está presentando Zelenski en las cancillerías occidentales es muy explícito en buscar la “victoria” emplazando a la OTAN a una guerra abierta contra Rusia. De hecho, uno de los grandes peligros de esta guerra es que se está erosionando la disuasión nuclear pasiva y el gran riesgo es que Putin decida substituirla con una disuasión nuclear activa (léase utilización de algún arma nuclear táctica para restaurar su credibilidad), algo que no se puede descartar completamente (es muy irresponsable y peligrosa la insistencia de políticos occidentales en que “la amenaza nuclear rusa es un farol”, algo que por desgracia piensan también gentes de izquierda).

-Todas las informaciones disponibles apuntan a que Rusia va ganando, lentamente y no sin dificultades, una guerra de desgaste terrible con bajas enormes por ambos bandos, ha sido capaz de resistir las sanciones económicas y ha reforzado su vínculo geopolítico y geoeconómico con China. En la construcción de una economía de guerra y para enfrentar el impacto de las sanciones, la Federación Rusa, no sólo ha reforzado el aspecto represivo de su régimen bonapartista autoritario (recordemos que Putin es un moderado, si tenemos en cuenta que en el Kremlin abundan los personajes que le exigen ataques nucleares sobre París, Londres o Washington…), sino que se ha visto obligado a operar un proceso de reindustrialización que está permitiendo un crecimiento económico significativo en lugar de experimentar el colapso buscado por Washington y Bruselas. Si bien esta coyuntura favorable para Rusia puede resentirse muy rápidamente si hay una reducción del precio del petróleo (no es descartable una operación del género por Arabia Saudí para debilitar a Rusia e Irán), parece que la guerra ha impulsado un cambio estructural geopolítico y geoeconómico de un alcance todavía desconocido.

-También se están recogiendo informaciones que apuntan a la autoría ucraniana del sabotaje del Nord Stream con la ayuda de uno o varios países de la OTAN en la acción (y, sin duda alguna, con la autorización de Washington, cuando no su participación directa en el atentado), desmintiendo las acusaciones iniciales de una supuesta autoría rusa.

Sobre la militarización europea

La “Europa de la defensa”, un viejo proyecto de la UE que se ha impulsado y legitimado gracias a la guerra de Ucrania, no sólo traduce su voluntad de reforzar su “hard power”, sobre todo en la melée por controlar recursos en África en la lógica extractivista dominante, sino que se encamina a afianzar el papel de fuerza vasalla supletoria de Estados Unidos en un proyecto de dominio imperialista global que no parece viable, dada la correlación de fuerzas. Al mismo tiempo, el refuerzo militar europeo es una huida hacia delante que refleja la inquietud generada entre sus dirigentes por la crisis interna en los Estados Unidos.

-La invasión putinista ha permitido la ampliación de la OTAN a Finlandia y Suecia, añadiendo nuezas tensiones con Rusia y acabando con una larga historia de neutralidad de dichos países (que en parte amortiguó importantes tensiones durante la Guerra Fría). Todo lo cual tuvo que hacerse con la condición de que Suecia accediera a facilitar la extradición de varios militantes kurdos refugiados en el país escandinavo y que la OTAN mirara hacia otro lado mientras el régimen turco de Erdogán lanzaba una invasión en toda regla contra el Kurdistán iraquí y sirio -guerra que ha pasado, por cierto, totalmente desapercibida en los mass media occidentales-. Como es bien sabido, la OTAN defiende hoy los valores democráticos en Turquía desde los tiempos de la Guerra Fría, al igual que lo hacía albergando en su seno al Portugal de Salazar y la Grecia de los coroneles en el pasado.

