La extrema derecha está al borde de la mayoría absoluta tras la primera vuelta de las elecciones legislativas anticipadas en Francia.
Cualquiera que fuera el absurdo escenario que ideó Macron al anunciar la disolución de la Asamblea en la noche de las elecciones europeas, su efecto práctico ha sido el de desplegar la alfombra roja a los pies de Rassemblement National (RN), dándole la posibilidad de ganar la mayoría de escaños el 7 de julio. Desde el pasado lunes, el conjunto del movimiento obrero y de las fuerzas sociales y políticas comprometidas con los derechos democráticos se han movilizado para impedir que 80 años después de que la extrema derecha de Pétain y los fascistas de la Milicia francesa fueran expulsados del poder en Francia, sus emuladores vuelvan a aplicar una política de preferencia nacional, discriminación racista y pongan en cuestión los derechos sociales y democráticos, al mismo tiempo que se pliegan a los intereses de grandes grupos capitalistas, como lo están todos los regímenes del mismo tipo en Argentina, Italia o Hungría.
Las próximas semanas será el momento de extraer las lecciones políticas de estos últimos años que han llevado a una progresión constante de la extrema derecha, pero ahora mismo la constatación es nítida: Rassemblement National y sus aliados (Les Républicains y Reconquête) obtuvieron el 33,18% de los votos emitidos, más de 10 millones de votos, el Nouveau Front Populaire el 28,1% y la candidatura de Macron el 21,60%.
Este resultado se produce tres semanas después de las elecciones europeas en las que la lista de RN ya iba muy por delante, con el 30,5% de los votos (duplicando el porcentaje de la lista del bando presidencial -encabezada por la presidenta del grupo Renovación Europea, Valérie Hayer- que obtuvo el 14%). Las listas de los cuatro partidos de la antigua NUPES (LFI, PS, Verdes y PCF) quedaron por detrás en orden disperso, aunque juntas sumaron el 30,7% de los votos.
En estos dos últimos años, Rassemblement National ha sabido aprovechar ampliamente su espacio en el paisaje político francés frente a frente a una izquierda fracturada.
Como muchas otras fuerzas de extrema derecha en Europa, ha aplicado la stratégie de la cravate [estrategia de la respetabilidad] para aparecer como una fuerza respetuosa con las instituciones [y la Constitución] y, sobre todo, siguiendo el ejemplo de Giorgia Meloni, la imagen de una fuerza dispuesta a gobernar respetando las reglas europeas. Esto no impide que RN, con el Instituto Iliad, haya realizado un intenso esfuerzo por inculcar a sus cuadros los fundamentos de la defensa de la identidad europea de la Nueva Derecha y de GRECE.
Todo este trabajo de normalización ha ido de la mano con el deseo de aparecer como la única fuerza de oposición a Macron durante los conflictos sociales que han marcado los dos últimos años, en particular la movilización contra la reforma de las pensiones en el primer semestre de 2023 y el movimiento de las y los agricultores el pasado invierno. Y durante este tiempo ha contado con una línea editorial en los grandes órganos de prensa que ha jugado a fondo a favor de esta desdiabolización.
Por otro lado, por diversas razones, desde hace dos años los componentes de NUPES no han construido esta alianza de partidos de izquierda como una fuerza militante común que construyera una convergencia militante con las fuerzas del movimiento social y sindical. Desde 2022, incluso durante la movilización contra la reforma de las pensiones, la izquierda se ha movilizado en las calles y en el parlamento para bloquear el retraso de la edad de jubilación, pero sin presentarse unida en torno a un plan de medidas sociales a la altura de la movilización más potente de los últimos 20 años y sin tomar ninguna iniciativa unitaria para afirmarse políticamente durante el movimiento.
Peor aún, los partidos que componen la NUPES anunciaron abiertamente el fin de su alianza justo en el momento en que, después de la movilización contra la reforma de las pensiones, la inflación y la creciente precariedad laboral hacían aún más urgente la construcción de un frente para una política acorde con las necesidades sociales.
Fruto de ello, la izquierda no ha logrado emerger, ni en los barrio obreros ni en las zonas rurales, como una fuerza capaz de cambiar la vida cotidiana y de pretender encarnar una alternativa política a Macron y a la extrema derecha, independientemente del trabajo de base realizado por muchos activistas. Y todo ello en un contexto en el que el gobierno continuaba legitimando el RN como una oposición respetable al tiempo que demonizaba a La France Insoumise (LFI) como una amenaza para la democracia, incluso empujando a parte de la izquierda a romper con Mélenchon.
