La primera lectura de los resultados de las elecciones legislativas francesas del 12 y 19 de junio es sencilla: Macron pierde la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y se instalará en una inestabilidad institucional cuyo resultado nadie puede predecir. Se trata, por tanto, se abre una crisis política latente en el país, para la que él no tiene solución a corto plazo. Esto no le impide querer mantener sus objetivos de recortes sociales en los próximos meses, mientras las clases trabajadoras sufren un aumento general del coste de la vida tras un periodo de pandemia que, globalmente, ha recortado los salarios y aumentado la precariedad.
Esta bofetada electoral es la continuación de las elecciones presidenciales del pasado abril. Macron, a pesar de que una gran mayoría de la población se opone a sus políticas, obtuvo el 58% de los votos, pero la mitad de ellos procedían de un electorado hostil al presidente saliente y que sólo le votó para bloquear a Marine Le Pen.
En las elecciones legislativas, las y los candidatos de Macron (bajo el nombre de Ensemble, que reúne a su propia formación LREM, a los centristas del MODEM y a Horizontes, una pequeña formación de gaullistas en torno al ex primer ministro Edouard Philippe) registraron un enorme descenso en la 1ª y 2ª vuelta en comparación con 2017 (pérdida de 1,5 millones de votos en la primera vuelta, 1,2 millones en la 2ª), pasando de algo más del 33% de los votos emitidos en 2017 a menos del 26%. Hace cinco años, sólo LREM (su partido) obtuvo 308 diputados (de los 577 de la Asamblea); con sus aliados alcanzó una mayoría de 385 diputados. En estos momentos, todos estos componentes (la lista conjunto) representan sólo 245 diputados, por debajo de la mayoría absoluta (289). La pérdida proviene exclusivamente de la formación de Macron, LREM, que reduce a la mitad su número de escaños, sólo 155. Se trata de una bofetada política personal para Macron (aunque el fracaso esté amortiguado por el sistema electoral uninominal) y, sobre todo, refleja la desautorización de las clases populares que, de forma simple, cuando no han perdido el interés por las elecciones legislativas, han expresado su rechazo a Macron y a sus candidatos. Fueron derrotados estrepitosamente, sobre todo Castaner, presidente del grupo de diputados del LREM, Ferrand, presidente de la Asamblea, y algunos ministros como Blanquer, que no ocultaba su cercanía a las tesis de la extrema derecha. Si bien este rechazo benefició claramente a los candidatos de NUPES (Nouvelle union populaire écologique et sociale, la alianza de izquierdas en torno a France insoumise,), sobre todo en las metrópolis y en la región de París, en otras regiones, también provocó la entrada masiva de la extrema derecha en la Asamblea.
Superando en unos 60.000 votos a la coalición presidencial durante la primera vuelta, la NUPES, que obtuvo 131 escaños s, consiguió dar una nueva voz a la izquierda sobre una base antiliberal, rompiendo con los programas social-liberales del pasado.
La izquierda en su conjunto apenas avanzó en votos (200.000 más que en 2017, si se suman todos los partidos) y sólo reunió un tercio de los votos emitidos. Pero este dato oculta dos datos positivos que se cruzan: el equilibrio dentro de la izquierda parlamentaria cambia: la France Insoumise (LFI) gana 900.000 votos, Europa-Ecología-Los Verdes (EELV) 300.000. Las y los candidatos del PS perdieron 1 millón de votos y los del PC 100.000. Por lo tanto, son principalmente LFI y EELV quienes entran con fuerza en la Asamblea con un movimiento de polarización que se desplaza claramente de la socialdemocracia a la izquierda antiliberal: el PS y el PC mantienen aproximadamente su número anterior de diputados (con 30 y 12 respectivamente en la nueva asamblea), pero LFI multiplica sus escaños por más de 4 (de 17 a 75), EELV, reducido a un diputado anteriormente, se asegura un grupo de 23 escaños.
Desgraciadamente, por otro lado, hemos asistido a otra progresión espectacular, la de la extrema derecha. En las elecciones presidenciales de abril, sus tres candidatos (Le Pen, Zemmour y Dupont-Aignan) lograron más de 11 millones de votos, con un aumento de más de 1,6 millones entre 2017 y 2022. Este fenómeno se ha consolidado en estas elecciones legislativas: los candidatos de RN (Marine Le Pen) han conseguido romper la barrera anti-RN que anteriormente, con el sistema de votación por circunscripción uninominal, les impedía obtener el escaño. Han logrado 89 escaños. La derecha tradicional, los republicanos (LR), amortiguaron el golpe sufrido durante las elecciones presidenciales, pero al obtener el 13,63% de los votos, frente al 21,57% de 2017, perdieron 2,3 millones de votos, bajando de 112 a 61 escaños. Al igual que la LREM, los republicanos pierden la mitad de sus escaños.
