El surrealismo como movimiento revolucionario

El surrealismo no es, ni ha sido nunca, una escuela literaria o una corriente artística “de vanguardia”  (como el cubismo o el fauvismo), sino una visión del mundo, un modo de vida y un intento eminentemente subversivo de reencantar al mundo. También es una aspiración utópica y revolucionaria a “transformar el mundo” (Marx) y “cambiar la vida” (Rimbaud): dos consignas idénticas, según André Breton. Se trata de una aventura poética y política al mismo tiempo. Comenzó en París hace cien años, en 1924. Hoy continúa.

El surrealismo es, desde su nacimiento, un movimiento internacional. No obstante, en las páginas siguientes nos ocuparemos sobre todo del grupo surrealista de París, inicialmente en torno a André Breton, pero que prosigue su actividad tras la muerte del autor de los Manifiestos del surrealismo.

La aspiración revolucionaria está en el origen mismo del surrealismo y adopta de entrada una forma libertaria en el Primer Manifiesto del surrealismo (1924) de André Breton: “Únicamente la palabra libertad tiene el poder de exaltarme.” En 1925, el deseo de romper con la civilización burguesa occidental lleva a Breton a acercarse a las ideas de la Revolución de Octubre, como atestigua su reseña del Lenin de León Trotsky. En 1927 se adhiere al Partido Comunista Francés, pero se reserva, como explica en el folleto Au grand jour, su “derecho de crítica”.

Fue el Segundo Manifiesto del surrealismo (1930) el que extrae todas las consecuencias de este acto, al afirmar “totalmente, sin reservas, nuestra adhesión al principio del materialismo histórico”. Al tiempo que subraya la distinción, o incluso la oposición, entre el “materialismo primario” y el “materialismo moderno” del que se reclama Friedrich Engels, André Breton insiste en el hecho de que “el surrrealismo se considera ligado indisolublemente, en virtud de las afinidades que he señalado, al enfoque del pensamiento marxista y exclusivamente a este enfoque”.

Un marxismo encantado

Ni que decir tiene que su marxismo no coincide con la vulgata oficial del Kremlin. Quizá podríamos calificarlo de marxismo gótico, es decir, un materialismo histórico sensible a lo maravilloso, al momento negro de la revuelta, a la iluminación que desgarra, como un relámpago, el cielo de la acción revolucionaria. Forma parte, en todo caso, como el marxismo de José Carlos Mariátegui, de Walter Benjamin, de Ernst Bloch y de Herbert Marcuse, a una corriente subterránea que atraviesa el siglo XX: el marxismo romántico.

Se trata, pues, de una modalidad de pensamiento que está fascinado por determinadas formas culturales precapitalistas y que rechaza la racionalidad fría y abstracta de la civilización industrial moderna, pero que convierte esta nostalgia del pasado en una fuerza en el combate por la transformación revolucionaria del presente. Si bien todos los marxistas románticos se rebelan contra el desencanto capitalista del mundo –resultado lógico y necesario de la cuantificación, mercantilización y cosificación de las relaciones sociales–, es en André Breton y el surrealismo donde la tentativa romántica revolucionaria de reencantar al mundo por la imaginación alcanza su expresión más impactante.

El marxismo de Breton también se distingue de la tendencia racionalista/cientifista, cartesiana/positivista, fuertemente marcada por el materialismo francés del siglo XVIII –que impregnaba la doctrina oficial del comunismo francés– por su insistencia en el legado dialéctico hegeliano del marxismo. En su conferencia de Praga (marzo de 1935) sobre “la situación surrealista del objeto” insistió en el significado capital del filósofo alemán para el surrealismo: “Hegel, en su Estética, abordó todos los problemas que pueden considerarse, en la poesía y el arte, los más difíciles y los resolvió en su mayoría con una lucidez sin par [...]. Digo que todavía hoy es a Hegel a quien hay que interrogar sobre la validez o no de la actividad surrealista en las artes”1.