Evidentemente, las preocupaciones de las clases populares son, en primer lugar, el poder adquisitivo, los salarios, los precios de la energía, la sanidad, la vivienda y el deterioro de los servicios públicos, sobre todo en las zonas rurales y suburbanas y en los barrios populares de las grandes aglomeraciones. Todo ello en un contexto en el que tanto la injusticia social como una política fiscal y unas opciones presupuestarias que benefician a las clases altas han acentuado aún más las desigualdades. A lo que hay que añadir que la violencia de género y la violencia de Estado (con la presencia policial y un discurso islamófobo y securitario dirigido a las clases trabajadoras racializadas como única respuesta) siguen haciéndose sentir a diario.
Por ello, la extrema derecha ha gozado de un terreno abonado para desarrollar su discurso, a menudo no haciendo más que ahondar en los temas planteados por el propio gobierno en materia de inmigración e inseguridad (el RN dio el tono a la última ley de inmigración el pasado enero). Además, ha surfeado sobre el clima de ansiedad destilado por los medios de comunicación en en continuo, cuya línea editorial se hace eco de las tesis de la extrema derecha sobre el nexo inseguridad-inmigración.
Una disolución suicida
Aunque Macron estaba bloqueado en la Asamblea Nacional por su falta de mayoría, lo que limitaba su margen de maniobra, ante la desautorización en las elecciones europeas realizó un cálculo político suicida: en un momento en el que el RN estaba en la cresta de la ola con su victoria electoral y el macronismo acababa de sufrir una desautorización magistral, la opción de la disolución era simplemente suicida, porque ofrecía al RN una campaña ultracorta en la que se beneficiaría de la misma bocanada de aire de la que a menudo se han beneficiado los partidos del presidente en Francia. Desde 2002, las elecciones presidenciales y las legislativas que se han celebrado con pocas semanas de diferencia siempre han dado una ventaja casi automática al partido vencedor [el del presidente]. Con su decisión, Macron ofrecía en bandeja a RN una situación similar. Con una izquierda desunida [como estaba en las elecciones europeas], Macron podría haber esperado jugar, una vez más, a presentarse como la salvación contra la extrema derecha, provocando él mismo el electroshock de la amenaza de Bardella y Le Pen de tomar el timón del Estado.
Pero a partir de la misma noche electoral del 8 de junio, la reacción vino de los movimientos sociales, de los sindicatos y, en particular, de Sophie Binet [máxima dirigente del sindicato CGT], llamando a un Frente Popular contra la extrema derecha. Aunque los cálculos seguían siendo diversos, esta presión unitaria de las redes militantes impuso la unidad de la izquierda para luchar juntos contra esa amenaza. Y, contra todo pronóstico dado el pasivo acumulado en los meses anteriores, se construyó esa unidad con un programa que retomaba en parte el elaborado para la NUPES y que se hacía eco también de una declaración conjunta de las fuerzas sindicales: CGT, Solidaires, FSU, UNSA y CFDT.
En menos de una semana (sólo había cinco días para presentar candidaturas en 577 circunscripciones), el acuerdo, el programa y el reparto de las circunscripciones estaban terminados. Las súplicas del bando de Macron para que el Partido Socialista, el Partido Comunista y Los Verdes no pusieran en práctica este nuevo Frente Popular no surtieron efecto.
A partir de entonces, el escenario de Macron se derrumbó como un castillo de naipes, y bastaron unos días para que su granada de racimo, como él mismo la describió a una persona cercana, estallara en medio del campo macronista. El Frente Popular surgió como la única alternativa a la amenaza que representaba el RN, ganándose así el rechazo de la gran mayoría de sindicatos, movimientos sociales y asociaciones. Desestabilizados por su derrota en las elecciones europeas y la incomprensión de la maniobra presidencial, los candidatos de Ensemble [coalición electoral macronista] entraron en campaña sin convicción. En la derecha, el partido LR (Les Républicains) estalló en pleno vuelo, con su presidente, Éric Ciotti, lanzándose al rescate de RN para ganar, al igual que Marion Maréchal, la portavoz de Reconquête (el partido creado en 2022 por Éric Zemmour), acentuando la polarización de la extrema derecha.