Si la Asamblea fuera elegida por representación proporcional, similar a las existentes en muchos países europeos, habría dado aproximadamente 148 escaños tanto a la NUPES como a Ensemble, la alianza de Macron. RN habría obtenido 108 escaños y los republicanos 78. La elección mediante un sistema uninominal por circunscripción sigue beneficiando en gran medida a Ensemble, que con 245 escaños ha podido amortiguar la derrota sufrida por sus candidatos.
No obstante, el resultado es una derrota política real y profunda para Macron. En la pista del aeropuerto de Orly, de camino a Rumanía, el martes anterior a la segunda vuelta, tras rechazar cualquier debate con los demás partidos, mostró una postura similar a la de Trump, un discurso de hombre providencial. Ante los "peligros externos e internos", instó a los votantes a que le dieran la mayoría absoluta, para que "no falte ningún voto para la República", es decir, para él mismo. Además, esperaba no depender de sus aliados centristas y gaullistas.
El sopapo es aún mayor: esperaba renovar el atraco conseguido en 2017 en la Asamblea y, tras haber hecho colapsar al PS en 2017, beneficiarse de la caída del partido gaullista LR en 2022.
Para Macron, la situación es aún más grave cuanto que, durante cinco años, ha considerado la Asamblea Nacional como una simple cámara de registro de sus decisiones personales, sin pensar siquiera en la necesidad de estructurar un verdadero partido, con los ministros de su gobierno sirviendo de facto como portavoces políticos de su mayoría. Macron ha agravado la deriva presidencialista del régimen de la V República. Una deriva que se acentuó desde 2002 con la reducción del mandato presidencial de siete a cinco años y la sincronización de las elecciones presidenciales y legislativas, que se celebran automáticamente unas semanas después de las presidenciales. Durante los últimos 20 años, y por cuatro veces consecutivas, el presidente elegido siempre ha logrado una amplia mayoría en la Asamblea Nacional. La reforma de 2002 pretendía estabilizar el régimen presidencial, evitando una mayoría hostil al presidente (que llevaría a cohabitaciones como en 1986, 1993 y 1997) o a un gobierno de coalición como en 1988.
Por tanto, Macron se enfrenta a un problema tanto más grave cuanto que toda su política de los últimos cinco años ha consistido en construir su poder institucional aplastando a los dos principales partidos tradicionales y manteniendo al margen a la extrema derecha y a la izquierda antiliberal. Si bien, por el momento, ha conseguido el primer objetivo, el segundo se ha convertido en un fiasco y ahora es el partido presidencial el que entra en una crisis latente. Esto es tanto más cierto cuanto que Macron se aferra a su voluntad de gobernar en solitario, argumentando que será reelegido presidente. Sin embargo, el pasado mes de abril sólo obtuvo el 23,15 de los votos emitidos en la primera vuelta de estas elecciones.
El programa que ha empezado a esbozar en las últimas semanas: la jubilación a los 65 años, un nuevo plan de reducción del gasto público, la reducción de impuestos a la producción y al capital, es masivamente rechazada, empezando por el aumento de la jubilación a los 65 años.
Así pues, la crisis abierta por estos resultados es una mecha lenta. En muchos países europeos acostumbrados a la ausencia de mayoría de un partido, los gobiernos minoritarios o de coalición son habituales, pero se trata de regímenes parlamentarios en los que las monarquías o la presidencia no tienen poder ejecutivo. Es evidente que Macron quiere ser él quien dirija el país dirigir y aplicar su programa. Para minimizar las consecuencias de su fracaso, declara que la situación no es tan grave y es comparable a la de Italia o Alemania, mientras que éstas son regímenes parlamentarios muy diferentes del sistema francés.