Algunos meses más tarde, en su célebre discurso en el Congreso de escritores en defensa de la cultura (junio de 1935), vuelve a la carga y no duda en proclamar, a contracorriente de cierto chovinismo antigermánico: “Es ante todo en la filosofía de lengua alemana donde hemos descubierto el único antídoto eficaz contra el racionalismo positivista que sigue causando aquí sus estragos. Este antídoto no es otro que el materialismo dialéctico como teoría general del conocimiento2.”

Breton y Trotsky

Lo que vino después es conocido: cada vez más cercanos a las posiciones de Trotsky y de la Oposición de Izquierda, la mayoría de surrealistas (¡sin Louis Aragon!) romperán definitivamente con el estalinismo en 1935. No fue en absoluto una ruptura con el marxismo, que siguió inspirando sus análisis, sino con el oportunismo de Stalin y sus acólitos, que “desgraciadamente tiende a aniquilar los dos componentes esenciales del espíritu revolucionario”, que son: el rechazo espontáneo de las condiciones de vida propuestas a los seres humanos y la necesidad imperiosa de cambiarlas3.

En 1938, Breton visita à Trotsky en México. Juntos redactarán uno de los documentos más importantes de la cultura revolucionaria en el siglo XX: el “Manifiesto por un arte revolucionario independiente”, que contiene el siguiente párrafo célebre: “para la creación cultural, [la revolución] debe establecer y asegurar desde el principio un régimen anarquista de libertad individual. ¡Ninguna autoridad, ninguna restricción, ni el menor atisbo de mando! [...] Los marxistas pueden avanzar aquí codo a codo con los anarquistas.” Como es sabido, este pasaje lo escribió el propio Trotsky, pero cabe suponer también que fue el producto de sus largas conversaciones a orillas del lago Patzcuaro4.

Fuen en la posguerra cuando se puso de manifiesto más claramente la simpatía de Breton por el anarquismo. En Arcane 17 (1947) recuerda la emoción que sintió cuando siendo todavía niño descubrió en un cementerio una tumba con este simple epitafio: “Ni dios ni amo”. A este respecto expresa una reflexión general: “Por encima del arte, de la poesía, queramos o no, ondea también una bandera ora roja, ora negra”, dos colores entre los que se niega a elegir.

De octubre de 1951 a enero de 1953, los surrealistas colaborarán regularmente, con artículos y notas, con el periódico Le Libertaire, órgano de la Federación Anarquista Francesa. Su principal corresponsal en la Federación era en aquel entonces el comunista libertario Georges Fontenis. Fue en aquella ocasión cuando André Breton escribió el brillante texto titulado La clara torre (1952), que recuerda los orígenes libertarios del surrealismo: “Fue en el negro espejo del anarquismo donde el surrealismo se reconoció por primera vez, mucho antes de definirse a sí mismo y cuando todavía no era sino una asociación libre entre individuos que rechazaban espontáneamente y en bloque las opresiones sociales y morales de su tiempo.” A pesar de la ruptura que se produjo en 1953, Breton no cortó los lazos con los libertarios y siguió colaborando con algunas de sus inicitativas5.

Revolucionarios impenitentes

Este interés y esta simpatía activa por el socialismo libertario no llevan a los surrealistas a renegar de su adhesión a la revolución de Octubre y las ideas de León Trotsky. En una intervención que hizo el 19 de noviembre de 1957, André Breton persiste y firma: “Contra viento y marea, soy de aquellos que todavía encuentran, en el recuerdo de la revolución de Octubre, buena arte de ese ímpetu incondicional que me acercó a ella cuando era joven y que implicó la entrega total de uno mismo.”

Saludando la mirada de Trotsky, tal como aparece, en uniforme del ejército rojo, en una antigua fotografía de 1917, proclama: “Esta mirada y la luz que en ella se eleva, nadie logrará apagarla, como tampoco el Termidor pudo alterar los rasgos de Saint-Just.” Finalmente, en 1962, en un homenaje a Natalia Sedova, que acababa de morir, anhela el día en que por fin “no solo se hará justicia plenamente a Trotsky, sino que también serán llamadas a adquirir pleno vigor y amplitud las ideas por las que dio su vida”6.