En su relación con Rusia, la Unión Europea hace muchos años que no tiene diplomacia. Tiene “política de derechos humanos”, es decir la selectiva utilización política de los derechos humanos para presionar al adversario. Tiene política de imagen y propaganda cultural de guerra: basta repasar la abundancia de rusófobos a quien concede sus premios literarios y ciudadanos, desde la neocon Anne Applebaum, hasta los escritores ucranianos Serhij Zhadan y Andrei Kurkov, cuyo principal mérito es el racismo cultural contra todo lo ruso, pasando por el detestado presidente francés, Emmanuel Macron que cacarea con el envío de tropas francesas a Ucrania. Tiene también política de sanciones, que de momento se vuelven contra ella, y tiene, en fin una política militar. Todo esto lo tiene el mundo de Bruselas, pero no tiene diplomacia. Declaraciones como la del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, de que “la situación se decidirá en el campo de batalla”, muestran una lógica puramente militar.

Existe un vínculo estructural entre la militarización europea y la intervención militar europea y de la OTAN en Ucrania. Por un lado, la militarización del continente está relacionado con las propias necesidades de la intervención militar y la implicación europea creciente en el conflicto. Por otro lado, la guerra de Ucrania genera un pretexto para acelerar y reintroducir una agenda estratégica de militarización europea de más largo alcance y ha provocado un clima político en el que es muy difícil combatirla. Por todo ello, es contradictorio oponerse formalmente a la militarización de Europa a la vez que se apoya la intervención militar creciente y sin fin en Ucrania, cuando ésta es el principal motor de la militarización del continente.
Una guerra catastrófica para los pueblos de Ucrania y Rusia

-Esta guerra ha sido catastrófica desde todos los puntos de vista imaginables: por el nivel de muerte y destrucción (algunas estimaciones hablan de casi un millón de muertes), por la espiral militarista y reaccionaria que ha diseminado entre las grandes potencias, por la inmensa destrucción de recursos que supone en un mundo que debe de invertir masivamente en transición energética y medidas urgentes de estabilización del clima… En fin, porque ha alimentado las dinámicas de fascistización típicas de las espirales ultranacionalistas, tanto en Rusia como en Ucrania, pero también en Europa y el resto del mundo. Alimentar la guerra actual y apoyar el intervencionismo de la OTAN conduce a una escalada sin fin en la que sólo aumenta la espiral de muerte y destrucción en Ucrania, sin perspectiva de desenlace real, y el riesgo de un descontrol de la situación y la extensión del conflicto a terceros países.

-La única solución para lograr la autodeterminación de Ucrania es una negociación que ponga fin a las hostilidades y que Ucrania vuelva a la neutralidad y renuncie a integrarse en la OTAN... De no haberse saboteado las negociaciones de marzo-abril de 2022, se habrían evitado casi tres años de guerra y salvado cientos de miles de vidas… y además la posición negociadora de Ucrania habría sido mucho más favorable inmediatamente después de haber repelido el asalto inicial de Putin sobre Kiev. Ahora, cuando incluso la OTAN por boca de Rutte reconoce que la guerra sólo puede concluir en la mesa de negociaciones, tras haberla alimentado durante años con el único fin de utilizar a los ucranianos como carne de cañón en su guerra proxy contra Rusia, va a asistir a unas negociaciones mucho más lesivas para Ucrania. Tampoco es en absoluto descartable, puesto que empiezan a llegar señales en esta dirección, que la OTAN negocie a espaldas de Ucrania cuando la organización militar llegue a la conclusión de que ya no necesita de sus servicios. Sobran precedentes de ello en la historia y era perfectamente previsible desde el principio de la guerra.

-La ley marcial impuesta por el gobierno Zelensky, con la que ha ilegalizado partidos, perseguido activistas e impuesto una terapia de shock ultraliberal a la población, también le permite prolongar su mandato sin someterse a las urnas. Su destino está ligado al apoyo de las potencias occidentales y ya no es evidente que una mayoría de la población ucraniana sea favorable a la continuación de la guerra. Una encuesta del medio ucraniano ZN de junio de 2024 sostenía que el 44% de la población defendía entablar inmediatamente negociaciones de paz.

