La violenta y sangrienta escalada de Israel contra Líbano en las últimas semanas ha supuesto un duro golpe para Hezbolá, especialmente tras el asesinato de Hassan Nasralá.
Comenzó con la explosión de los dispositivos de comunicación utilizados por miembros de Hezbolá (civiles y soldados), que causó 39 muertos y varios miles de heridos. A este atentado siguió una catastrófica campaña de bombardeos que provocó el asesinato de altas personalidades militares y políticas del partido, así como la muerte de casi dos mil civiles y el desplazamiento de más de un millón de personas.
Culto a la personalidad
En las últimas décadas, en la propaganda del partido [Hezbolá] se había desarrollado un culto a la personalidad en torno a Hassan Nasralá. Esto se reflejó especialmente tras la guerra de Israel contra Líbano en 2006, cuando su eslogan inicial “Al-Nasr al-îlâhi” se cambió por “Nasr(un) min Allâh” (Una victoria de Dios), que era una instrumentalización del nombre de Hassan Nasralá. Esto formaba parte del cultivo de la imagen del líder en las campañas mediáticas del partido.
Aunque Hezbolá gozaba de gran popularidad entre otras sectas religiosas libanesas e incluso en todo Oriente Medio y el norte de África, la popularidad de Nasralá más allá de la base del partido se redujo considerablemente tras la guerra de 2006. Debido a varias razones entre las que se encuentra que Hezbolá utilizara sus capacidades militares contra otros actores nacionales. Por ejemplo, en 2008 el partido invadió determinados barrios del oeste de Beirut y se produjeron enfrentamientos militares en otras regiones, sobre todo en el Chouf, después de que el gobierno libanés anunciara que quería desmantelar la red de comunicaciones del partido.
Además, el partido participó posteriormente en la sangrienta represión del levantamiento sirio junto al despótico régimen sirio, lo que también creó tensiones sectarias en Líbano.
Hezbolá también ha sido uno de los partidos considerados responsables de la crisis económica y financiera de 2019, ya que formó parte de todos los gobiernos de unidad nacional desde 2005. Nasralá se opuso con vehemencia a las protestas de ese año y llegó a acusar a quienes salían a la calle de estar financiados por embajadas extranjeras. Incluso envió a miembros de Hezbolá a atacar a las y los manifestantes.
En los últimos años, miembros de Hezbolá se han visto implicados en varios conflictos con miembros de otras sectas religiosas, y ha sido acusado de ser uno de los principales responsables de obstruir la investigación sobre las explosiones en el puerto de Beirut en agosto de 2020.
Por todas estas razones, Hezbolá se ha ido aislando cada vez más política y socialmente más allá de su base popular chií. En lugar de ser visto como una figura de la resistencia nacional, Nasralá es percibido cada vez más como un zaim sectario que defiende los intereses políticos de su partido y de regímenes autoritarios, como los de Siria e Irán.
Es este aislamiento el que ha contribuido a que el partido quiera evitar una guerra total con Israel tras el 7 de octubre. Al adoptar una acción calculada y moderada contra objetivos militares israelíes, Hezbolá ha intentado evitar que el conflicto sea explotado por los enemigos políticos internos de Líbano, ya que esto convertiría al partido en el principal responsable de todas las desgracias del país. Sin embargo, la actual guerra de Israel contra Líbano, con el apoyo de Estados Unidos, ha socavado gravemente este plan.
¿Y ahora qué?
En este contexto, los responsables de Hezbolá intentan demostrar que tras su asesinato y el de varios de sus altos cuadros militares y políticos, el partido continúa en la senda del exsecretario general. El dirigente interino Naim Qassem lo subrayó ante los miembros del partido y sus simpatizantes cuando declaró: “Seguiremos por la senda de Hassan Nasralá”.
Ahora, las prioridades para Hezbolá son, en primer lugar, proteger sus estructuras internas y su cadena de mando, incluso llenando el vacío en la cúpula del partido en lo que respecta a las diversas responsabilidades políticas y militares, y eligiendo a un nuevo secretario general.