El surrealismo es tal vez ese punto de fuga ideal, ese lugar supremo del espíritu en que confluyen la trayectoria libertaria y la marxista revolucionaria. Pero no debemos olvidar que el surrealismo contiene lo que Ernst Bloch llamaba “un excedente utópico”, un excedente de luz negra que va más allá de los límites de todo movimiento social o político, por revolucionario que sea. Esta luz emana del núcleo irrompible de la noche del espíritu surrealista, de su anhelo obstinado por el oro del tiempo, de su inmersión apasionada en las simas del sueño y de lo sobrenatural.

Después de Breton

En 1969, algunas figuras destacadas del surrealismo parisino, como Jean Schuster, Gérard Legrand y José Pierre, deciden que, habida cuenta de la muerte de André Breton en 1966, es preferible disolver el Grupo Surrealista. Sin embargo, otros muchos surrealistas deciden proseguir la aventura. Lamentablemente, la mayoría de escritos académicos o divulgados sobre el surrealismo dan por hecho que el grupo se disolvió en 1969. Para la mayoría de historiadores e historiadoras del arte, el surrealismo no era nada más que una de las numerosas vanguardias artísticas, como el cubismo o el futurismo, que tuvieron una vida muy corta.

Vincent Bounoure (1928-1996) fue quien impulsó el nuevo periodo de actividad surrealista y no dejó de ser una figura inspiradora hasta su último aliento. Poeta dotado y ensayista brillante, estaba, al igual que su compañera Micheline, fascinado por el arte oceánico de Nueva Guinea, sobre el que escribió varios ensayos.

La otra figura del grupo que destacó después de 1969 fue Michel Zimbacca (1924-2021), poeta, pintor, cineasta y personaje entrañable. Su documental sobre las “artes salvajes”, L’invention du monde (1952), se considera uno de los raros cuadros verdaderamente surrealistas; Benjamin Péret escribió el texto mitopoético que comenta las imágenes. El grupo surrealista también se reunía a menudo en el apartamento que compartía con su compañera Anny Bonnin, cuyas paredes estaban decoradas con maravillosas pinturas suyas y de otros surrealistas, así como de una notable panoplia de plumas indígenas de la Amazonia. Bounoure y Zimbacca eran el lazo viviente entre el movimiento del post-1969 y el grupo fundado por André Breton en 1924.

El Bulletin de liaison surréaliste

En los años 1970 a 1976, los surrealistas parisinos que se negaban a bajar la persiana se reagruparon –en estrecha relación con sus amigos de Praga– alrededor de una revista modesta, el Bulletin de liaison surréaliste(Boletín de enlace surrealista, BLS). El Bulletin publicó un debate sobre “el surrealismo y la revolución”, con la participación de Herbert Marcuse. Entre otras numerosas joyas, un artículo del antropólogo Renaud en apoyo a los indios de EE UU reunidos en Standing Rock en julio de 1974.

En el último número del BLS, de abril de 1976, se publicó una declaración colectiva a favor de un joven cineasta surrealista brasileño, Paulo Paranagua, y de su compañera, Maria Regina Pilla, detenidas en Argentina y acusadas de “propaganda subversiva”. Impulsado por las y los surrealistas, el llamamiento apareció publicado por Maurice Nadeau en la Quinzaine littéraire, firmado también por intelectuales franceses de renombre, como Deleuze, Mandiargues, Foucault y Leiris.

El grupo surrealista parisino mantenía relaciones estrechas con el grupo de Praga, que se movía en la semiclandestinidad bajo el régimen estalinista impuesto en Checoslovaquia tras la invasión soviética de 1968. Podían reunirse de manera informal en viviendas particulares, pero su periódico Analogon estaba prohibido y no podían exponer sus obras ni sus películas. En 1976, por iniciativa de Vincent Bounoure, los grupos surrealistas de París y de Praga publicaron conjuntamente, en Francia en Éditions Payot, una recopilación de ensayos, la Civilisation surréaliste.

