La Marcha de la Solidaridad reunió a varias decenas de miles de personas el sábado 17 de octubre. Esta movilización autoorganizada de los migrantes sin papeles fue un éxito rotundo, resultado de una dinámica militante a largo plazo.
Los "migrantes sin papeles", precarios entre los precarios
Se estima que el número de migrantes sin papeles en Francia oscila entre 300.000 y 400.000, ya que no existen estadísticas oficiales. Se trata de un número relativamente reducido, que representa entre el 0,5 y el 1% de la población adulta. Sin ningún ingreso, amenazados con la expulsión, pueden ser enviados al CRA (centro de detención administrativa), una antesala de la expulsión, donde la detención puede durar hasta 90 días. Sin derecho a la vivienda, exceptuando alojamientos de emergencia saturados, muchos están condenados a vivir en la calle. Sin ningún derecho, son explotados en las peores condiciones. Los empleadores, grandes y pequeños, están felices de usar esta mano de obra maleable y desechable a voluntad. Estos trabajadores de primera fila trabajan en la construcción, en la restauración, en el vaciado de basureros, en la limpieza, en el cuidado de los ancianos... Durante la epidemia de COVID, siguieron trabajando o perdieron sus empleos y sus pequeños ingresos. En Francia, los llamados "sans-papiers" no tienen recursos. La única protección que tienen es el A.M.E. (Ayuda Médica del Estado), la cobertura sanitaria para personas en situación irregular que el Estado ha intentado suprimir en varias ocasiones. Aparte de eso, no tienen derecho a ninguna asistencia. A los solicitantes de asilo se les proporciona alojamiento temporal y un pequeño subsidio mientras se examina su solicitud. En cuanto se rechaza su solicitud, ya no tienen más derechos, se les retira toda la asistencia y se les devuelve la vivienda que se les asignó. Sin embargo, el 70% de las solicitudes de asilo son rechazadas. ¡Francia tiene uno de los récords europeos! Desde principios de la década de 2000, las leyes se han hecho más estrictas, reduciendo por así decirlo las posibilidades de regularización y provocando expulsiones masivas del territorio.
Después de un período de retiro, un despertar de las luchas
Las luchas de los sin papeles han estallado varias veces en la historia: un movimiento masivo en la década de 1980/90 y las huelgas de trabajadores sin papeles en 2006/2008. Sin embargo, en los últimos años, el movimiento de sin papeles se había debilitado considerablemente por la represión y la desmoralización. En cambio, se han desarrollado asociaciones de solidaridad y apoyo a los migrantes sin papeles, pero ya no existe un movimiento auto-organizado, dirigido por colectivos de migrantes sin papeles como se conocía en las décadas de 1980 y 1990.
El 18 de diciembre de 2018 se produjo un punto de inflexión: frente a las políticas despreciables de los gobiernos, quedó claro para todos los voluntarios y activistas que defendían a los refugiados y migrantes que la acción humanitaria, aunque necesaria, ya no era suficiente. Era necesario unirse y coordinarse para impulsar un fuerte movimiento nacional en el ámbito político. El 18 de diciembre, la Marcha de la Solidaridad (una agrupación de varias asociaciones de solidaridad) y la confederación sindical de la CGT (Confederación General del Trabajo) convocaron el Día Internacional del Migrante. Esta vez se logró la unidad entre los sindicatos, los colectivos y las asociaciones de inmigrantes sin papeles, aunque el llamamiento a la participación de la dirección de la CGT fue poco o nada atendido por las secciones sindicales de base.
La Marcha de la Solidaridad que nació en esa época se ha mantenido y fue el origen de los movimientos reciente.
Acto 1: Para sorpresa de todos, el 30 de mayo de 2020, poco después del fin del encierro, se siguió en varias ciudades del país un llamamiento a la manifestación para la "regularización de los migrantes sin papeles", lanzado por la Marcha de la Solidaridad.
En los días y semanas siguientes, decenas de miles de personas se manifestaron contra el racismo y la violencia policial tras el asesinato de G. Floyd en los Estados Unidos.
Acto 2: El 20 de junio se lanzó un nuevo llamamiento: decenas de miles de migrantes sin papeles y simpatizantes se manifestaron en París, Lyon, Lille, Rennes, Montpellier, Estrasburgo, Ruán y muchas otras ciudades.
Acto 3: Pero el presidente Macron no tenía palabras, ni la más mínima señal de reconocimiento para los inmigrantes sin papeles que se manifestaron. Permaneció sordo a sus demandas: regularización, vivienda, cierre de los CRA.
