Apuntes feministas para pensar en nuestro proyecto de sociedad

En 2010 el CI de la Cuarta Internacional debatió una "Propuesta para un debate programático". A continuación, decidió proseguir de manera amplia y abierta el debate sobre nuestra concepción de una nueva sociedad. En este sentido, solicitó a tres de sus comisiones que, además de continuar su actividad en los movimientos sociales existentes, desarrollaran nuestro pensamiento sobre el tipo de sociedad que queremos. Estas tres comisiones, sobre ecología, cuestión LGBTIQ y la opresión de las mujeres y feminismo, escribieron cada una una breve contribución para desarrollar el debate. Publicamos estas tres contribuciones (junto con el documento original) con el espíritu de promover tal discusión que es hoy más necesaria que nunca. Estas contribuciones fueron escritas, por supuesto, antes de la pandemia del Covid-19.

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Por un mundo donde seamos socialmente iguales,

humanamente diferentes y totalmente libres.”

atribuido a Rosa Luxemburgo.

 

Este texto pretende ser una aportación al debate que tendrá lugar en el próximo CI desde una mirada feminista, recogiendo algunas reflexiones que desde el feminismo venimos elaborando.

 

1. La división sexual del trabajo en la que se sostiene la opresión de las mujeres, y que sirve a los intereses del capitalismo, provoca una separación entre lo privado y lo público, lo reproductivo y lo productivo. Esta separación adquiere una forma específica bajo el capitalismo, de ahí que podamos definir la reproducción social como el proceso por el cual el trabajo doméstico y de cuidados que realizamos las mujeres adquiere un significado político, de producción (parto) y reproducción de la fuerza de trabajo (asumiendo todas las tareas domésticas y de cuidados necesarias para que la clase trabajadora sobreviva), haciendo posible reproducción del capitalismo. Es condición esencial para su supervivencia. Es con esa lógica con la que queremos romper, en tanto que es en ella donde hunde las raíces las desigualdades que sufrimos las mujeres.

 

La necesidad de cambios estructurales en lo económico, lo político y lo social implica una reorganización de los trabajos y los tiempos que ponga en pie una sociedad radicalmente diferente. El capitalismo, con el patriarcado de la mano, se apropia de nuestro trabajo (dentro y fuera de casa) y de nuestros tiempos, marca nuestros ritmos vitales, organiza los espacios en los que vivimos (nuestras casas, nuestros barrios, nuestras ciudades…), la manera en la que construimos nuestras identidades, determina la manera en la que nos relacionamos y construimos nuestros afectos, la forma en la que nos alimentamos, la relación que tenemos con nuestro entorno, etc, etc, etc. Todo se organiza en torno a la lógica capitalista y patriarcal de la acumulación de capital. Nuestra lógica es la opuesta: poner a las personas y sus necesidades en el centro, y ello pasa por romper con esa separación entre lo privado y lo público, dejando de invisibilizar y poniendo en el centro a las personas, rompiendo así con distintas opresiones y dominaciones que nos atraviesan

 

2. ¿Qué significa poner en el centro a las personas? Que las mujeres dejemos de encargarnos de garantizar el bienestar de las personas que cuidamos y de hacernos cargo solas de la reproducción social. Significa también reconocernos como personas, ya que estas tareas las hacemos a costa de nosotras mismas y de nuestros proyectos de vida.. Cuando hablamos de la socialización de estas tareas no hablamos de una colectivización de estas tareas, sino de repensar la sociedad y cómo concebimos la forma en la que concebimos nuestra forma de vida. Pasa fundamentalmente por construir unos servicios públicos integralesy fuertes, pero también de romper con las inercias de lo cotidiano. No podemos seguir siendo las mujeres las que de forma mayoritaria preparen el desayuno o laven la ropa para los demás. Tenemos que cuestionarnos nuestras rutinas, nuestros ritmos de vida, de forma que sean más sostenibles con nuestros cuerpos y el planeta... Poner a las personas el centro significa también construir ciudades donde las personas y sus necesidades estén en el centro. Rediseñar el transporte, no para llegar rápido a la oficina o el centro comercial. Repensar el uso de los espacios públicos, romper la brecha entre el centro y la periferia de nuestras ciudades o la existente entre el ámbito rural y urbano. Actualmente todo esto tiene que ver con qué es lo importante y quién lo hace.. Implica también replantearnos qué trabajos son socialmente necesarios y cuáles no. Nuestras prioridades son otras.