La elección de Macron durante los últimos cinco años ha sido jugar con el descrédito de los viejos partidos institucionales socialdemócratas y gaullistas, desgastados y desacreditados por sus políticas neoliberales. No obstante, el LREM ha cazado y reciclado a decenas de ministros y diputados de estas dos corrientes. Si la cuestión no se plantea por el momento para los miembros del PS de la NUPES, uno de los escenarios para salir de la crisis podría haber sido una coalición con los republicanos, que podrían haber representado una mayoría en la Asamblea. Pero, en estas eleccciones, los republicanos acaban de escapar del descenso a los infiernos, y el partido, ya debilitado por las deserciones al LREM y la fortísima presión de la extrema derecha, no quiere firmar una sentencia de muerte sirviendo de muleta a Macron. En cambio, esperan curar sus heridas, contar los golpes que ha recibido Macron y volver a la pista para las próximas elecciones presidenciales, en las que Macron no podrá volver a presentarse. Además, lo que busca Macron no es una alianza en torno a un programa de coalición; tiene la esperanza de encontrar diputados dispuestos a apoyar su programa (pero le faltan 44). Por lo tanto, por el momento, se trata de un doble rechazo. Por otro lado, es seguro que el MEDEF [patrobnal], los capitalistas franceses en general y los dirigentes de la UE presionarán para que se establezca una mayoría estable en la segunda economía de la UE. Durante cinco años, Macron ha garantizado la aplicación de una política de oferta acorde con sus intereses, que les ha permitido enriquecerse sustancialmente, a pesar del fracaso de la reforma de las pensiones y de la movilización de los chalecos amarillos. La pequeña depreciación pronunciada tras las elecciones parlamentarias por las agencias de calificación, haciendo que la diferencia de tipos de los bonos a 10 años con Alemania (el diferencial) se amplíe ligeramente, es un pequeño toque de advertencia. En efecto, puede parecer extraño que dos partidos que comparten en líneas generales el mismo programa económico y social, la misma adhesión a las políticas neoliberales, pongan en peligro la continuidad de una política acorde con los intereses capitalistas, mientras que la situación va a ser cada vez más peligrosa con el aumento de los tipos del BCE, la vuelta a las normas de la UE sobre el déficit presupuestario y la deuda pública, todo ello en un contexto de guerra prolongada y de aumento de la inflación. Así pues, seguramente, los capitalistas y sus agentes mediáticos alzarán la voz llamando a la cordura. Pero, si LR se siguen negando a sacrificar a su partido, no hay salida para Macron. La aplicación de sus políticas con un gobierno en minoría en una Asamblea tan hostil sólo será posible aceptando concesiones en cada proyecto, esencialmente a su derecha, es decir, en los temas favoritos de la derecha de la derecha y de la extrema derecha. Por tanto, el mayor riesgo es un gobierno débil bajo la presión de su derecha. Por el momento Macron y Elisabeth Borne, jefa del ejecutivo, parecen dispuestos a actuar paso a paso, a reunir los votos que faltan en un proyecto de ley tras otro o, al menos, a conseguir que algunos diputados se abstengan. Esto está muy lejos de las declaraciones de algunos diputados de LREM que se congratulan del nuevo papel que adquirían el debate y de la construcción de proyectos comunes. Como dijo él, la política de Macron será; "por mayoría o por minoría aprobaré mis proyectos". Por tanto, la relación de fuerzas y los pulsos serán las palabras clave.
El principal enemigo del campo de Macron es inequívocamente la NUPES. Elisabeth Borne, retomó el jueves 23 de junio las declaraciones procedentes de las filas de LREM: "LFI así como RN no están en el arco republicano", continuando de hecho la banalización de la extrema derecha, poniéndola al mismo nivel que la izquierda antiliberal: "la extrema izquierda es un peligro tan importante como la extrema derecha". También para el ex ministro Blanquer, las cabezas a cortar estaban del lado del NUPES. La ministra de Transición Ecológica, Amélie de Montchalin, llamó a votar contra "los anarquistas de extrema izquierda". La ex ministra de Deportes, Roxana Maracineanu, llamó a "un Frente Republicano contra la extrema izquierda", refiriéndose a Rachel Kéké, candidata del NUPES, antigua portavoz de sus compañeras limpiadoras del hotel Ibis Batignolles, que salieron victoriosas tras 22 meses de huelga contra la precariedad, las tasas de trabajo, el sexismo y el racismo. Tantas luchas insoportables en el campo de Macron.
La abstención fue el voto mayoritario.
Si el índice de abstención aumenta regularmente en Francia, sigue la media europea de las grandes elecciones. En Francia, a diferencia de otros países europeos, las elecciones más importantes son las presidenciales. Por otro lado, Francia está completamente fuera de la norma en cuanto a los índices de abstención en las elecciones legislativas. En las dos últimas elecciones legislativas (2017 y 2022), la abstención ha sido superior al 50%, en el marco de una progresión regular en los últimos 30 años. La abstención es mayor en los barrios y pueblos de clase trabajadora de las zonas urbanizadas y en muchas zonas rurales pobres. Como en todas las elecciones, la abstención está muy marcada a nivel generacional, desde el 70% entre los 18-24 años hasta el 35% entre los mayores de 70 años. Asimismo, está marcada socialmente según el nivel de diplomas e ingresos, con un 65% de abstención entre las y los trabajadores, así como en los hogares con ingresos inferiores a 1250 euros.