-Dada la situación en Oriente Medio, y trayendo a colación unas declaraciones de Zelensky en las que afirmaba que Ucrania aspiraba a convertirse en “Un gran Israel con cara propia” y que la “seguridad” será el gran activo (de hecho, tropas ucranianas han participado en casi todas las aventuras militares de Washington desde los años 90, Afganistán e Iraq incluidos) y tema central en la Ucrania de posguerra, es importante recordar que la utilización del sufrimiento de inocentes ya ha servido antes para legitimar la creación de Estados-gendarme totalmente subordinados a los intereses imperialistas. Del mismo modo que “la industria del holocausto” ha servido a los intereses criminales del sionismo, no es descartable que el régimen de Kiev capitalice el sufrimiento actual del pueblo ucraniano para legitimar la creación de un nuevo Israel en Europa del Este, haciendo de su antagonismo con Rusia su gran activo económico, político y militar. La fundación del Estado de Israel también confundió inicialmente a amplios sectores de la opinión progresista, sirvió para lavar la mala conciencia europea por el judeocidio y permitió agitar el discurso de la “única democracia de la región” y de la “civilización contra la barbarie”… con resultados de sobra conocidos ochenta años más tarde.

Las tareas de los marxistas revolucionarios

La guerra en Ucrania ha galvanizado toda una serie de tendencias reaccionarias que ya estaban presentes en la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia: auge del militarismo, expansión de la OTAN, aumento de los presupuestos militares, reconfiguración de la industria militar, ha ayudado a enterrar la agenda ecologista, ha fomentado la unidad nacional en torno al defensismo “democrático”, el etnonacionalismo y ha acelerado el giro autoritario en todos los países.

En ese sentido, la IV internacional se compromete a impulsar procesos de organización y lucha contra esas tendencias, alimentando y participando en los movimientos contra la guerra, la militarización y en favor de la desnuclearización. El nuevo internacionalismo debe comenzar a organizarse contra los intereses y las políticas de la burguesía de cada país. Retomar los lemas “Guerra a la guerra” y “El enemigo está en casa” es fundamental para que la clase trabajadora tenga conciencia de los peligros a los que nos conduce la dinámica inter-imperialista actual, y así retomar las mejores tradiciones del movimiento obrero contra el belicismo y el militarismo. En ese sentido, la IV internacional propagará las siguientes exigencias:

Una paz inmediata sin anexiones.

La desmilitarización y desnuclearización de las fronteras. Fin del envío de armas por parte de países imperialistas.

El derecho al retorno de todos los refugiados de guerra, incluidos los insumisos y desertores de ambos países.

Amnistía inmediata de los presos políticos, recuperación del derecho de manifestación, reunión y organización y fin de las legislaciones de excepción tanto en Rusia como en Ucrania.

Acogida a insumisos, desertores y refugiados de ambos bandos sin trabas burocráticas y legales en los países en los que decidan instalarse cuando sea el caso.

La expropiación de l@s oligarcas rusos y ucranianos que han utilizado el etnonacionalismo para mantenerse en el poder y mandar al matadero a los proletarios de ambos países.

Abolición de la deuda externa ucraniana y fin de la colonización económica y financiera de ese país por parte del capital internacional, así como de las medidas neoliberales y antiobreras del gobierno Zelensky.

Disolución de todos los bloques militares (OTAN, OTSC, AUKUS, etc.)

Derecho de autodeterminación del Dombás y Crimea.
La IV Internacional se solidariza también

Con la lucha contra las propias burguesías en Ucrania y Rusia. No a los acuerdos con el imperialismo en ucrania, no al proyecto militarista en Rusia. Por la confraternización internacionalista y el fin del conflicto, sin revanchismos y sin saqueo.

Con las organizaciones sociales, sindicales y políticas disidentes perseguidas y/o directamente golpeadas por los efectos de la guerra en ambos países, sobre todo nuestros camaradas del Movimiento Socialista Ruso y de Sotsialnyi Rukh en Ucrania.
¡Solidaridad con la clase trabajadora ucraniana y rusa, detengamos la guerra y la espiral militarista suicida!

28 de febrero de 2025

Cuarta Internacional