 

Asimismo, asumir las tareas de reproducción social como algo social y político, evita que sea cada una en casa la que negocie el reparto de tareas. En el sentido de que actualmente se entiende como algo individual y personal, fuera del ámbito político. Sabemos que esa negociación no se da en igualdad de condiciones, debido al papel y posición que cada género tiene. La familia debe dejar de ser el espacio en el que se reproduce la dominación. Debe dejar de ser la única forma de convivencia posible. Ello implica repensar la formas de crianza de manera más colectiva. Conlleva abolir la familia como institución de reproducción del sistema. Implica politizar nuestros hogares y cada una de las decisiones personales sobre la maternidad y la crianza. Debemos reflexionar también sobre cómo entendemos la infancia y el papel de los mayores y de las personas con diversidad funcional en nuestra sociedad, las relaciones sociales que establecemos con ellos y cómo somos capaces de romper con las lógicas de dominación que hemos interiorizado. Las plazas, las calles, los centros de trabajo, los centros educativos y cada uno de los espacios donde nos socializamos eben pasar a ser nuestros para construir otras relaciones sociales e interpersonales. La forma en qué entendemos nuestras relaciones afectivas también deben ser cuestionadas, en tanto que hoy están articuladas sobre desigualdades. Cuestionar la monogamia, construir otros modelos de relaciones. Todo ello respetando las decisiones personales de cada persona, desde la premisa de que no hay una sola opción o una opción mejor que otra. Solo así podemos construir nuestros proyectos de vida, compartidos o no, con otra u otras personas, de forma libre y desde la diversidad. Para así dar cabida a la diversidad de opciones de ser, de expresarse, de relacionarse, de construir relaciones, de optar entre opciones diversas y romper con una única forma de hacer las cosas, desde un sentido democrático y plural, dando cabida a la decisión individual desde el desmantelamiento de las normas hegemónicas del sistema económico-político-social y cultural actual.

 

3. Reconocer el trabajo reproductivo y de cuidados no pasa necesariamente por reconocerlo de forma monetaria o convertirlo en empleo (aún en otros parámetros diferentes a los del capitalismo), el debate sobre el salario doméstico vs la socialización de los cuidados no es nuevo pero cobra relevancia de nuevo. Nuestra apuesta por la socialización de los cuidados no pasa solo por pensar en una red de servicios públicos que garanticen ese trabajo, pasa por repensar los propios servicios públicos desde un punto de vista democratizador, más descentralizados, más participativos, menos autoritarios, menos rígidos, más comunitarios… Ello obliga a pensar en qué forma tiene el Estado en una sociedad socialista, en cómo éste desaparece para dejar paso a una manera nueva de articular la sociedad y el poder.

 

4. Cuando pensamos en esos cambios profundos no debemos olvidar que ello obliga a repensarnos en lo más íntimo, en cómo nos comportamos y nos relacionamos con nosotrxs mismxs, con nuestro cuerpo, con nuestra sexualidad y con las demás personas. La división sexual del trabajo no sólo se fundamenta en la separación de lo productivo y lo reproductivo, también en la complementariedad de los géneros, del hombre y la mujer, estereotipándolos y excluyendo otras posibilidades de ser, estableciendo normas que nos coartan. Nuestro proyecto de sociedad tiene que incluir como algo central y estrátegico el romper con el binarismo de género y la normatividad (heteronorma y cisnorma). Cómo vivimos nuestro deseo y nuestro placer, cómo construimos nuestra identidad de género y nuestra orientación sexual, y cómo la expresamos, está íntimamente ligado a esa división sexual del trabajo, forma parte también del patriarcado que pretendemos derribar. Es necesario construir una cultura nueva opuesta a la cultura de la violación, que reconozca los cuerpos de todas las mujeres, cis o trans, y sus deseos, que las reconozca como sujetos capaces de decidir sobre su cuerpo, su vida y su sexualidad, que visibilice que hay mil maneras de ser persona y sentir y expresar nuestro género y sexualidad. No como algo complementario o secundario sino como parte fundamental de nuestra estrategia, en tanto que la acumulación del capital pasa también por la desposesión de nuestros cuerpos y de nuestra sexualidad en tanto que sirve a su propia lógica y supervivencia.

 

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