El antifascismo y la caída del liberalismo atlántico

El historiador francés François Furet, que fue comunista en su juventud pero más tarde se convirtió en anticomunista, es el autor de una famosa explicación de la popularidad del comunismo tras la Segunda Guerra Mundial, en particular entre los intelectuales, atribuyéndola al antifascismo puesto de relieve por el importante papel desempeñado por la Unión Soviética en la derrota del nazismo durante la guerra. El estalinismo pasó así de ser el gemelo del nazismo en su común afiliación al totalitarismo, etapa suprema de la dictadura, a su enemigo jurado, un cambio de imagen que permitió al estalinismo alcanzar el apogeo de su influencia ideológica en la década que siguió a la derrota completa del Eje fascista. El antifascismo siguió desempeñando un papel central en la ideología soviética, pero con una influencia cada vez menor debido a la relativa marginación del fascismo en las décadas inmediatamente posteriores a la Guerra Mundial, hasta que el sistema soviético entró en su agonía.

Esta interpretación del destino de la ideología soviética es sin duda correcta, ya que el papel de la Unión Soviética en la derrota del nazismo fue de hecho el argumento ideológico más fuerte del movimiento comunista tras la Segunda Guerra Mundial, superando con creces la referencia al legado bolchevique de la Revolución Rusa. Sin embargo, lo que Furet y otros anticomunistas pasaron por alto fue que el liberalismo al que decían pertenecer, al igual que los estalinistas decían pertenecer al marxismo, también se basaba en el antifascismo, con la diferencia de que combinaba el fascismo con el estalinismo en la categoría de totalitarismo. Esta fue y sigue siendo la reivindicación central del liberalismo de corte atlantista, inaugurado por la Carta Atlántica que Estados Unidos y Gran Bretaña concluyeron en 1941 para cimentar su alianza durante la Segunda Guerra Mundial, y que se convirtió en la base de la Alianza Atlántica (OTAN) establecida contra la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

Sin embargo, esta ideología atlantista ha hecho la vista gorda ante las raíces coloniales imperialistas del fascismo analizadas por la gran pensadora judía germano-estadounidense Hannah Arendt, por la razón obvia de que la OTAN se creó cuando sus Estados miembros aún gobernaban imperios coloniales en todo el Sur global. Tanto es así que el propio régimen colonial fascista de posguerra de Portugal fue uno de los fundadores de la OTAN. Cuando el mundo entró en la era de la descolonización, la ideología atlantista se concentró en oponerse al comunismo soviético sin abandonar su oposición al fascismo, pero limitando ésta al nazismo y al genocidio de judíos europeos que perpetró. De este modo, la ideología atlantista pudo atribuirse el monopolio de la representación de los valores de libertad política y democracia defendidos por el liberalismo histórico, mientras pisoteaba y sigue pisoteando esos mismos valores en los países del Sur global.

Hemos llegado a un punto de inflexión histórico en el que la pretensión liberal que la OTAN llevaba como una máscara ha caído, del mismo modo que había alcanzado un nuevo punto álgido con la oposición de la Alianza a la invasión rusa de Ucrania y su pretensión de representar los valores liberales frente al régimen neofascista de Vladimir Putin. Esta última reivindicación ha persistido a pesar del auge del neofascismo en las filas de la propia OTAN y de su ascenso al poder en algunos de sus Estados miembros, incluido Estados Unidos con el presidente Donald Trump. Los liberales atlantistas han seguido utilizando el antitotalitarismo, incluida la oposición al fascismo y al neofascismo, como base de su propia ideología, presentando su lucha como una versión moderna de la lucha del liberalismo (imperialista) contra el fascismo en la década de 1930, que también tuvo lugar en varios países del Norte global.

Hoy, la máscara liberal de la ideología atlantista ha caído definitivamente como consecuencia de la solidaridad y connivencia mostrada por sus dirigentes con un Estado israelí dirigido por facciones neofascistas y neonazis del movimiento colonial sionista, un Estado que está cometiendo en la Franja de Gaza la guerra genocida deliberada más atroz llevada a cabo por un Estado industrializado desde el genocidio nazi, así como los continuos abusos criminales contra el pueblo palestino en Cisjordania y en las cárceles israelíes, que revelan una violenta hostilidad racista hacia los palestinos relegados a la condición de seres infrahumanos (Untermenschen) como lo fueron los judíos por los nazis.

A la luz de esta posición de los atlantistas, su pretensión liberal de oponerse a la invasión rusa de Ucrania ha perdido toda credibilidad, al igual que ha perdido todo valor su pretensión liberal de oponerse al fascismo y al genocidio, y de adherirse a otros pilares de la ideología formulada por sus predecesores tras la Segunda Guerra Mundial y consagrada en la Carta de las Naciones Unidas de 1945. La gran paradoja de este giro histórico es que los atlantistas utilizan la preocupación por las víctimas judías del nazismo como pretexto para justificar su postura. Extraen de la historia de la lucha contra el nazismo una lección impregnada de lógica colonial racista, prefiriendo la solidaridad con quienes pretenden representar a todos los judíos y a quienes los atlantistas han llegado a considerar parte de su mundo "blanco", a la solidaridad con sus víctimas no "blancas", incluso cuando los victimarios “blancos” se han convertido en criminales genocidas.

La teoría de Hannah Arendt sobre los orígenes del totalitarismo se ha visto así confirmada, pues un antitotalitarismo que sólo vea en la hostilidad antisemita hacia los judíos la raíz del mal, ignorando al mismo tiempo el legado colonial que no es menos horrendo que los crímenes cometidos por el nazismo, un antitotalitarismo tan incompleto está condenado al colapso, viciado por la incapacidad de superar el complejo de supremacía blanca que presidió los mayores crímenes de la era moderna —incluido el exterminio nazi de los judíos europeos, a quienes los nazis consideraban intrusos no blancos en su "espacio vital" (Lebensraum) de la Europa blanca del norte.

Traducido por César Ayala de la versión en francés provista por el autor. La versión en inglés se encuentra en https://gilbert-achcar.net/anti-fascism-and-atlanticist-liberalism ; el original fue publicado en árabe en Al-Quds al-Arabi el 13 de agosto de 2024. Siéntase en libertad de volver a publicar o traducir, con atribución de la fuente.

Gilbert Achcar