En pocos días, lo que estaba en juego en estas elecciones provocó una movilización sin precedentes del electorado. La participación ha sido del 66,71% de los electores inscritos, la más alta desde 1997.
Este aumento de la participación se ha reflejado en un alto nivel de movilización, aunque dividido entre los tres bloques. Hemos asistido a dos fenómenos contradictorios: si bien no ha habido un aumento del voto a RN (que habiendo absorbido la mayor parte del electorado de Réconquete y 2/5 del de LR, obtuvo sin embargo el 33% de los votos), si se ha producido una homogeneización territorial, claramente más marcada en las zonas rurales: sobre 577 circunscripciones, RN y sus aliados lograron 39 escaños en la primera vuelta, se situaron en primera posición en 260 circunscripciones y estarán presentes en la segunda vuelta en un total de 443 circunscripciones.
El macronismo se ha derrumbado: solo ha logrado 2 escaños en la primera vuelta, se sitúa en cabeza en 68 circunscripciones de cara a la segunda y puede acceder a la segunda vuelta en un total de 321 circunscripciones (antes de los desistimientos que se conocerán el martes por la noche).
Por útlimo, el Nuevo Frente Popular ha logrado 31 escaños en la primera vuelta, está en cabeza en 128 circunscripciones y accede a la segunda vuelta en 413, mucho más que en 2022. Lo más notable es la concentración urbana del voto para el NFP. Entre los escaños obtenidos directamente, 21 de los 31 se circunscriben a la región de París (en concreto, los distritos 77, 93 y 94). El NFP debería obtener dos tercios de los escaños de la región de París. Éxitos similares, aunque en menor medida, se registraron en Marsella, Burdeos, Lyon, Toulouse, Nantes y Estrasburgo. Por lo demás, el voto se concentró en Bretaña, el Suroeste, el Macizo Central, las Antillas y la Reunión, con 6 de 7 circunscripciones.
Estos resultados muestran, pues, una fuerza en los barrios populares de las grandes ciudades y una debilidad en las zonas rurales y suburbanas.
Segunda vuelta: impedir la mayoría absoluta de RN
Con estos resultados, la segunda vuelta ha planteado el problema de construir un frente democrático para impedir que el RN obtenga la mayoría absoluta de 289 escaños en la Asamblea Nacional.
Ante esta situación, el NFP fue el primero en posicionarse de forma clara retirando su candidatura en las circunscripciones en las que se situaba en tercera posición frente a RN.
Por su parte, LR, que sólo está en cabeza para la segunda vuelta en 19 circunscripciones, se niega a retirar sus candidaturas para beneficiar al NFP y aunque su posición sea de ni-ni (ni NFP, ni RN) está claramente cortejado por RN.
Por su parte, la coalición macronista, Ensemble, está dividida por la mitad, desde el punto de vista de sus líderes, entre la posición ni ni de Edouard Philippe, el ex primer ministro, y la de votar al Frente Popular planteada por antiguos ministros como Clément Beaune. Gabriel Attal, primer ministro saliente, declaró que quería "bloquear al FN". Una nueva escisión, signo de la agonía del movimiento.
Finalmente, tras 218 desistimientos (131 del NFP, 82 de la alianza macronista, 2 LR y 2 RN), esto dejaría unas 100 circunscripciones con tres candidatos.
Durante esta semana, decenas de miles de militantes se han movilizado y el movimiento sindical se ha expresado ampliamente para conjurar la amenaza de una mayoría de RN. No hay que descartar esta posibilidad, ya que en todos los casos el número de representantes electos de RN se situará entre 250 y 290, aunque la franja superior descienda con los desistimientos. Por lo tanto, la tarea del momento es evitar este riesgo. Y en el caso de que se evite lo peor, no diluir la movilización de la izquierda en un nuevo configuración en la que Macron sin duda espera, por última vez, estar al frente.
Queda entonces la cuestión de la movilización y de la construcción de un frente social y político de resistencia a la extrema derecha y a todas las combinaciones que aplicarían sus políticas. Lo peor que podríamos hacer sería repetir las escisiones que hemos visto en los últimos años. Por tanto, la responsabilidad principal recaerá en el movimiento social y sindical para mantener un frente unido y militante a nivel general y local, en las empresas y en los barrios, para oponerse a los abusos de la extrema derecha y, más que nunca, para afirmar la exigencia de una alternativa unitaria y radical basada en las necesidades sociales.