Esta declaración sobre los medios para lograr la paz en Ucrania fue emitida el sábado 24 de febrero de 2024, por el Movimiento Socialista Ruso (RSD).
Hace dos años, Vladimir Putin lanzó una invasión a gran escala de Ucrania. Esta decisión de los dirigentes rusos no fue una respuesta a ninguna amenaza militar planteada por Ucrania o la OTAN, sino un intento de subyugar a un país vecino que Putin simplemente cree que no debería existir.
El plan original de Putin en Ucrania parece haber sido una "operación especial" de cambio de régimen: las tropas ocuparían rápidamente las principales ciudades del país, la Guardia Nacional rusa reprimiría las protestas "nacionalistas" y la mayoría de la población recibiría con flores a sus esperados "hermanos" rusos.
Pero en lugar de flores y fanfarrias, el ejército ruso se encontró con la tenaz resistencia de los ucranianos, y en lugar de "bandas", se encontró con un ejército bien entrenado y muy motivado. La "operación especial" se convirtió en una auténtica guerra.
La principal víctima de la agresión rusa es Ucrania y el pueblo ucraniano. Más de 10.000 civiles han muerto y más de 18.500 han resultado heridos. 6,3 millones han buscado refugio en el extranjero y 3,7 millones han sido desplazados dentro del país. Durante la guerra se han destruido cientos de miles de instalaciones médicas, de vivienda, educativas y deportivas. Los ecosistemas han sido objeto de ecocidio.
Los daños sufridos por la economía ucraniana, estimados en más de 300.000 millones de dólares, afectarán al bienestar de sus ciudadanas durante años, haciendo la vida más difícil sobre todo a las más pobres.
La sociedad rusa también está experimentando una dolorosa transformación. León Trotsky escribió una vez que "No es la conciencia la que gobierna la guerra, sino la guerra la que gobierna la conciencia". La guerra tiene su propia lógica y altera los planes humanos. En lugar de una "operación especial", Putin se ha comprometido exactamente a lo contrario: una guerra larga, sangrienta y agotadora para acabar erosionando los recursos de Ucrania y obligar a Occidente a retirar su ayuda. Este escenario exigirá a Rusia enormes sacrificios para los que ni su población ni su economía estaban preparadas.
Arrastrado a esta larga guerra, el Estado de Putin ha cambiado desde dentro: necesita obligar a la sociedad a aceptar tales pérdidas. Esto se ha conseguido mediante la represión política y un clima de miedo.
Según OVD Info, 1.980 personas han sido detenidas por oponerse a la guerra desde su inicio, y 825 de ellas se enfrentan a cargos penales; al menos medio millón de personas han abandonado el país por razones morales y políticas o para escapar del servicio militar obligatorio. Además, la guerra no se ha convertido en un punto de encuentro, una "Segunda Guerra Mundial 2.0" para la mayoría de los rusos: los partidarios ideológicos de la agresión de Putin siguen siendo minoría, aunque sólo a ellos se les permite expresar sus opiniones.
Las causas y la naturaleza de la guerra
Está claro que el objetivo de la guerra actual no es proteger a la población rusoparlante de Ucrania, que es la que más ha sufrido a manos de los ocupantes, ni contrarrestar la expansión occidental, ya que el Kremlin comparte una larga historia de enriquecimiento mutuo con Occidente.
El verdadero motivo del Kremlin para la invasión es su deseo de afianzar aún más su dominio político, económico y militar sobre la sociedad rusa y las sociedades de otros países postsoviéticos, al que Moscú afirma tener "derecho histórico".
Los movimientos populares democráticos de la última década
Como parte de su visión conspirativa del mundo, Putin y su entorno consideran que el Maidán (2014) en Ucrania, los levantamientos en Bielorrusia (2020) y Kazajistán (2021), y las oleadas de protestas masivas en la propia Rusia desde 2012 forman parte de una "guerra híbrida" emprendida contra Rusia por Occidente.
Para Putin, "combatir la hegemonía occidental" no tiene nada que ver con resistirse a las políticas explotadoras de las élites estadounidenses y europeas en la escena mundial. Al contrario, el Kremlin acepta y da la bienvenida a las políticas occidentales que vienen sin ataduras éticas.
Los únicos "valores occidentales ajenos" contra los que lucha Rusia son los derechos humanos, la libertad de expresión, la igualdad de género, el desarrollo sostenible, etc. En este sentido, el putinismo es la vanguardia de una extrema derecha internacional que amenaza la democracia y los movimientos progresistas en todo el mundo, incluidos Donald Trump y sus partidarios en Estados Unidos, Alternativa para Alemania (AfD) en Alemania, el régimen de Tayyip Recep Erdogan en Turquía, Viktor Orbán en Hungría, y otros.
El objetivo principal de la guerra es proteger al régimen de Putin y a sus Estados vasallos autocráticos, como la dictadura de Aleksandr Lukashenko en Bielorrusia, de la amenaza de la revolución.
Este objetivo coincide perfectamente con los sueños de la élite de reconstruir el Imperio Ruso, lo que requiere esclavizar a Ucrania. Pero la expansión rusa no terminará ahí.
También coincide con sus esperanzas de un "mundo multipolar", un mundo en el que dictadores y oligarcas disfruten de total libertad para saquear a sus súbditos, reprimir a los disidentes y repartirse el mundo sin tener en cuenta el derecho internacional.
Por eso, hoy, "No a la guerra" tiene que significar "Abajo la dictadura de Putin". Exigir la paz significa exigir la abolición de las jerarquías sociales que constituyen el núcleo del régimen ruso actual: autoritarismo político; enorme desigualdad de riqueza; normas conservadoras y patriarcales; y un modelo colonial e imperial de relaciones interétnicas.