Continuar a pesar del reflujo

El grupo surrealista fue siempre muy político desde 1924. Después de 1969, esto siguió siendo cierto, pero ello no significa que se adhiriera a algunas de las organizaciones políticas existentes. Algunos miembros participaron en organizaciones trotskistas (Ligue communiste révolutionnaire, sección francesa de la Cuarta Internacional), otros a la Federación Anarquista o la CNT anarcosindicalista. Sin embargo, la mayoría de surrealistas parisinos no pertenecieron a ninguna organización; el espíritu común era antiautoritario y revolucionario, con una tendencia libertaria dominante.

Fue este espíritu el que inspiró sus actividades y las declaraciones comunes publicadas en el transcurso de los años. En 1987 se publicó una declaración común en apoyo a las comunidades indígenas Mohawk que luchaban por sus tierras contra el Estado canadiense. En los años subsiguientes se publicaron otras declaraciones más a favor de los movimientos indígenas. Esto, por supuesto, está relacionado con la tradición antiautoritaria y anticolonialista del movimiento y con su  rechazo de la civilización occidental moderna.

Claro que esta empatía y el vivo interés por las “artes salvajes” expresan asimismo un estado de espíritu romántico/revolucionario anticapitalista: las y los surrealistas creían –al igual que el primer romántico, Jean-Jacques Rousseau, quien alababa la libertad de los pueblos caribeños– que se podían hallar, en las culturas salvajes –no les agradaba la palabra primitivas–, valores humanos y modos de visa que en muchos aspectos eran superiores a la civilización imperialista occidental.

En 1991 se publicó un Boletín Surrealista Internacional n.° 1, en Estocolmo, con las respuestas de los grupos de París, Praga, Estocolmo, Chicago, Madrid y Buenos Aires a un cuestionario sobre la tarea actual del surrealismo. El grupo de  París insiste en su texto en el hecho de que “el surrealismo no es un conjunto de normas estéticas o lúdicas, sino un principio permanente de rechazo y de negatividad, que se alimenta de las fuentes mágicas del deseo, de la revuelta, de la poesía [...]. Ni dios ni amo: más que nunca, esta antigua divisa revolucionaria nos parece pertinente. Está inscrita en letras de fuego sobre las puertas que llevan, por encima de la civilización industrial, a la acción surrealista, cuya finalidad es el reencanto (y la reerotización) del mundo.”

Sus celebraciones y las nuestras

Para protestar contra las pomposas celebraciones del quinto centenario del llamado “descubrimiento de América” (1992), los surrealistas publicaron en 1992 el Boletín Surrealista Internacional n.° 2, con una declaración común firmada por los grupos surrealistas de Australia, Buenos Aires, Dinamarca, Gran Bretaña, Madrid, París, Países Bajos, Praga, Sao Paulo, Estocolmo y EE UU. Inspirado en un ensayo de la poeta surrealista argentina Silvia Grenier, este documento celebra la afinidad del surrealismo con los pueblos indígenas, contra la civilización occidental que oprimió a los pueblos indígenas y trató de destruir sus culturas: “en la lucha contra este totalitarismo asfixiante, el surrealismo es –siempre lo ha sido– compañero y cómplice de los indígenas”.

El Boletín se publicó en tres lenguas –inglés, francés y castellano– a cargo del grupo surrealista de Chicago, que reprodujo en portada un collage de Franklin y Penelope Rosemont que representa a Colón en guisa del Padre Ubú de Alfred Jarry. El Museo de Arte Moderno de París (Centro Pompidou) inauguró una gran exposición de arte surrealista en la primavera de 2002 con el título de “Revolución surrealista”.