Este fuerte aumento de la abstención en estas elecciones tiene dos causas crónicas: una creciente desafección hacia las instituciones políticas ligada a la pérdida de confianza en los partidos gobernantes y la falta de interés en unas elecciones que se celebran unas semanas después de las elecciones presidenciales, que normalmente parecen no poner nada en juego debido a la naturaleza presidencial del régimen. Aquí se neutralizaron dos fenómenos: por una parte, la voluntad de Macron de pasar por encima de estas elecciones, como si todo estuviera resuelto en la elección presidencial, de ahí el rechazo implacable a cualquier debate contradictorio en los medios de comunicación, temiendo, con razón, que un debate político aumentaría el rechazo a los candidatos del presidente; por otra, la estrategia de Mélenchon de polarizar todo en torno a la consigna "elegir a Mélenchon primer ministro", (es decir, elegir una mayoría de diputados del NUPES que permita la creación de un gobierno del NUPES) tenía como objetivo mantener la movilización popular de la elección presidencial. Y las curvas muestran, en efecto, que el rechazo a Macron y la campaña del NUPES limitaron en parte el aumento de la abstención, apareciendo esta elección con una apuesta real, por primera vez en 20 años, con una clara polarización contra Macron.
La RN consigue afianzarse en el panorama político
Macron ha jugado y perdido frente a la RN. Durante cinco años ha cultivado deliberadamente los temas favoritos de la extrema derecha, la seguridad y poner a la policía en un pedestal, la identidad nacional, el rechazo a la inmigración, la islamofobia, con Darmanin como ministro del Interior y Blanquer como ministro de Educación Nacional, fomentando sistemáticamente todas las ideas reaccionarias. De este modo, la RN y Zemmour han aparecido, con el apoyo benévolo de los medios de comunicación, como quienes llevaban al límite las posiciones políticas planteadas por Macron sobre estos temas. Además, al cultivar la presencia de la RN y hacer de Le Pen su oposición oficial, Macron pensó que garantizaba su reelección, presentándose como el baluarte democrático contra la RN. El descrédito de la izquierda liberal entre las clases trabajadoras también ha dado rienda suelta a la demagogia de la RN para aparecer como defensora de los abandonados por la globalización y la Unión Europea. Incluso intentando apropiarse del movimiento de los chalecos amarillos y defendiendo el poder adquisitivo del pueblo francés... Estos discursos evitan sistemáticamente cualquier discurso de clase planteando la necesidad de atacar a los capitalistas y de distribuir la riqueza en beneficio de los explotados. En consecuencia, desde hace varias elecciones convergen un voto de clase reaccionario, inclinado como en muchos otros países hacia los partidos autoritarios, y un electorado popular, a menudo procedente de zonas rurales que se han empobrecido en gran medida en las últimas décadas con el cierre de empresas, la desertización de los servicios públicos y la ausencia de cualquier política pública. La RN ha dado continuidad al discurso dominante desde Chirac, Sarkozy y Valls que cultivaron un bloque blanco, como dice Ugo Palheta, planteando un interés nacional interclasista frente a la amenaza de los bárbaros de fuera y de dentro; un bloque que designa a su enemigo, las poblaciones populares de los suburbios, las y los gitanos, inmigrantes y emigrantes como responsables de su situación. La burguesía, al haber perdido una base social estable entre las clases trabajadoras gracias a sus políticas neoliberales, ha tratado de construir un consenso nacional sobre los valores de la República que esconde mal una política racista e islamófoba. Esto es tanto una victoria ideológica como un caldo de cultivo para la extrema derecha. El Frente Nacional (ahora rebautizado como RN) se ha beneficiado mucho de este contexto, sobre todo en los últimos cinco años: en las elecciones presidenciales, 4,6 millones de votos en 2007, 11,3 millones en 2022.
Hasta ahora, era el sistema de votación uninominal y el bloqueo de los candidatos del Frente Nacional por parte de los partidos tradicionales lo que impedía su presencia en la Asamblea Nacional. La caída electoral de Los Republicanos y del PS, y el rechazo de los candidatos de Macron, han permitido al Frente Nacional obtener una representación en escaños cercana a su realidad electoral en la Asamblea, y aumentar así sus medios de presión y su posición política. Sin embargo, se puede ver que el NUPES actuó como una barrera electoral para esta progresión al contrarrestar la caída de la socialdemocracia en la izquierda. Las y los diputados de la RN se centran en el barrio del noreste de Francia, la región mediterránea y el eje Gironde-Hérault en el suroeste.