En segundo lugar, el partido trata de mantener sus objetivos respecto a la guerra con Israel: no separar los frentes de Gaza y Líbano hasta que se produzca un alto el fuego en la franja de Gaza, y mantener y proteger sus infraestructuras y capacidades militares, incluidos los misiles y cohetes de largo alcance, de los ataques y ofensivas terrestres de Israel.
Es importante señalar que, a pesar de los considerables golpes, Hezbolá sigue siendo actualmente el actor político más importante de Líbano. Además, mantiene una influencia que sobrepasa sus fronteras nacionales, especialmente en Siria, representando también los intereses políticos regionales de Teherán.
De hecho, las capacidades militares de Hezbolá siguen siendo su principal activo: a pesar de la infiltración israelí, del debilitamiento de la comunicación interna y de que un gran número de sus experimentados comandantes militares han sido asesinados. En concreto, dispone de un vasto arsenal de cohetes y misiles. Recientemente y por primera vez desde el 7 de octubre, ha utilizado varios misiles Fadi (de alcance medio), para atacar emplazamientos militares en las afueras de las ciudades de Haifa y Tel Aviv. Además, durante los primeros intentos del Ejército israelí para infiltrarse en territorio libanés, los soldados de Hezbolá destruyeron sus tanques Merkava, hiriendo y matando a algunos de sus soldados.
Junto a su movimiento armado, el partido cuenta con una amplia red de instituciones que prestan servicios clave y esenciales, aunque ésta se ha visto parcialmente mermada por la guerra y, en consecuencia, por las necesidades cada vez mayores de la población. En este contexto, es muy probable que Hezbolá no pierda base popular, sobre todo en ausencia de una alternativa política integradora y en medio de una crisis económica continua con un Estado que no funciona.
En el plano regional, Hezbolá sigue beneficiándose del apoyo de Irán, aunque la fuerza de éste se haya visto mermada entre sectores del partido tras los recientes asesinatos y las destrucciones de Israel. De hecho, el objetivo estratégico de Teherán, sobre todo desde el 7 de octubre, ha sido mejorar su posición geopolítica regional para reforzar su futuro poder en la negociación con Estados Unidos sobre la cuestión nuclear y las sanciones. También lo ven como una forma de garantizar sus intereses políticos y de seguridad, al tiempo que evitan un conflicto regional directo con Israel y Estados Unidos.
Las últimas represalias de Irán contra Israel, que no han provocado daños significativos, deben considerarse en este marco. Por supuesto, con ello también han intentado reafirmar una forma de disuasión, aunque ha sido desigual en comparación con la superioridad de las capacidades militares israelíes y el apoyo prestado por Washington. Además, esto no detendrá la guerra de Israel contra Líbano.
Por ello, es correcto decir que Hezbolá se encuentra en la más grave situación desde su fundación y que, probablemente, no mejorará pronto dados los continuos ataques de Israel y el aislamiento del partido dentro de Líbano.
Si bien el principal punto fuerte del movimiento ha sido construir una organización fuerte y disciplinada, y no solo la imagen de un solo hombre -a pesar del culto a Nasralá-, la capacidad del partido para ampliar su base es muy limitada por su estrategia y orientación políticas. Hezbolá no se ha dedicado a construir un proyecto contrahegemónico que desafíe el sistema sectario y neoliberal libanés. De hecho, lo ha sostenido activamente convirtiéndose en uno de sus principales defensores.
Además, el partido ha venido actuando como el principal nexo de influencia e intereses de Irán en la región (especialmente tras el estallido de las revueltas en Siria y en todo Oriente Medio y el Norte de África desde 2011), promoviendo un orden autoritario neoliberal opuesto a la emancipación y liberación de las clases populares.
En otras palabras, Hezbolá, al igual que otros actores políticos regionales implicados en la resistencia contra Israel, es incapaz de construir un gran movimiento que vincule las cuestiones democráticas y sociales, oponiéndose a todas las fuerzas imperialistas y subimperialistas, al tiempo que promueve la transformación social desde abajo a través de la construcción de movimientos en los que las clases populares sean los verdaderos actores de su emancipación.
Artículo publicado por New Arab el 5 de octubre 2024, traducido por Fourth.International.