Terremoto: Por una solidaridad lo más amplia posible con las víctimas de catástrofes naturales agravadas por un capitalismo dependiente y atrasado

Un fuerte terremoto, cuya magnitud de daños aún no se ha revelado, ha agravado el sufrimiento de lxs trabajadorxs marroquíes. El seísmo sacudió la cordillera del Atlas, arrasando pueblos enteros en los suburbios y el campo de Marrakech, Tarudant y Uarzazat. Las pérdidas son limitadas en las ciudades, pero la catástrofe afectó especialmente a los pueblos, y los hechos se irán conociendo con el tiempo...

Por el momento, el número de muertxs asciende a casi 2.500, al igual que el de heridxs, en mayoría calificadxs de graves. Por supuesto, se trata de un fenómeno natural, pero sus consecuencias están relacionadas sobre todo con el tipo de sociedad en que se produce. El número de víctimas, tanto muertas como heridas, tiene más que ver con factores sociales, económicos y políticos que con la magnitud y la fuerza del seísmo. Esto explica el elevado número de víctimas de los terremotos en los países dependientes y semicoloniales, mientras que es menor en los grandes países industrializados. También difiere de un país industrializado a otro, según el tipo de políticas seguidas, el estado de los servicios públicos y la forma en que se satisfacen las necesidades básicas de la población.

El seísmo sacudió los pueblos del Alto Atlas durante la noche, y lxs que quedaron vivos en los círculos y pequeñas ciudades hicieron frente utilizando los medios sencillos de los que disponían para salvar a lxs heridxs. El Estado y sus servicios no se movilizaron, como de costumbre, sino tardíamente. Era más consciente que nadie de la miseria y las privaciones creadas por sus políticas, que dejaban a la población indefensa ante lo que le ocurría. Pero su principal acción fue la propaganda, para vender la imagen de un Estado capaz, pero se trata de una imagen que el terremoto ya ha refutado (como ya lo hizo durante la COVID-19).

Marruecos no son los barrios encopetados de Rabat, Marrakech y Casablanca. Marrakech no es la ciudad de las conferencias internacionales y los festivales extravagantes. El Marrakech ornamentado no es el verdadero Marrakech. Más bien, Marruecos y Marrakech son lo que estamos presenciando hoy, un país muy frágil ante las desgracias del capitalismo y las catástrofes "naturales". Un país agotado por el despotismo, la política de clases y décadas de neoliberalismo duro y devastador.

El retraso de los servicios de emergencias, la debilidad de sus equipos técnicos y de sus recursos humanos, la ausencia de ayuda médica, de transporte para lxs heridos y de hospitales de campaña, así como el mal estado de las carreteras debido al abandono histórico, etc., contribuyeron significativamente al elevado número de muertos, no como consecuencia directa del seísmo, sino más bien como resultado de una política de marginación social y de pobreza en una región específica, como es el Alto Atlas.

Recordamos el terremoto de Alhucemas de 2004 y los centenares de víctimas, heridos y viviendas destruidas que le siguieron, así como las promesas y la propaganda oficial cuya falsedad fue denunciada por el Hirak (movimiento popular de protesta) en el Rif que estalló tras el aplastamiento del mártir Mohcine Fikri en noviembre de 2016. Un movimiento que obligó al Estado a admitir que no había cumplido sus promesas y planes anunciados tras la catástrofe, paralelamente a una represión muy fuerte y severas condenas a los líderes del movimiento por el delito de revelación de secretos de Estado.

Hay que subrayar que hoy en día, las catástrofes naturales, cada vez más violentas hoy debido a la gran destrucción infligida por el capitalismo al medio ambiente, pueden provocar pérdidas humanas y materiales pero demuestran también la realidad de la ruina económica y social de una política de clase que destruye los servicios públicos, base de toda estrategia viable frente a catástrofes mayores.

La violencia de los desastres naturales, como terremotos y otros, sequías, incendios, inundaciones y pandemias víricas, se ha convertido en un peligro más que caracteriza la era del capitalismo de crisis extrema. Crisis insolubles y destructivas a la luz de la política continuada de privatización de los servicios públicos y de subordinación de la política económica a los intereses del capital privado. Esto no tiene nada que ver con el retraso de la capacidad técnica, los conocimientos y la experiencia, sino con el hecho de que las propias crisis son una fuente de beneficios para los capitalistas que se enriquecen con las catástrofes. Hemos sido testigos del espantoso fracaso de los países capitalistas ricos ante incendios masivos, la pandemia del COVID-19 o violentos terremotos…

Las instituciones capitalistas aprovecharán este terremoto, como han hecho con otras catástrofes, y se esforzarán por convertirlo en otra fuente de beneficios. Las potencias imperialistas y reaccionarias que apoyan al despotismo también se esforzarán por ajustar su "apoyo" a la necesidad de mantener la gestión del país con eo mismo enfoque que lo mantiene dependiente y atrasado y, por tanto, vulnerable a las catástrofes, sean las que sean, económicas o "naturales". Las instituciones financieras mundiales harán todo lo que esté en su mano para apoyar a su aliado local, con el fin de convertir el terremoto en otro medio de hundir al país, ya sumido en la deuda y la dependencia.

Las clases trabajadoras de diferentes partes del país han tomado la iniciativa de mostrar su solidaridad con las víctimas del terremoto. Desde todas las direcciones parten convoyes humanitarios hacia Al Hauz y Tarudant, y esto es algo que debe ser apoyado por todxs lxs trabajadores y militantes por un futuro mejor. Pero esta ayuda y esta solidaridad material popular no compensarán la solidaridad política que se necesita.

Debemos luchar para derribar las políticas que han llevado a nuestro país a su estado de incapacidad y fragilidad, y para detener la transferencia de nuestra riqueza, poniendo fin al pago del servicio de la deuda como mecanismo de esta transferencia, y también para poner fin a la sumisión a las instituciones mundiales del saqueo. También es necesario orientar todas las políticas hacia la satisfacción de nuestras necesidades humanas... La solidaridad política con lxs damnificadxs es hoy el deber más importante frente a las incesantes llamadas a un consenso político en torno al despotismo, consenso que se ha intentado en varias ocasiones y que sólo ha conducido a la ruina.


¡El terremoto es una catástrofe natural! Sí, pero la incapacidad de responder a las necesidades de la población es el resultado de una política consciente que ha llevado al continuo aislamiento de las víctimas durante décadas: sin carreteras, sin hospitales, sin equipos de emergencia... Por nuestra seguridad, no se puede escapar a una alternativa social que choca con los intereses del Capital, porque no hay salvación sino eliminando su poder y su autoridad y allanando el camino a una sociedad libre de explotación y despotismo.

Almounadil-a, 11 de septiembre de 2023

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