Por el momento, la RN ha adoptado una línea de rechazo a una alianza con la derecha y el Ensemble, buscando aparecer como una alternativa global a la derecha tradicional. Pesará aún más en el partido gaullista LR, cuya campaña presidencial se inspiró en gran medida en las tesis de la RN.
¿Qué futuro para la NUPES?
Incluso sin haber conseguido su objetivo oficial de ganar la mayoría de la Asamblea, France insoumise consiguió avanzar en dos sentidos: animó políticamente la campaña legislativa, a pesar del rechazo al debate por parte de Macron y sus ministros, y multiplicó por más de cuatro su número de escaños (de 17 a 75), a la vez que consiguió polarizar al PS y a EELV en su programa en un acuerdo para presentar un único candidato en cada circunscripción. En varias zonas urbanas y, de forma espectacular en la región de París, la NUPES logró un auténtico éxito: se hizo con los 12 escaños del popular departamento de Seine St Denis; todo el este de París (9 circunscripciones de 18). Así, con sus 141 diputados, la NUPES, que encabezó el número de votos en la primera vuelta, aparece como el principal polo de la oposición, que además está en posiciones antiliberales que rompen con todas las políticas anteriores. Además, en la campaña presidencial, al igual que en la legislativa, France insoumise consiguió reunir a un gran número de militantes del movimiento social y girar a la izquierda el discurso del PS y del EELV (destacando a Sandrine Rousseau, oponente de Yannick Jadot como candidato presidencial y marginada durante su campaña). Asimismo, en los departamentos neocoloniales de ultramar, tras los muy buenos resultados de Mélenchon, la polarización en torno al NUPES continuó en estas elecciones. Por último, aunque la mayoría de sus posibles candidatos fueron descartados por la dirección de la LFI, los activistas y grupos de los barrios obreros agrupados en "On s'en mêle" apoyaron la campaña de los candidatos del NUPES de ruptura antiliberal, al igual que el NPA.
¿Seguirán el PS, el PC y EELV jugando la carta de NUPES, ahora que cada uno de ellos ha conseguido formar un grupo parlamentario que les permite actuar de forma autónoma? Incluso si deben su éxito al tirón creada por la France Insoumise, la lógica parlamentaria, las presiones procedentes de las filas de Macron, en nombre del realismo para contrarrestar las maniobras de los Republicanos y de la RN,.serán probablemente más fuertes.
El principal problema es que el NUPES no es una alianza nacional de militantes. Incluso en el entorno de la FI, que sigue siendo un movimiento gaseoso, ha habido pocos casos en los que se haya organizado una campaña militante unitaria y abierta (como ocurrió en el distrito 20 de París, en torno a Danielle Simonnet, y en algunos otros lugares, sobre todo en la región de París).
Y hasta ahora, ninguna señal parece dar prioridad a la organización militante de un frente político y social que amplíe a nivel nacional y local la polarización creada en las últimas semanas.
Sin embargo, esto es lo que está en juego en las próximas semanas y meses. Podemos alegrarnos de que Macron esté en un punto muerto para tener vía libre, pero querrá aplicar su política de regresión social y eso es lo que le exigirán los grupos capitalistas. Incluso sin una mayoría estable, puede haber convergencias en el seno de la verdadera mayoría reaccionaria y capitalista que existe en la Asamblea Nacional y que podrá, incluso sin dejarle las manos libres, dar a Macron los medios para aplicar al menos una parte de la política exigida por el MEDEF y los dirigentes de la Unión Europea, y quizás incluso para aplicar propuestas de ley procedentes de la derecha y la extrema derecha. En cualquier caso, la correlación de fuerzas que debe crearse del lado de los explotados y oprimidos puede basarse en la esperanza y el terreno político despejado por France Insoumise y las convergencias construidas en los últimos meses, pero con la condición de que se cree una nueva dinámica militante, popular, nacional y local para luchar contra todos los ataques y crisis a los que nos enfrentamos. Es hora de construir un frente común contra todas las políticas liberales y reaccionarias. La acción de los diputados de FI puede ser un verdadero punto de apoyo, pero no podrá cumplir esta tarea por sí sola.
25 de junio 2022
Traducción : viento sur