Así pues, se decidió hacer un esfuerzo de huelga más fuerte organizando el Acta 3, esta vez con marchas de varias ciudades del país desde mediados de septiembre hasta el 17 de octubre, que debían converger en París para una manifestación nacional el 17 de octubre. Fue una apuesta algo imprudente, en medio de un período de COVID y de medidas autoritarias que prohibían las reuniones, manifestaciones, etc., que no se permitían. Y aún así funcionó en todos los sentidos de la palabra. Las marchas comenzaron a lo largo de cuatro ejes geográficos y atravesaron 92 ciudades: Sur: salida de Marsella el 19 de septiembre, Valence, Montpellier, Grenoble, Annecy, Lyon; El Gran Oeste: Rennes, Alençon ...; El Norte: Lille, Beauvais, Rouen ...
El llamamiento recibió el apoyo de 270 organizaciones, tanto locales como nacionales, incluidos 20 colectivos, asociaciones u ONG de migrantes sin papeles, sindicatos y numerosos colectivos locales de todo el país. Más allá de las demandas planteadas, lo que se jugó alrededor de estas marchas fue la construcción de un movimiento a lo largo del tiempo. La condición era que los manifestantes fueran los principales interesados, los migrantes sin papeles. Pero esto no habría sido posible si no hubiera habido una tremenda y muy conmovedora movilización de apoyo en los pueblos y aldeas que acogían las marchas, con voluntarios que competían entre sí en ideas y generosidad para proporcionar refugio, alimentos y apoyo a los manifestantes.
¿Cómo explicar tal movilización?
La labor de la Marcha de la Solidaridad durante varios años ha dado sus frutos. Desde las manifestaciones de mayo y junio, se ha creado una dinámica. Además de los colectivos históricos de migrantes sin papeles, hemos sido testigos del surgimiento de nuevos colectivos abiertos a una mayor diversidad de nacionalidades. Esto no está exento de dificultades, tanto en los viejos como en los nuevos colectivos. La autoorganización es difícil, socavada por rivalidades, luchas de poder, conservadurismo, baja politización para algunos, miedo a la represión... En el lado del apoyo, está la radicalización política de un amplio tejido de solidaridad con los migrantes que han experimentado el estancamiento de la única lógica humanitaria; la cólera de los migrantes que ya no pueden esperar su regularización y que no tienen nada más que perder.
Pero también hay factores objetivos: paradójicamente, la destrucción de los campamentos de migrantes en 2016 ha dado lugar a la presencia de migrantes y al nacimiento de grupos de solidaridad en todo el país.
La ambigüedad e hipocresía de los políticos que por un lado confinaban y por otro dejaban a los migrantesó en las calles, dejándolos en una mayor miseria. Por último, la esperanza suscitada entre los inmigrantes sin papeles por las nuevas regularizaciones masivas en Italia o Portugal (a pesar de todas sus limitaciones).
La manifestación del 17 de octubre en París
El día D, la Marcha Nacional de Migrantes sin papeles llegó a París. A pesar de la prohibición de manifestarse en todo el oeste de París que le fue impuesta y a pesar del toque de queda. Las negociaciones de los organizadores con la Prefectura de Policía de París fueron laboriosas. El objetivo del gobierno de que se llegara a la Concorde fue rechazado. La Prefectura finalmente autorizó la ruta de Republique hacia el norte de París. Fue una manifestación impresionante con decenas de miles de manifestantes, docenas de autobuses procedentes de las provincias, la diversidad de los cortejos, la determinación de los migrantes sin papeles, la solidaridad indefectible ante el poder de los colectivoss, los simpatizantes, los sindicatos, las asociaciones y las ONG, un movimiento nacional de solidaridad e igualdad de derechos.
Lamentablemente, tras el asesinato del profesor por un joven de origen checheno que decía ser un islamista radical, se ha producido un apagón total de los medios de comunicación, especialmente de los nacionales, y un aumento de todo tipo de seguridad y discurso racista. Pero los hechos están ahí: fue la mayor manifestación del movimiento social en meses. El gobierno ha escuchado pero quiere permanecer sordo.
El domingo siguiente a la manifestación, los colectivos de sin papeles, los participantes en las marchas y los apoyos que permanecieron en París se reunieron en una asamblea para sentar las bases de los próximos pasos. Porque a pesar de esta demostración real, un movimiento en progreso, nada se mueve por el lado del poder.
El movimiento de los Sans-papiers todavía tiene que dar un paso adelante, apoyándose en los vínculos que se han construido, para amplificar la relación de fuerza.
Está claro que esto es un desafío para todo el movimiento social y, más allá de eso, para toda la sociedad. Aceptar las violaciones de la igualdad, especialmente cuando se dirigen a los extranjeros, significa condenarnos a todos. El aluvión de palabras y medidas islamofóas y liberticidas es prueba de ello. Al igual que la explosión de pobreza y desigualdad, no sólo para los sin papeles sino para todos los sectores de la población.
El cuarto acto de los sin papeles está a punto de comenzar. Tendrá que ser más difícil, pero también y sobre todo implicar más directamente y con mayor fuerza al movimiento social y político que lucha por la emancipación de los explotados.
21 de octubre 2020
CNIA (Comisión Nacional de Inmigración y Antirracismo) del NPA