De hecho, la exposición no tenía ningún significado revolucionario y trataba de presentar el surrealismo como una experiencia puramente artística que utilizaba “nuevas técnicas”. . A la entrada del museo se ofrecía un folleto gratuito de cuatro páginas, que explicaba que “el movimiento surrealista quería tomar parte activa en la organización de la sociedad” (?) y que había influido mucho en la sociedad, especialmente en “la publicidad y los videoclips”...

Molesto por este amasijo conformista, Guy Girard propuso al grupo surrealista preparar un folleto alternativo, también de cuatro páginas, con letras similares pero un contenido totalmente diferente: el surrealismo se califica allí de movimiento revolucionario cuya aspiración a la libertad y la imaginación subversiva pretendían “acabar con la dominación capitalista”; este folleto estaba ilustrado con imágenes de mujeres artistas como Toyen o Leonora Carrington, prácticamente ausentes de la exposición, así como con una foto histórica de 1927: “Nuestro colaborador Benjamin Péret insultando a un sacerdote”...

Acto seguido, los miembros del grupo depositaron con cuidado una pila del folleto surrealista encima del folleto oficialpara que la gente los cogiera. Lo más gracioso es que los comisarios de la exposición, interpelados por el folleto surrealista, retiraron su propia pieza frívola y la sustituyeron por otra que trataba de tener en cuenta el hecho de que el surrealismo era un movimiento subversivo antiautoritario que denunciaba “la Familia, la Iglesia, la Patria, el Ejército y el colonialismo”...

Los diferentes folletos y declaraciones del grupo se incluyeron finalmente en el librp Insoumission Poétique. Tracts, Affiches et déclarations du groupe de Paris du mouvement surréaliste 1970-2010 (Paris, Le Temps des Cerises, 2010). Guy Girard editó el libro, recopiló el material y las ilustraciones y redactó una breve presentación de cada documento.

El tiempo de los sueños

Entre 2019 y 2024 se publicaron cinco números de una nueva revista parisina: AlcheringaLe surréalisme aujourd’hui. Alcheringa es una palabra de una lengua aborigen de Australia y significa “el tiempo de los sueños”, evocada por André Breton en su ensayo Main Première. Finalmente, en el verano de 2024 ha tenido lugar, en la Maison André Breton de Saint-Cirq-la-Popie, la exposición surrealista internacional “Merveilleuse Utopie”, organizada por Joël Gayraud, Guy Girard y Sylwia Chrostowska.

Al margen de sus limitaciones y dificultades, el movimiento surrealista de París ha mantenido vivas, a lo largo de los últimos 50 años, la llama roja y negra de la rebelión, el sueño antiautoritario de una libertad radical, la insumisión poética frente a los poderes establecidos y el deseo obstinado de reencantar al mundo.

18/06/2024

Inprecor n.º 724. Traducción: viento sur

 

  • 1A. Breton, Position politique du surréalisme, París, Denoël, 1972, pp. 128-129.
  • 2En Maurice Nadeau, Documents surréalistes, París, Éditions du Seuil, p. 298.
  • 3 “Du temps que les surréalistes avaient raison”, en M. Nadeau, Documents Surréalistes, p. 309.
  • 4La documentación sobre este “encuentro entre el León y el Áquila” fue recopilada por Arturo Schwarz en su pequeño libro Breton/Trotsky, París, 10/18, 1977. También resulta útil leer los textos de Marguerite Bonnet y Gérard Roche en Cahiers Léon Trotsky n.° 25, marzo de 1986 (número dedicado a Trotsky y los escritores franceses).
  • 5A. Breton, La claire tour, La clé des champs, París, 10/18, 1967, p. 424. Sobre este episodio, véanse los dos notables folletos publicados, con el título de “Surréalisme et Anarchisme”, por el Atelier de Création Libertaire de Lyon, en 1992 y 1994.
  • 6Estos dos textos se encuentran en A. Schwarz, Breton/Trotsky, pp. 194, 200.

Michael Löwy