¿Luchar por la paz o forzar las negociaciones?
2023 fue un año de guerra de trincheras para Ucrania. A pesar de las numerosas bajas, ni el ejército ucraniano ni el ruso lograron avances significativos en el campo de batalla. Esto ha aumentado la fatiga de guerra, incluso entre los aliados de Ucrania.
En este contexto, las ideas de conversaciones de paz y oposición a la transferencia de armas a la zona de conflicto -expresadas tanto por la extrema derecha como por algunas fuerzas de izquierda- se han hecho cada vez más populares.
Por supuesto, todas las guerras fomentan el militarismo y el nacionalismo, los recortes sociales, la violación de las libertades civiles, etc., en todos los países que participan en el conflicto. Eso es cierto para Rusia, Ucrania y Occidente.
También es obvio que todas las guerras terminan en negociaciones, y no tendría sentido oponerse a esta exigencia en principio.
Pero esperar negociaciones en esta fase de la guerra es ingenuo, como lo es la convicción de que el desarme unilateral por parte de la víctima de la agresión traerá la paz.
Los patrocinadores de tales propuestas no tienen en cuenta la evolución del régimen de Putin en los últimos años. La legitimidad actual de Putin es la de un líder en tiempos de guerra; por tanto, no puede aferrarse al poder sin librar guerras.
Ahora cuenta con que Occidente ponga fin a su apoyo a Ucrania tras las elecciones estadounidenses y llegue a un acuerdo, en los términos del Kremlin, por supuesto. Sin embargo, tal acuerdo (¿Para la partición de Ucrania? ¿Cambio de régimen en Kiev? ¿El reconocimiento de los "nuevos territorios" de Rusia?) no cambiará la actitud esencial del putinismo hacia la guerra, que es ahora su único modo de existencia.
El régimen de Putin ya no puede salir del estado de guerra, ya que la única manera de mantener su sistema es escalar la situación internacional e intensificar la represión política dentro de Rusia.
Por eso, cualquier negociación con Putin ahora traería, en el mejor de los casos, un breve respiro, no una verdadera paz.
Una victoria de Rusia sería la prueba de la debilidad de Occidente y de su apertura a redibujar sus esferas de influencia, sobre todo en el espacio postsoviético. Moldavia y los Estados bálticos podrían ser las próximas víctimas de la agresión. Una derrota del régimen, por otra parte, equivaldría a su colapso.
Sólo el pueblo ucraniano tiene derecho a decidir cuándo y en qué condiciones hacer las paces. Mientras las ucranianas muestren voluntad de resistencia y el régimen de Putin no cambie sus objetivos expansionistas, cualquier coacción a Ucrania para que negocie es un paso hacia un "acuerdo" imperialista a expensas de la independencia ucraniana.
Ese "acuerdo de paz" imperialista significaría una vuelta a la práctica de las "grandes potencias" de repartirse el resto del mundo; es decir, a las condiciones que dieron lugar a la Primera y Segunda Guerras Mundiales.
El principal obstáculo para la paz no es, desde luego, la "falta de voluntad de compromiso" de Volodymyr Zelensky, ni tampoco el "belicismo" de Joe Biden u Olaf Scholz: es la falta de voluntad de Putin para discutir siquiera la desocupación de los territorios ucranianos tomados después del 24 de febrero de 2022. Y es al agresor, no a la víctima, a quien hay que obligar a negociar.
Nosotros, el Movimiento Socialista Ruso, creemos que en tales circunstancias la izquierda internacional debe exigir:
- Una paz justa para el pueblo ucraniano, que incluya la retirada de las tropas rusas del territorio internacionalmente reconocido de Ucrania.
- La cancelación de la deuda pública de Ucrania.
- El aumento de la presión de las sanciones sobre la élite y la clase dirigente de Putin.
- Aumento de la presión sobre varias empresas que siguen haciendo negocios con Rusia.
- Aumento de la ayuda humanitaria a los refugiados ucranianos y a los exiliados políticos rusos, incluidos los que huyen del reclutamiento.
- Una reconstrucción de posguerra equitativa de Ucrania, dirigida por las propias ucranianas siguiendo líneas de justicia social, no por empresas de inversión y fondos especulativos que siguen principios de austeridad.
- Apoyo directo a las organizaciones sindicales y de voluntarios de izquierdas en Ucrania.
- Plataformas para que las ucranianas y las rusas contrarios a la guerra se manifiesten.
- La liberación de las presas políticas rusas y el fin de la represión de la oposición política en Rusia.
El mundo actual se está decantando hacia la derecha, y los políticos optan cada vez más por utilizar la discriminación y las guerras de agresión para resolver sus problemas, desde la genocida campaña militar de Benjamin Netanyahu en Gaza, respaldada por Occidente, hasta los ataques de Azerbaiyán contra Nagorno-Karabaj (de los que la comunidad internacional es cómplice) y la retórica y las políticas antiinmigración propugnadas por los principales partidos de Alemania, Finlandia, Países Bajos, Francia y Estados Unidos. En este contexto global, la izquierda debe combatir las crecientes tendencias imperialistas, militaristas y nacionalistas, no mediante esfuerzos utópicos de construcción de la paz, sino impidiendo nuevos brotes de agresión y frenando la llegada al poder de fuerzas fascistas afines que simpatizan con Putin (Trump, AfD, etc.).
¡No a la guerra!
¡Abajo el Putinismo!
¡Libertad para Ucrania!
¡Libertad para las oprimidas en Rusia!
24 de febrero 2024