El domingo 14 de marzo del 2021, el preso político Dimitris Koufodinas, de 63 años, terminó luego de 65 días la huelga de hambre que había comenzado el 8 de enero. Desde el 16 de febrero se encontraba en la unidad de cuidados intensivos del Hospital de Lamia en peligro grave de daños irreversibles y muerte súbita. Según los médicos, el proceso de recuperación de su estado de salud demorará hasta 2 meses y engendra graves riesgos para su vida mientras se desconoce si se restablecerá la funcionalidad de los órganos dañados.
La reivindicación del huelguista que se aplicara la ley según la cual debía ser trasladado a la prisión de Korydallos (en el área de Atenas) en lugar de Domokos (un remoto pueblo de montaña en el centro de Grecia), no fue satisfecha. Fue rechazada por los Tribunales que se declararon incompetentes de examinarla y por la institución competente, el Comité Central de Transferencias de Presos, que se alinearon con los órdenes de Gobierno y sus argumentaciones.
El levantamiento de la huelga de hambre que permitió evitar la muerte del huelguista, fue acogido con alivio por el movimiento de solidaridad mientras su lucha fue vista como una victoria de la vida ante un gobierno que tomó el riesgo de empujarlo hacia la muerte o someterlo a alimentación forzada en situación de inmovilización, llevando a los extremos su actitud intransigente y su política vengativa hacia el huelguista.
Según la declaración del propio huelguista, "lo que está pasando ahí fuera es mucho más importante que este para lo que comenzó" la huelga de hambre. Esta valoración es totalmente fundamentada: la lucha de Dimitris Koufodinas logró mucho más de lo que reivindicaba:
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Durante casi dos meses, decenas de miles de personas en toda Grecia desafiaron la violencia policial incontrolada contra la gente solidaria, el uso imprudente de gases lacrimógenos, el riesgo constante de detenciones arbitrarias, arrestos, abusos y multas (bajo el pretexto de las medidas anticovid), así como una propaganda orquestada en los grandes medios de comunicación y una extensa censura en las redes sociales como Facebook, haciendo manifestaciones e interviniendo sistemáticamente con eventos, discusiones y comentarios en línea a favor de la reivindicación del huelguista. En un país donde las manifestaciones estaban prácticamente prohibidas bajo el pretexto de la pandemia, la intransigencia del gobierno y la violencia policial hicieron converger a estudiantes, intelectuales, abogados, artistas, miembros de sindicatos, organizaciones de la Izquierda extraparlamentaria y del espacio de influencia libertaria/antiautoritaria, con la participación de miles de personas, incluso a diario.
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Aunque la huelga de hambre inicialmente fue apoyada por grupos antiautoritarios, organizaciones de izquierda extraparlamentaria e intelectuales de izquierda, pasando las semanas, logró importantes intervenciones de instituciones, personalidades de Grecia y del extranjero así como innumerables actos de solidaridad en varios lugares del mundo. Se puede citar, entre otros: las intervenciones del Defensor del Pueblo griego, de Amnistía Internacional, de eurodiputados griegos y extranjeros, de la Unión Griega de Derechos Humanos, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (órgano consultivo del gobierno), de los líderes, diputados y varios cuadros de la mayoría de los partidos parlamentarios (SYRIZA, KKE, MERA25, KINAL), declaraciones de la Unión de Jueces y Fiscales, sucesivas concentraciones de más de mil juristas, movilizaciones de sindicatos y asociaciones griegas, de cientos de académicos, periodistas, artistas, médicos y de todos los medios de comunicación no controlados por el gobierno. También suscitó acciones como otras huelgas de hambre en solidaridad (de cuatro presos anarquistas y de la profesora griega de la Escuela de Bellas Artes, Georgia Sagri). Es indicativo también que, en las últimas semanas, teólogos, sacerdotes e incluso cuadros de la Derecha hicieron declaraciones públicas o aportaron su apoyo al huelguista en un intento de frenar la intransigencia del gobierno. Es más o menos así como se logró contradecir todas las alegaciones del gobierno y los intentos de deconstrucción moral del huelguista: se revelaron las mentiras y las distorsiones, se desmontó la afirmación de que el huelguista estaba exigiendo abusivamente un trato privilegiado o que estaba chantajeando (según el código penal la huelga de hambre es un derecho del preso), así como que la huelga de hambre no concierne a la sociedad y que fue él mismo el que hacía daño a su salud.
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La lucha de Dimitris Koufodinas se internacionalizó a partir de las primeras semanas. Además de las intervenciones de los eurodiputados y las diligencias de Amnistía Internacional que revelaron más allá de las fronteras la legalidad de la solicitud del huelguista y la censura en Grecia, se enviaron firmas y mensajes de solidaridad procedentes de Europa, América Latina, India, Estados Unidos, Canadá y se organizaron decenas de concentraciones de gente solidaria, desde Italia, el Estado español, País Vasco, Alemania y Francia hasta Turquía, Kurdistán, Argentina y Estados Unidos.
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Durante varias semanas, el movimiento de solidaridad ha revelado incluso ante los ojos de la gente más desconfiada que la estrategia antiterrorista estatal e internacional -especialmente en un país como Grecia, donde el ciclo de violencia armada de extrema izquierda se ha cerrado desde hace años- no concierne solamente a los "eslabones más débiles", es decir, los que participaron en organizaciones como "17N" en Grecia. Lo que se demostró, entonces, es que en nombre de la "lucha antiterrorista" (o, en términos actuales: de la "prevención de la radicalización"), hay toda una constelación que incluye embajadas extranjeras, el gobierno, partidos, medios de comunicación, jueces y la policía que está reduciendo dramáticamente la democracia, se aleja de los principios del Estado de Derecho, utiliza y viola las leyes con fines políticos, ejerce la violencia, elabora "listas" de los ciudadanos en base de sus concepciones políticas como en las décadas del 50 y 70 y ejerce terrorismo ideológico en contra la Izquierda, con el objetivo de limitar drásticamente el espacio de la legítima protesta política antigubernamental.
Por todas las razones anteriores, la huelga de hambre, por una parte, y el gigantesco movimiento de solidaridad que surgió, por otra parte, se convirtieron, durante más de dos meses, en catalizadores para que sectores importantes de la sociedad griega vuelvan de nuevo hacia la política y salieran a las calles en contra de un gobierno extremadamente conservador, hostil a la sociedad, evidentemente fracasado en la gestión de la pandemia y la economía, moralmente deslegitimado y, precisamente por eso, cada vez más autoritario y peligroso para la democracia en el país.
Queremos agradecer cordialmente a los compañeros y las compañeras, las amigas y los amigos que contribuyeron a la información alternativa, el apoyo a la demanda del huelguista y el fortalecimiento del movimiento de solidaridad.
Campaña de Solidaridad al huelguista de hambre Dimitris Koufodinas
Grecia, 15 de marzo del 2021